miércoles, 24 de diciembre de 2008

A tomb in the wilderness


A veces, como ahora mismo, encuentro que no tengo material para escribir entradas y me pongo a revisar los borradores que ido preparando. Unos ya no tiene sentido continuarlos, la ocasión y el motivo se han perdido, de otros he olvidado completamente las razones que me motivaron a guardarles un espacio, principalmente por mi mala tendencia de confiar demasiado en mi memoria y no anotar lo que me viene a la cabeza.

Unos pocos han estado dormitando durante años, visitando mi mente de vez en cuando, urgiéndola para hacerse realidad, pero la realidad y la actualidad se lo han impedido... como es el caso de ésta que estoy escribiendo ahora.

¿Y qué tiene de interesante esta entrada? El origen está en la foto que la encabeza, un sepulcro de un tipo muy corriente en el mundo musulmán, el mausoleo de un personaje importante, sino fuera porque el individuo que allí reposa no es otro que Babur, príncipe de Samarcanda, Rey de Kabul y Emperador de la India, alguien que al final del siglo XV y principios del XVI remodeló el mapa de lo que ahora es Uzbekistan, Afganistan, Pakistán y la India, creando un imperio allí que duraría hasta el siglo XVIII sería la admiración de los viajeros europeos que lo visitaran, asombrados por un poder y una riqueza inimaginables en Europa, hasta el punto que cuando, a finales del XVIII, Gran Bretaña construyese su propio imperio en el subcontinente Indio, un modo de legitimarse fuera el hacerse pasar por sucesores de ese reino proverbial.

Un personaje cuya tumba, he ahí lo importante, está en Kabul.

Una ciudad y un país que han sido arrasados hasta los cimientos, hasta casi perder su propia identidad y herencia, pensemos en los Budas de Bamiyán o en el Museo Arqueológico de Kabul, destruidos por aquellos que buscan purificar la tierra, guiados en esa misión por sus creencias perfectísimas. Un país siempre en guerra y divido por ella, donde todo está entre ser destruido y ser reconstruido, y donde hasta los monumentos más sacros pueden ser demolidos en un arrebato de pureza.

Algo que bien podría haber ocurrido ya a Babur y su mausoleo, simplemente porque aunque héroe del Islám, en combate perpetuo contra los infieles y en lucha constante por extender las fronteras de la comunidad (el Dar-al-islam) su figura no se correspondía con el ideal de los puros. Basta leer su memorias, unas de las obras máximas de la literatura universal, para descubrir como ese campeón de los creyentes interpretaba su Islám de manera completamente laxa, sin esconder sus escarceos homosexuales de juventud, más cercanos al true love, que cualquier relación que tuviera con mujeres, su afición por la bebida, compartida por todos su contemporáneos, o su pasión por la poesía y por proteger a los que cultivaban el arte, incluso aquellos que intentaban reproducir la realidad con dibujos.

Rasgos que narra con absoluta inocencia en sus memorias, la sinceridad del que sabe que no será perseguido, pero que claramente no corresponden al ideal soñado por algunos.

De esos mismo que procuran hacernos olvidar, bien con palabras, bien con actos, lo que más fascina de Afaganistan, el hecho de ser un lugar de paso, mejor dicho, el conector entre múltiples orientes, Persia y Mesopotamia, la India, China, unidas por la ruta de la seda y sus múltiples ramificaciones, conducto para todas las influencias y todas las ideas, en ambos sentidos, camino y semillero del budismo desde su cuna India hasta sus admiradores chinos y japoneses, puerta de entrada tradicional a la India de Arios, Persas, Macedonios, Nómadas de Asia Central, Árabes y Mongoles, todos los que han dominado ese país, excepto los europeos venidos por mar.

Lugar de unión en vez de frontera, estimulador de culturas en vez de nido de bárbaros, tierra de múltiples identidades, casi todas las que han nacido y crecido en Eurasia.

Completamente opuesto a la idea de aquellos que pretenden que sólo ha tenido un alma y una cultura, y que siempre ha sido y será así, y que extirpan del recuerdo y de la misma tierra todo aquello que no se ajusta a su sueño, sea perteneciente a los contrarios o sus mismo correligionarios y compatriotas.

2 comentarios:

Mahendra Singh dijo...

Babur was a man of great appetites, to say the least. Years ago I did a bas-relief of him, you might enjoy it:
http://picasaweb.google.com/mahendra373/Sculpture#5285337567552329250

On the back I engraved a verse of Babur's:

Other than my own soul I never found a faithful friend,
Other than my own heart I never found a confidant.

Very circular road indeed, from Prussia to (Old) Delhi!

David Flórez dijo...

Beautiful verse indeed and quite fitting for the persona of Babur, always in the move, always fighting...

And, Yeah, quite a circular road, but we are but a single humanity, aren't we?