Yo pensaba que la calavera, y la leyenda que la acompañaba, no eran otra cosa que un memento mori, un recuerdo de que esa juventud gozosa, ese continuo holgar, gozar y amar, en el que se resumía el paraíso profano que se imaginaba en la Arcadia, terminaría forzosamente en la muerte, y antes que en ellas, en la vejez, el dolor y la desesperación.
Sin embargo, existe otra interpretación, esa calavera, ese recuerdo de lo que antes fue un hombre, no puede disfrutar del paraíso, aunque viva en él, y si en ella, restase aún algo de la conciencia que vivió en su interior, no podría imaginarse mayor tormento, indistinguible de los eternos e incesantes castigos del infierno cristiano, que aquel consistente en alcanzar el paraíso, vivir en él por toda la eternidad, admirar cada y cada noche su belleza, la alegría de sus habitantes, y no poder disfrutarlo, ni compartirlo.
Sin que ni siquiera existiera la vía de escape del suicidio, puesto que ya se estaba muerto.
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