...Y dicen que Isis, habiéndose enterado de esto por un rumor de inspiración divina, llegó a Biblos y, sentada sobre una fuente en actitud apenada y llorosa, no intercambiaba palabras con ninguna otra persona, pero acogía afectuosamente a las criadas de la reina y les mostraba sentimientos de amistad trenzando sus cabellos e impregnándoles el cuerpo de la admirable fragancia que emanaba del suyo. Al ver la reina a las criadas le sobrevino el deseo de la extranjera, de sus cabellos y de su piel, que exhalaba ambrosía; y así, habiendo sido llamada y convirtiéndose en su amiga íntima, aquélla le hizo nodriza de su hijito...
Plutarco, tratado sobre Isis y Osiris
De siempre, me ha fascinado la antigüedad grecoromana.
Un día, un amigo, conocedor de esta pasión mía, me comentó que acababa de leerse la Argonáutica de Apolonio de Rodas. Su entusiasmo era evidente, pero la razón no era la que yo imaginaba, sino que él estaba sorprendido porque los dioses se mezclasen con los mortales, compartiendo con ellos afanes y pasiones, vicios y desengaños.
Mi mirada debío parecerle casi un insulto. Yo no comprendía lo que me decía. Mejor dicho, no entendía el motivo de su sorpresa. Para mí, aquello era natural, algo obvio, evidente.
Había reaccionado como un pagano.
Quizás porque, desde niño, el trato y el conocimiento con los mitos clásicos había constituido uno de mis aficiones.
....
Pero... ¿Cómo pensaban los paganos? Alejados de ellos por siglos de rabioso y fanático monoteísmo, llamese, judaísmo, cristianismo o islám, ¿Cómo podemos llegar a intuir lo que sentían?
He leído estos días el tratado sobre Isis y Osiris, escrito por Plutarco, en el cual se recoje el párrafo con que habría esta entrada, y no se me ocurre otro ejemplo mejor.
Primero por la normalidad. Isis llega a Biblos, y nadie se sorprende de su presencia, a nadie se le ocurre pensar que aquello, que una diosa, camine entre los hombres y se mezcle con ellos, sea algo extraordinario... al igual que a ninguno le sorprende que la tristeza, el silencio, la soledad, la acompañen, porque si algo caracteriza a los dioses de la antigüedad es precisamente su humanidad, el hecho de que lo único que les diferencia de los mortales es el simple hecho de ser inmortales, y nada más.
Esa normalidad se una a la sencillez con que la diosa se muestra a los mortales, especialmente en el caso de Isis, como madre y protectora de todos los seres vivos. De esta forma, la vemos acoger a las criadas de la reína de biblos y en ese gesto, tan común, tan cierto y tan revelador del afecto entre hermanas o amigas íntimas, trenzarles el cabello...
...para sin aviso previo, ni transición, saltar a lo milagroso y lo maravilloso, puesto que del cuerpo de la diosa mana unguento y perfumes, unguentos y perfumes que regala a las mujeres que le acompañan, como es propio de la naturaleza de la diosa Isis, la madre y la protectora de todos los humanos, la que cuida de ellos y los alimenta, y cuya iconografía, la de la mujer que amamanta al dios Horus niño, su hijo y el de Osiris, sería reutilizada por los cristianos para representar a la virgen María y al niño Jesús.
Pero siguiendo con la normalidad, la cotidianidad del paganismo, el relato de Plutarco, da un nuevo salto mortal, puesto que la reína, picada su curiosidad por el relato de sus criadas, decide conocer a la diosa, y no lo hace por respeto, por veneración, por adoración, por sumisión, sino por algo mucho más humano y terrenal, por un sentimiento situado en esa tierra de nadie que abarca las amistades profundas y la relación de amantes.
Como dice Plutarco, le sobrevino el deseo de la extranjera, de sus cabellos y de su piel, que exhalaba ambrosía, en una expresión que recuerda las pasiones más violentas, esas que revuelven el estómago, confunden el cerebro y ahuyentan el sueño... hasta que no nos es concedido aquello que deseamos.
...
...y no puedo por menos de pensar, al reeler en este fragemento, en lo sólos que nos hemos quedado en este mundo, el inmenso vacío que nos vemos forzados a habitar, tras que los monotéismo destruyesen el mundo del paganismo, para luego derrumbarse sobre sí mismos, vacíos de significado y contenido...
...porque ya no nos queda la esperanza, de perdernos en los bosques y toparnos con las diosas que habitaban bosques y bosquecillos, ríos y manantiales, montes y colinas...
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