jueves, 22 de octubre de 2009

The Bible and the Shovel (y II)

Destruida Israel, ya no le queda simiente.

Estela de Mernephtah, hacia 1208/1209 a.C

Esta estela, descubierta por Flinders Petrie, uno de los arqueólogos míticos de la disciplina, a finales del siglo XIX, constituye la primera referencia escrita de la existencia de Israel. En una fecha, además, extrañamente cercana a la más popular de las fechas propuestas para el Éxodo, la del reinado de Ramsés II, tal y como recogiera Cecil B. de Mille en la superproducción de los diez Mandamientos. Hay otras fechas, no obstante, y diremos algo de ellas antes de cerrar esta entrada.

La cuestión estaría resuelta, por tanto. ¿No es cierto?

No.

La cuestión es que, como bien saben los egiptólogos y los expertos en el Levante del II milenio a.C. En el contexto de las dinastías XVIII y XIX (La Ramesida), no hay espacio físico, para un migración de cientos de miles de personas de Egipto a Palestina.

Desde que los egipcios expulsaran hacía el 1450 a.C a la dinastía extranjera de los Hyksos, que había ocupado el delta del Nilo durante el segundo periodo intermedio, lo que es ahora Palestina, el Líbano y Siria hasta el Eúfratres se convirtió en una colonia Egipcia, con presencia militar continua y dominio completo. De hecho, el peor enemigo de los Egipcios en este periodo, no provendría del Levante, ni siquiera de Mesopotamia, sino de Anatolia encarnado en el Imperio Hitita, que les disputaría Siria y llegaría a adueñarse del Norte de ese país, sellado por un auténtico first histórico, el tratado de Kadesh, en el cual las dos potencias se repartirían en áreas de influencia el mundo conocido.

¿Esta todo claro ahora? Tampoco.

El caso es que el dominio Egipcio directo se redujo a las llanuras costeras y a las líneas de comunicación, quedando las montañas en un estado semiindependiente, y siendo objeto sólo de la atención del imperio, en forma de expediciones de castigo, cuando los montañeses intentaban interferir con la vida de las llanuras. Es más, las fuentes de la última mitad del segundo milenio a.C, nos hablan del fenómeno de los Apiru, traducido por algunos como hebreos, gentes que se sitúan fuera del sistema social de, que viven en las montañas o en el desierto, y que bien se dedican al bandidaje o se alquilan como mercenarios en los ejércitos de las grandes potencias.

Es decir, hay un espacio físico para los Israelitas en el el siglo XIII a.C, pero no como pueblo inmenso que escapa al poder del Faraón, cruza el desierto del Sinaí y conquista Palestina arrasando sus ciudades, sino como tribus parcialmente nómadas, parcialmente sedentarias, que habitan en las zonas marginales de los imperios, en este caso las colinas de Judea y Samaria.

¿Ya está todo claro? Falta un poco.

Como había dicho hacia el 1270 a.C las dos superpotencias de Oriente Próximo se dividen el mundo conocido. Nadie en ese instante podría haber predicho los cambios dramáticos que se producirían hacia el 1200 a.C. Hacia ese año, el imperio Hitita había dejado de existir, arrasado por invasiones externas, las mismas que provocarían el abandono de las colonias levantinas de Egipto, y que casi estuvieron a punto de derribar ese mismo estado, como bien ha quedado conservado en el templo Funerario de Ramsés III en Medinet Habu, donde se representa con todo lujo de detalles como el faraón consigue detener a los ejércitos invasores, los famosos y misteriosos Pueblos del Mar.

Una victoria que si bien salvó a Egipto, constituyó también la constatación de su decadencia, puesto que nunca volvería a recuperar su imperio en Oriente, y en apenas un siglo, las dinastías autóctonas serían reemplazadas por faraones extranjeros.

Habría por tanto aquí, en ese contexto de destrucción, una ventana para la conquista de Palestina por los Israelitas, tal y como se narra en el libro de Josué, sobre todo si se tiene en cuenta que gran parte de las ciudades de Palestina fueron arrasadas por esas fechas.

¿Hemos alcanzado la conclusión? Tampoco.

El caso es que en la lista de los Pueblos del Mar no hay un sólo nombre que se pueda relacionar con Israel y los Israelitas. Más bien al contrario, porque varios de los nombres que allí aparecen son parecidos a los de los filisteos bíblicos, dando la impresión que ellos fueron los responsables de la destrucción de Palestina... y de hecho es por esta época cuando la arqueología constata que aparecen las primeras ciudades filisteas.

Más aún lo que ocurre en el año 1200 no es un fenómeno local, es un fenómeno global, la lista de víctimas de los pueblos del mar no se limita solo a Hititas y Egipcios, abarca tambien las ciudades estado micénicas y sirias, como ilustran las dramáticas cartas del archivo de Ugarit. Lo que sucede en ese periodo es el derrumbamiento de todo un sistema político, el del Templo/Palacio que administra una región rural, y que es producido, en diferentes proporciones, según el estudioso, por su propia decadencia, la emergencia de invasores extranjeros y la rebelión de los pueblos autóctonos sometidos.

Una rebelión, la de los autóctonos, que constituye el único hueco donde podemos meter a los Apiru y al Israel de Mernephtah, en el papel de estos aldeanos seminómadas de las colinas de Palestina que asisten, y en cierta manera colaboran, al derrumbamiento del sistema político del Mediterráneo, y que luego lo conservan en forma de leyendas más o menos deformadas, al estilo de lo que ocurriría en Grecia, con la Iliada y la cultura micénica.

Ahora sí que parece estar clara la cosa ¿Pero que pasa con la otra fecha del éxodo?

Pues que en sí constituye una sorpresa, ya que la fecha popular del éxodo en realidad es bastante moderna, la tradicional, calculando fechas de acuerdo con la Bibllia, queda en el siglo XV a.C justo cuando los Hyksos fueron expulsados de Egipto. La coincidencia es, cuando menos, turbadora, ya que los Hykos provenían de Palestina y todo lector de la Biblia sabe la tendencia de los patriarcas a bajar a Egipto, como ocurrió con Abraham y finalmente con José. Sin embargo, aquí acaban las similitudes, puesto que el éxodo cuenta una historia de liberación del yugo extranjero, mientras que los Hyksos son gobernantes extranjeros expulsados de Egipto.

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