domingo, 3 de octubre de 2021

A liar's autobiography (La autobiografía de un mentiroso, 2012) Bill Jones, Jeff Simpson, Ben Timlett

A priori, A Liar's Autobiography (La autobiografía de un mentiroso) dirigida en 2012 por Bill Jones, Jeff Simpson y Ben Timlett, se presentaba como un proyecto fascinante, casi un hito en la historia de los intentos por conseguir rescatar a la animación del ghetto infantil en donde se la suele confinar. La película pretendía (re)construir la biografía de Graham Chapman, el malogrado miembro de los Monty Python, muerto de cáncer en 1989, pero evitando los automatismos al uso de los biopics. La primear idea genial era utilizar las grabaciones que el propio Chapman realizó antes de su muerte, donde relataba su vida, salpimentándola con todo tipo de exageraciones, falsedades y mentiras, sin que fuera posible determinar qué era cierto y qué era inventado en su relato -de ahí el nombre de la película-. La segunda, y no menos atinada, era plasmar esas confesiones mediante el formato animado, única forma capaz de replicar en imágenes la inagotable verborrea del cómico.

Un proyecto muy prometedor, como pueden imaginar, y que en mi caso apelaba a varios fandoms: el de los Python y el de la animación. Sin embargo, me he llevado una gran decepción con el resultado final. Me temo que la película no está muy lograda y que fracasa en hacer realidad sus grandes ambiciones. El primer problema es que al espectador se le atrae con el cebo de los Monty Python -se anunció casi como la nueva película del grupo-, cuando ellos aparecen de forma muy tangencial. En realidad el tema de la película no es como los Python llegaron a ser o como desarrollaron su ingenio, sino como Chapman llegó a aceptar cómo era -en concreto, su bisexualidad- y la forma en qué combatió las servidumbres de la fama -el alcoholismo catalizado por su éxito-. Todo ello con gran humor, ironía y distanciamiento, no desprovisto de amargura trágica.

El espectador puede verse así defraudado, confundido, al no encontrar lo que se le prometió.  Sentimiento que se ve aumentado por el formato en que esas confesiones se plasman en pantalla. No tanto porque se trate de animación, sino porque la película acaba construirse como una colección de cortos a cargo de creadores con visiones estéticas muy variadas. Algo que no es malo en sí, pero que la lastra desde el principio, de nuevo al no haberse anunciado como tal. Además, los inconvenientes de toda película de episodios -ya sea animada o de imagen real- son de sobra conocidos. La falta de un acabado común que unifique la cinta -o de algún modo de transición que suavice los diferencias entre las secciones - lleva a que las contribuciones individuales chirríen entre sí, a lo que hay que unir que el interés de cada una de ellas es muy irregular. Depende de la pericia -y las ganas- de cada uno de los creadores involucrados.

De ahí que la cinta avance a trompicones, se pierda en meandros y, en muchas ocasiones, acabe por estancarse. Culpa, en gran medida y de nuevo, de una animación que se conforma con ilustrar las divagaciones de Chapman. Sí, para mi sorpresa el formato animado parecía el ideal para acompañar la exuberancia verbal de este miembro de Monty Python, dada su ausencia de limitaciones físicas, pero en este caso se demuestra su enemiga. En multitud de secciones se limita a estar, adopta un estilo cualquiera un poco excentrico y se restringa a acompañar lo que se dice, perdiendo así una oportunidad única: la de tornar las fabulaciones de Chapman en aún más desaforadas e insultantes. Da igual lo explícito que sea el contenido, o lo escabroso que sea el tema, siempre da la impresión de que los creadores llevan las riendas bien cortas. ¿Por miedo a que la montura se les desboque? ¿Por temor a ofender el recuerdo de quien es ya una vaca sagrada? No lo sé, pero ese temor reticente es bien palpable.

Tampoco ayuda que algunas de las soluciones elegidas sean torpes o directamente estén mal usadas. Es increíble que en una película de 2012 se siga utilizando animación 3D que parece hecha una década antes -cuando está técnica era aún fea, primitiva y rudimentaria- o que no se aprovechen las posibilidades cómicas de la animación de recortes. Redunda en lo que ya les había señalado antes: los creadores, por una razón y otra se limitan a ilustrar, sin atreverse a ir más allá.

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