jueves, 25 de febrero de 2021

Décadas de superhéroes

Tenía muchas ganas de volver a ver Batman, the Animated Series (1992-1995, Bruce Timm, Paul Dini, Mitch Brian), ya que en los primeros 90 me supuso una agradable sorpresa. Tanta que, en cuanto acababa el trabajo -apenas había comenzado mi vida laboral-, salía corriendo para volver a casa y pillar los episodios que echaban por la tarde. Sin embargo, vista ahora, me ha defraudado un tanto. Fuera de su magnífica intro, un hito de la animación, el resto me parece un tanto envejecido, los personajes y las tramas algo endebles. Pero vayamos por partes.

En nuestra actualidad, los films de superhéroes -como el tan cacareado MCU  o Marcel Cinematic Universe-, se han convertido en el género casi único del cine comercial. Ya les advierto que no son santo de mi devoción -hace muchos años que dejé atrás los cómics de superhéroes-, pero es un fenómeno que no se puede soslayar y que, nos guste o no, acabará ocupando un lugar no pequeño en la historia del cine. Sin embargo, lo que quería subrayar aquí es que este fenómeno, en apariencia tan reciente, tiene raíces muy antiguas. En concreto, la transición que se produjo, con 1980 como gozne, entre el New Hollywood y el "nuevo" Hollywood que constituye nuestro presente.

Sin entrar en muchos detalles, piensen en las inmensas diferencias que existen entre Apocalipse Now (1979, Francis Ford Coppola) y Raiders of the lost Ark (1981, En busca del Arca perdida). No en calidad, sino en estilo y contenido. Mientras una buscaba responder las preguntas aún abiertas sobre el pasado reciente del país -el porqué de una guerra absurda y casi genocida en un país perdido del mundo-, la otra proponía una fantasía escapista, de acción sin tregua, en donde el héroe salía vencedor de todas las pruebas. Este modelo, orientado a una juventud que comenzaba a acaparar las salas de cine, se ha convertido en hegemónico. Mantenido, cuarenta años más tarde, por la nostalgia de un pasado, el de los ochenta, cuya única virtud es que entonces fuimos jóvenes.

Es a finales de esa década cuando el género de superhéroes comienza a tomar fuerza. Los Batmans dirigidos por Tim Burton - Batman (1989) y Batman Returns (1992)- aunque todavía imbuidos del Kitsch de de las series televisivas de épocas pretéritas, se mostraban ya como productos de calidad: holgado presupuesto, gran aparato de producción, superestrellas, conexiones con otros géneros más respetables, consistencia argumental. Burton creaba así un modelo que ha servido de guía al género, aunque sea para rechazarlo, caso de los Batman de Nolan. Sin embargo, lo curioso es que ya en los 90 se habría creado otra manera, mucho más fiel al original y también mucho más interesante estéticamente: el de Batman, the Animated Series.

Los creadores de Batman, the Animated Series, miraron más atrás de las películas de Burton e incluso de los cómics de la edad de plata. Su Batman había un mundo anclado en los años cuarenta  -aunque con tecnologías ultramodernas- que se reflejaba hasta en su estilo visual: un neoexpresionismo en color, que seducía al espectador desde la magnífica intro. Me temo que más en los años 90 que ahora, cuando ese modo aún estaba fresco en la retina de las audiencias, gracias a las reposiciones televisivas. Por otra parte, Batman, the Animated Series, era mucho más negro y realista que la versión de Burton, prefigurando en muchos detalles lo que Nolan haría más tarde. No tanto por la violencia explícita, muy estilizada en la serie al tratarse de un producto infantil, sino por el patetismo de sus malvados. En muchos de los episodios, en especial los de la temporada inicial, se nos llamaba a simpatizar con ellos, cuando no a compadecerlos. Su destino, su caída en el mal, tomaba incluso caracteres trágicos: no eran más que juguetes un destino implacable y ciego que no les dejaba otra salida

Había también insinuaciones de que la labor de Batman era, cuando menos, inútil. No sólo porque las mafias continuaban sus operaciones a pesar de la acción continua del héroe, sino porque varios de los fracasos de Batman tenían lugar cuando chocaba con las instituciones y desigualdades sociales: en especial, contra el poder de la élite poderosa y acomodada. De igual manera, las causas promovidas por algunos de sus antagonistas perseguían fines nobles, con clara intención de justicia,  cuyo único defecto eran los métodos terroristas de los que iban acompañadas. Villanos con aureola de santo -o al menos no muy lejanos del propio Batman- que solían ser de género femenino: Catwoman, Poison Ivy o Harley Quinn, quienes protagonizan bastantes de los episodios memorables de la serie.

Estas virtudes de la serie siguen bien presentes. Por desgracia, su animación parece ahora algo torpe y desmañada, excepto en su magnífica intro. Lo mismo ocurre con sus guiones, que se resienten de las servidumbres del formato serie. La necesidad de mantener incólume el elenco de héroes y villanos impide que las acciones tengan repercusiones duraderas, al tiempo que obliga a un uso continuo del deus ex machina, para que todo vuelva a su estado inicial. Al cabo de muchos episodios, las tramas se vuelven repetitivas, previsibles, aun cuando en raras ocasiones surja uno de esos episodios memorables.

Aun así, con todos sus defectos, con sus visibles arrugas, una serie magnífica, cuyo estilo y enfoque es una pena que no se haya seguido en otras películas de superhéroes.


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