miércoles, 30 de enero de 2019

Historia(s) de España (II)

...Baste decir que Hispania se encontraba entre los lugares en los que Melania tenía grandes propiedades agrícolas...

... Ésta (Hispania), por ejemplo, figura como hemos dicho entre las regiones en las que Melania tenía grandes propiedades... 

...Los testimonios antiguos nos informan sobre elementos de la nobleza hispánica que contaban con grandes propiedades agrícolas, entre otros, la familia de Teodosio, Flavio Salustio, Lectorio, Salustio Aventino, Teresia - esposa de Paulino de Burdeos que tenía posesiones en Hispania  -, Melania, Helpidius, Marcelo, Eufrasio Perpétuo y Pompeyo Lucino, los hermanos Didimo, Veriniano, Lagodio y Teodosio.

Historia de España de Tuñón de Lara, volumen II. Romanismo y Germanismo. El despertar de los pueblos hispánicos. Juan José Sayas Abengoechea. Luis A. García Moreno.

En la entrada anterior, les había ya indicado mi decepción con la Historia de España de Tuñón de Lara, al menos en sus primeros volúmenes. Es una pena, puesto que esa obra fue la primera, apenas caído el franquismo, en intentar trazar una historia de España libre de la exaltación nacional y religiosa del régimen anterior. Aquélla en la que historia de nuestra nación se explicaba en términos de la ideología de los vencedores de la guerra civil, empeñados en mostrar que los españoles habían sido españoles desde tiempos de Altamira, además de presentir el cristianismo antes de que éste les hubiera sido predicado. Distorsiones interesadas que ahora vuelven con fuerza, si es que alguna vez se habían marchado.

Pero vayamos con el libro. El principal problema que tengo con este volumen es como se ha distribuido su contenido. Abarca unos 700 años de historia, del año 300 al 1000, lo que viene a corresponder con lo que ahora se conoce como Antigüedad Tardía, esa lenta transición del Imperio Romano a los reínos germanos sucesores que concluye hacia el año 600, seguida por la Alta Edad Media propiamente dicha, es decir, la constitución del poder carolingio en la Europa Occidental, su disolución en los futuros reinos feudales yl os últimos coletazos de las invasiones bárbaras, vikingos y húngaros principalmente. Pues bien, de un total de 500 páginas, 200 se dedican en exclusiva al siglo IV, mientras que de las restantes, otras 200 se centran en las invasiones germanas y el reino visigótico. Apenas 100 se destinan a los tres siglos, del 700 al 1000, en que se produce el nacimiento y desarrollo de los reinos cristianos del norte de la península, tras la invasión árabe.

Es cierto que esos tres siglos, en especial el VIII, constituyen nuestra particular Dark Age en el sentido anglosajon. Tiempos en los que las fuentes contemporáneas se interrumpen por completo, teniendo que pasar mucho tiempo antes de que alguien vuelva a reanudar el relato de los acontecimientos. Ocurre así que los hechos de esos tiempos sin historia acaban por ser indistinguibles del mito y la leyenda fundacional, parcos en detalles que no sean los destinados a ensalzar la gloria de los nuevos gobernantes. En el caso de España, la única fuente cristiana que tenemos para todo el siglo VIII es la llamada crónica mozárabe del 753, sucinta en extremo y con graves problemas de interpretación, como el hecho de dar una fecha distinta al 711 para la invasión árabe. Fuera de ella, no volverá a haber otra crónica de similar importancia hasta las de Alfonso III, de finales del siglo IX. Tiempo suficiente para embellecer y mitificar.

Pero aún así, esta escasez de noticias no justifica que un momento crucial en la configuración de la península se trate con tan poca profundidad. Para entender la importancia de ese periodo en la historia posterior basta reparar en que de la multiplicidad de reínos cristianos surgió un doblea configuración de la península. La este-oeste, entre esos mismos reinos cristiano, siempre en lucha u conflicto, junto, a  una norte-sur, entre todos ellos y la España musulmana, en la que se veían justificados a "reconquistar" los territorios perdidos ante el moro. Partición que sigue actuando sobre nuestro tiempo presente, en el que se sigue mirando al sur de la península como zona menos "noble" y menos "pura" que las áreas del norte de donde surgió el impulso reconquistardor, mientras que han tomado especial virulencia los recuerdos de las antiguas independencias de las zonas más orientales, frente al núcleo central que en el siglo XV se tornó hegemónico.

Sé que los problemas de estudio e interpretación de este periodo son ingentes, casi irresolubles, y que los datos son parcos, contradictorios y poco fiables, pero eso no significa que se tenga que dejar de lado ese análisis, como parece ocurrir en este tomo. Sin contar que, por añadidura, se comete otro error no menos importante: dejar para el siguiente volumen la historia de Al-Andalus. En mi opinión, no se puede entender la evolución de las sociedades cristianas del norte sin tener en cuenta, como factor determinante, la influencia abrumadora del emirato y califato Omeya.  Y no sólo desde un punto de vista bélico, en el que la presencia del otro, entendido como enemigo, sirve como refuerzo de la propia identidad, sino desde una óptica cultural y económica. El refinamiento del mundo árabe contrastaba con la rudeza de los nucleos cristianos, antaño marcas militares del estado visigodo, tierras de bárbaros sobre las que los reyes godos mantenían un precario control. En gran medida, esos reínos cristianos eran apéndices de Al-Andalus, de cuyo comercio y cultura dependían. 

Por poner un ejemplo, uno de los datos que más me turbaron durante mi juventud fue descubrir la red esclavista que unía, durante el Imperio Carolingio, la Bohemia centroeuropa con los territorios de Al-Andalus. En aquellos tiempos Bohemia estaba situada fuera de los territorios carolíngios y, como tierra de eslavos paganos, estaba sometida a incursiones, cuyos prisioneros eran luego vendidos en Al-Andalus. Atravesando media Europa, entre ellos los futuros reínos de Aragón y Navarra, y los condados catalanes. O la extraña relación entre los Arista de Pamplona y los Banu Qasi de Zaragoza, enemigos por religión, pero emparentados familiarmente, además de aliados permanente contra posibles enemigos externos, ya fueran los emires cordobeses, los emperadores carolingios o los reyes asturianos.

¿Y con respecto al amplio espacio que se dedica a la antigüedad tardía en el libro? Como en el volumen anterior hay una fuerte disonancia entre la inmensa cantidad de datos que se presentan y la sensación de que, aun así, se nos está ocultando información. Las citas que he puesto arriba son un ejemplo claro de esta contradicción que me irritaba de continuo durante la lectura. Una y otra vez se cita a una tal Melania, que se intuye contemporánea de Teodosio, pero de la que no se aporta ningún dato que nos ilustre o nos guie para entender su importancia. El redactor parece entender que es un personaje conocido por sus lectores, lo que produce cierta incomodidad y desasosiego en quienes no sabemos quien era.

Cuándo leí por primera vez este tomo en mi juventud, me quedé tan ignorante como al comenzar la lectura. Ahora, sin embargo, gracias a Wikipedia, he podido descubrir que es una Santa de principios del siglo IV, de inmensa riqueza, heredada de sus progenitores y con conexiones con la familía imperial, la de Teodosio. Lo que ha empeorado aun más mi impresión. Si se hubiera querido se hubiera podido trazar una semblanza de un emperador, Teodosio, de origen hispano, que gobernó el imperio con una camarilla de familiares y amigos de la misma procedencia y similar riqueza. Entre ellas, la de Melania. La estructura, métodos y hábitos del gobierno imperial podrían haber sido descritos con mayor cercanía, la de ese grupo de próximos al emperador. Incluso se lo podría haber relacionado con el yacimiento de Carranque, un inmenso complejo, villa, monumento funerario y basílica, próximo a Madrid. Construido justo durante el reinado de Teodosio y, dado su lujo, por alguien de inmensos recursos. Cercano, por .tanto al poder imperial.

Pero no, nada de eso se hizo. Una auténtica pena.


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