Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Puleng, corto realizado
en 2004 por la animadora británica de origen africano Ali Taylor.
Puleng, desgraciadamente, es un ejemplo más de un grave problema que afecta a la animación occidental. No por su calidad o sus ambiciones, por supuesto, sino porque una buena parte de la producción que se muestra en los festivales son ejercicios fin de carrera. No se me entienda mal, no se trata de que no haya que promover a los talentos noveles, ni de impedirles competir con los grandes. Se trata de que las carreras de estos directores, salvo contadas excepciones, no suelen tener continuidad. Su talento jamás llega a florecer, puesto que suelen acabar perdidos en la maraña de la animación comercial, cuyo objetivo, no se olvide, es ofrecer productos estandarizados, marcas de fábrica creadas en cadena, de las que se haya borrado cualquier rastro de individualidad.
Por otra parte, por muy loables que sean estos cortos de graduación no dejan de ser precisamente eso. Obras primerizas, plagadas de defectos, sin un estilo personal, con influencias visibles, demasiado ligadas a las opiniones y preferencias de los profesores. De nuevo, no es que esto sea malo. Por alguna parte hay que empezar, hay que practicar antes de poder realizar cualquier tarea, y nadie nace enseñado. Pero la conclusión vuelve a ser la misma, esas obras no tienen continuidad, esos defectos no se corrigen, las múltiples influencias no se destilan. La única oportunidad que tienen estos autores noveles para crear libremente queda reducida a un producto mixto e imperfecto. Más preocupado por dominar una técnica que por expresarse de manera propia. Inconcluso e incompleto.
Esto es lo que ocurre con Puleng. La historia que cuenta es muy sencilla, una dura sequía en algún lugar de África que acaba con cultivos y personas. La técnica, mezcla de ordenador, fotografía y animación de recortes, es, por su misma tosquedad simulada, muy apropiada para esa narración de un fracaso anunciado e inevitable. Sin embargo, el resultado final no resuena, se aísla en su propia contención y concluye antes de haber dicho nada. Queda una breve anécdota, de derrota y muerte, que no destaca ni por su tema ni por su plasmación. Se queda en nada, en otro corto más para ver y olvidar. Y esto solo para los asistentes a festivales o para los que se hayan topado, por casualidad, con el corto en la internet.
Es una pena, lo repito, porque al igual que el corto, la carrera de Ali Taylor en la animación es también una historia interrumpida. Jamás llegaremos a saber el derrotero de sus obras posteriores o si éstas habrían llegado a cristalizar en las de un maestro. Sólo nos queda este corto. No es mucho.Tampoco suficiente.
No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. ¿Recomendaciones? ¿Meditaciones? Pues ya saben, que mientras todos se hacen lenguas de la última fotocopia de Pixar, Disney, Dreamworks o cualquier otra productora de moda, los verdaderos talentos se pierden, la animación nunca deja de ser un vía bastarda. Despreciable para los que saben.
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