Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Intolerance III (Intolerancia 3), corto realizado
en 2002 por el animador británico Phil Mulloy.
Mulloy se hizo famoso con un estilo de animación transgresor, insultante incluso, tanto desde el punto de vista narrativo como estético. En cortos como Intolerance (Intolerancia, 2000) o Intolerance II (Intolerancia II 2001) utilizaba una animación voluntariamente fea, burda y tosca, que se oponía frontalmente a cualquier concepto de belleza, perfección, realismo o amabilidad, tal y como comúnmente se suele exigir a esta forma en sus variantes comerciales. Asímismo, sus historias se regodeaban en lo peor del ser humano, acentuando como disfrazamos nuestras apetencias más bajas, sexo, poder y muerte, tras de los más nobles y altos ideales.
El mundo para Mulloy, por tanto, no es más que un infierno, desprovisto de cualquier belleza o nobleza, entregado a una constante lucha de todos contra todos. En él, la dominación y subyugación del otro es el objetivo final, para el cual vale cualquier medio, cuanto más violento mejor. Las dos primeras Intolerance, por otra parte, redundaban en desenmascarar esa forma de hipocresía tan humana que consiste en considerar como bueno, santo y sagrado sólo aquello es nuestro, mientras que lo del otro es repulsivo, absurdo y condenable. Tanto que debe llevar necesariamente a su eliminación física.
Esta conclusión se ilustraba en Intolerance con la oposición del mundo humano con un mundo extraterrestre, el de los Zog. Éstos eran conocidos mediante una película encontrada por casualidad, en donde sus costumbres se mostraban completamente opuestas a las de los humanos. Escandalosas y ultrajantes en grado máximo, por tanto, lo que llevaba a la construcción de una flota de invasión destinada a aniquilarlos, pero que se perdía, literalmente, en el espacio. Por su parte, Intolerance II daba un necesario paso más, al mostrar una sociedad terrestre esencialmente racista, preocupada por la eliminación de su seno de cualquier posible Zog, pero al mismo tiempo infiltrada en todos sus ámbitos por estos invasores. Hasta tal punto que los peores perseguidores no eran otros que Zog disfrazados, muchas veces ignorantes de su propia identidad.
Intolerance III, en consecuencia, es una continuación de de la histeria anti-Zog narrada en los cortos anteriores, sólo que desde el punto de vista de la flota enviada a destruirlos. Sin embargo, en mi opinión, se encuentra muy por debajo de sus otras dos hermanas, tanto estética como temáticamente. Desde el punto de vista estilístico, porque en los primeros años de este siglo, Mulloy había descubierto el color, de manera que sus cortos se vuelven involuntariamente bellos. Contradicen así, por tanto, la dureza y radicalidad de sus propuestas narrativas. Su carácter de puñetazo en el vientre contra un sociedad que se cree la mejor de todas.
En otros cortos esto hubiera sido un defecto menor, como ocurría con The Chain (1998), al mismo tiempo descarnado y poético, pero en Intolerance III, la radicalidad de Mulloy parece haberse aguado bastante. Su historia parece más interesada en proponer una solución, al estilo de paradoja temporal, que proporcione una unidad innecesaria a la trilogía, mientras que se pierde en una serie de chistes privados sobre el arte y la cultura occidental. Nada que ver con tanto, con la sucesión de golpes implacables y demoledores de sus predecesoras contra nuestras ideas más queridas, y sí mucho con esa sátira amable que se hace pasar por transgresora. Casi la misma hipocresía que Mulloy siempre había sido tan certero en denunciar.
No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Es una obra desgraciadamente menor en su trayectoria, pero en la que aún se pueden distinguir los rasgos que le hicieron famoso. Si les gusta y no tienen miedo a experiencias fuertes, pues ya saben, atrévanse con el resto. De Intolerance III hacia atrás.
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