Hablaba en mi comentario de la semana pasada acerca de la serie The World at War, de como la narración de los sucesos en el frente ruso se veia perjudicada por el hecho de que no era posible acceder aún a los archivos soviéticos, por lo que sólo se disponía de la propaganda triunfalista generada por la URSS - todos fueron héroes, nunca hubo cobardes ni incompetentes - o los textos exculpatorios de los generales alemanes - yo no tuve la culpa, fue Hitler y en general todos los que ya están muertos.
El capítulo de esta semana, dedicado a la batalla del Atlántico, se ve perjudicado por un fenómeno similar. En los años 70, la existencia de Ultra y Beltchley Park, es decir la unidad de descifradores del ejército británico que consiguió romper los códigos alemanes generados por la máquina Enigma, era aún un secreto militar, que todos los implicados aún tenían órdenes de no revelar, y que aún una década después, levantada la prohibición de difundirlo, aún no acababa de ser evaluado en toda su amplitud en las historias del conflicto.
Por ello, en un documental que tuvo la oportunidad entrevista a los protagonistas del conflicto - empezando por Dönitz, ni más ni menos - resulta inquietante saber que muchos de los entrevistados estaban mintiendo como bellacos ante las cámaras, en lo que podría resultar la única conspiración gubernamental que ha conseguido mantener el secreto de su existencia durante más de treinta años. De lo que supuso guardar ese secreto - y de la variedad de personas que se vieron implicados - da testimonio uno de los libros de mi colección, una historia general del conflicto, en la que uno de los historiadores confiesa lo duro que era para él no poder contar todo el secreto en las primeras ediciones y el alivio que sintió cuando al final se le autorizó a poner todos por escritos.
Por supuesto Ultra no fue el único factor que llevó al triunfo aliado en la batalla del Atlántico. Enfrentados a un enemigo que había aprendido a utilizar con singular destreza y osadía sus submarinos, las famosas Wolf Pack, que atacaban en grupo y sin piedad los convoyes aliados, quizás lo único que salvo a Inglaterra del bloqueo total y la asfixia fue que Dönitz no disponía del número de unidades necesario para dejar a Inglaterra sin flota mercante en un periodo razonable. Fue sólo, a lo largo de cuatro años de durísimo combate, cuando los aliados aprendieron a combinar sus diferentes fuerzas armadas, la marina y la aviación, para conseguir combatir en condiciones de igualdad a los Wolf Pack alemanas.
Una victoria que se baso en el uso de bombarderos de largo alcance que podían detectar y hundir a los submarinos aliados antes de que llegasen a sus terrenos de caza - o obligarles a navegar sumergidos, con la disminución que esto suponía en su radio de acción, el desarrollo de sistemas de sonar que permitían que los destructores pudieran detectar y perseguir a los lobos que acechaban a los rebaños de mercantes, además de armas como el Hedgehog, el erizo, que permitían un uso ofensivo de estos mismos destructores, sin limitarse a sembrar con cargas de profundidad el área en que se suponía estaba el submarino. Sin olvidar por supuesto, la construcción masiva de portaaviones de escolta, que permitían mantener una vigilancia constante cientos de millas alrededor del convoy.
Y por supuesto, Ultra. La capacidad de descifrar las comunicaciones del alto mando de submarinos alemán, para así concentrar las unidades de ataque en donde estaban los submarinos alemanes o desviar los convoyes para evitarlas. Una historia tan interesante como la de los propios combates marítimos, ya que los dos periodos felices de la marina alemana en el Atlántico, como los llamaban los comandantes de los submarinos, coincidieron con los periodos en que los británicos no podían descifrar los mensajes alemanws, bien porque aún no habían podido romper el código de la marina alemana o bien porque mejoras en la máquina Enigma, le habían hecho perder esa ventaja.
De esta manera, cuando en 1943, los aliados volvieron ser capaces de leer lo que Enigma transmitía, la ventaja se puso claramente de su lado. Tan grandes se volvieron en ese primer semestre de 1943 las pérdidas de submarinos alemanas, que a pesar de que la tasa de hundimientos se mantuvo alta, Dönitz tuvo que decidir retirar sus unidades del Atlántico, en donde nunca volvería a ser surcado por las Wolf Pack.
No obstante, para no quitar importancia a este capítulo, ha que señalar que hace más que justicia a la importancia de este teatro de operaciones, porque de los lentos convoyes dependía que Inglaterra recibiese alimentos, materias primas y petroleo, todo lo que necesitaba para continuar la guerra. Estas líneas de suministros se mantuvieron abiertas a costa de incontables sacrificios de la Royal Navy y sobre todo de la marina mercante, tanto británica como estadounidense, puesto que estamos hablando de decenas de millones de toneladas de barcos hundidos. Un combate en que al principio todo parecía estar en contra de Inglaterra, que no tenía ni los recursos, ni el entrenamiento, ni la capacidad para custodiar unas líneas navales de una longitud casi inimaginable.
En cierta manera, casi más que Ultra, lo que salvó a Gran Bretaña fue que en los momentos de mayor de debilidad de los aliados, los alemanes no contaban con suficientes submarinos para estrangular las vías de comunicación de los alemanes, ni de la libertad de acción para concentrarlos en ese único objetivo, recursos y capacidad que sólo adquirieron en 1943, cuando Ultra y la superioridad tecnológica de los aliados hacían una victoria imposible.
Tampoco hay que ensalzar demasiado a los aliados, como bien muestra the World at War, su gestión de la guerra fue en muchas ocasiones pésima, en especial en la negativa del Bomber Command, hasta muy avanzada la campaña, de ceder bombarderos estratégicos para perseguir a los U-Boot, puesto que pensaban que toda su fuerza debería centrarse en la destrucción de la industria alemana. Un objetivo, como sabemos ahora, que estaba muy lejos de ser conseguido, mientras que unas cuantas decenas más de bombarderos de largo alcance equipados con radar podían haber puesto muy difíciles las cosas a Dönitz y sus submarinos en fechas muy tempranas del conflicto, consiguiendo hacer seguras las rutas marítimas del Atlántico y permitiendo liberar los recursos que impedían al Bomber Command crecer tanto como quería.
Un claro ejemplo de como en las grandes organizaciones las prioridades son todo menos claras y muchas veces la asignación de recursos obedece a rencillas y grupos de poder.
2 comentarios:
Los alemanes tampoco sacaron todo el provecho a sus bombarderos de gran radio de acción en la batalla del Atlántico. En abril de 1941 la Luftwaffe superó en tonelaje hundido a los submarinos (fue algo puntual, pero demuestra lo útil que podría haber sido para atacar el tráfico mercante aliado). Pero a partir de entonces los preparativos para la invasión de la URSS hicieron que la presencia de la aviación alemana en el Atlántico disminuyese mucho.
Se te ha colado un "Eureka" en vez de Enigma.
Un saludo.
Sí, precisamente comentan lo de los Condor tanto en su función de guiar a los submarinos como arma directa, así como la diversión a otros frentes debido a la campaña rusa.
Vaya, al final se me escapó un Eureka, no sé porque estaba todo el rato pensando en eso en vez de Enigma
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