sábado, 24 de noviembre de 2012

Bodies, faces and glances

Zoran Music, Autorretrato
 Los que me sigan sabrán de mi admiración por las exposiciones que organiza la fundación Mapfre, en una racha de continua de aciertos que parecía no tener fin. Desgraciadamente, con las exposiciones de este otoño parece haber dado un notable patinazo, especialmente para los que somos habituales, aunque quizá eso no importe dado la afluencia de público que una de las exposiciones está atrayendo.

Me refiero como pueden imaginarse a la muestra de Gaultier. Vaya por delante que en los tiempos que vivimos no tiene sentido quejarse porque los espacios dedicados al arte se dediquen a glosar la figura de los modistos. Hace ya mucho que dejo de existir una definición única de lo que es el arte, de lo que merece ese nombre y de lo que no lo merece, en gran medida por las propias investigaciones artísticas del modernismo, pero especialmente por la revolución postmoderna, que dejó de creer en categorías absolutas y definitivas.

Sin embargo, en esta ocasión me he visto obligado a boicotear la muestra de Gaultier o al menos a expresar mi indignación es esta tribuna. No se puede tolerar que de repente, por obra y gracia de esa exposición, la Mapfre se haya convertido poco menos que en un espacio vigilado, en el que es necesario adquirir un pase para visitar las exposiciones y el tránsito entre ellas está estrictamente controlado.... sin añadir ese comentario tan hiriente hoy en día de: "Si es que lo hacemos por su propio beneficio", cuando alguien se atreve a expresar su desacuerdo.

O eso, o es que piensan cobrar la entrada en el futuro y están aconstumbrado a la gente por adelantado.
Fujita Sugatara, Autorretrato
Así que me he limitado a la exposición  Retratos de la Colección del Centro Pompidu que dada la importancia de Gaultier en la formación del canon artístico contemporáneo ha sido relegada a las catacumbas del museo.

Desgraciadamente, la muestra tiene varios peros e inconveniente. El auténtico no es tal, sino más bien un reproche al centro Pompidu, ése museo de arte contemporáneo cuya colección es invisible, de manera que la mayor parte de los tesoros que alberga sólo pueden ser contemplados cuando se prestan a exposiciones temporales como el caso.

Por otra parte, dada la tendencia del modernismo hacia la abstracción, el simbolismo y el hermetismo, hablar de retratos supone claramente una exploración de la obra de los excéntricos del movimiento moderno, aquellos que sufrieron la repulsa y el desprecio de sus colegas artísticos por no apuntarse al ultimísimo ismo que estaba de moda. Como puede suponerse, esto es un plus en toda exposición de este tipo, al permitir que el aficionado se encuentre con nuevos nombres valiosos de los cuales no tenía idea de su existencia.

Sin embargo, esta desconexión entre movimiento moderno y el realismo consustancial al retrato provoca inevitablemente que se deba ampliar el marco en el que se mueve la exposición, hasta que al final quepa en él cualquier representación del cuerpo humano realizada por las vanguardias. De esta manera, si es posible justificar la inclusión de buena parte de la producción cubista, aunque para ellos el retratado no fuera muy diferente de una silla o una botella, y nunca pretendieran dotar a sus modelos de profundidad psicológico, más difícil, cuando no imposible, es justificar la presencia de ciertas obras de Magritte, del que los retratos que hizo son una contradicción irresoluble con su estilo maduro.

Este caso nos lleva al último punto, el hecho de que para llenar la exposición hay que recurrrir a obras de juventud o de decadencia de un artista, lo cual puede extraviar completamente al visitante no avisado, más aún cuando la información disponible, especialmente la de las audioguías, no es otra cosa que un acúmulo de elogios, o mejor dicho, un ejercicio encomiable en el arte de no tomar posición, que es otra de las variantes del postmodernismo.

Max Ernst, el rey jugando con la reína

Aún así, como digo, la muestra abunda en grandes nombres, tanto habituales como menos conocidos, y en obras de no menor importancia, que vienen a demostrar, si es que hacía aún falta, la inmensa e inacabable capacidad de transformación del movimiento moderno y las vanguardias históricas. Tal fue la acumulación de ideas, de nombres en ese tiempo histórico, que incluso los estudiosos sienten vértigo al abordar su estudio y aún hoy es imposible pensar en una clasificación/valoración definitiva, si es que esta existe, puesto que a cada intento se acaba con un puñado de nombres y obras hasta entonces desconocidas, pero que desde ese instante se tornan imprescindibles e irrenunciables, tornando todo museo de arte contemporáneo en una obra en continua construcción, donde nada es fijo ni inamovible.

Chabaud, Yvette

Y esta quizás hubiera sido la conclusión más importante que un aficionado podría sacar de esta muestra:  la riqueza de ese tiempo artísitico, la no menos amplía variedad de miradas e interpretaciones, todas correctas, todas equivocadas, todas valiosas.

Pero no ha podido ser, desgraciadamente.

Pablo Picasso, Mujer con Sombrero

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