A state of utter timelesness prevailed. There were
not even days and nights, there were just light and dark. The other
world, the world of women and shops, music and streets, churches and
harlots, no longer existed. It was something we’d once read in a book.
The only world was here. And the only time was now. There was no past,
present or future. There was only now. We’d always been here and we
always would be. It was just a passive state of sustained awfulness
John Ellis citando a Fred Majdalany en Cassino, The Hollow Victory
Casino es un nombre mítico en la historia de la Segunda Guerra Mundial. Durante casi cinco meses, de enero a mayo, los alemanes detuvieron el avance del ejército aliado hacia Roma, deteniendo tres ofensivas generales (y el intento de rodear la posición con el desembarco en Anzio), aguantando bombardeos similares a los que arrasarían las urbes industriales alemanas y en unas condiciones que recordaban, más que cualquier otra batalla de la segunda guerra mundial, el horror de los combates sin sentido de la primera guerra mundial.
Esa condición de lugar mítico no es un producto de la elaboración histórica posterior, como fuera el caso de la batalla de Midway, sino que los contemporáneos ya los sintieron como tal, los aliados occidentales como vergüenza y signo de su impotencia militar, mientras que para los alemanes era símbolo de su superioridad técnica y espiritual, como convenía a esa raza de señores (Herrenvolk) que estaba destinada a dominar Europa. Sin embargo, esta fama y esta leyenda de Casino obedece en gran parte a un error.
Como es sabido 1943 es el año de transición de la segunda guerra mundial. A principios de ese año, las potencias del eje sabían ya que no podrían alcanzar una conclusión victoriosa de la guerra, pero aún guardaban esperanzas de conseguir arrancar a los aliados una paz ventajosa o al menos no demasiado humillante. Si nos ceñimos a Europa, no hay que olvidar que en enero contaban con una fuerte base de operaciones en Tunez, que sólo caería en mayo tras varios reveses aliados, que fueron capaces de detener y hacer recular la ofensiva soviética de invierno, para lanzar en julio su tercer ofensiva de verano en el frente ruso, iniciando una batalla gigantesca cuyo resultados no estaba decidido de antemano, ni mucho menos.
El panorama era completamente distinto a finales de 1943. En ese momento los alemanes sabían que iban a perder irremediablemente la guerra. La blitzkrieg había sido detenida en Kursk, las divisiones acorazadas alemanas destruidas y la mayor parte de Ucrania había sido reconquistada por los rusos, que mantendrían la iniciativa en el frente del este, excepto pequeñas contraofensivas alemanas que sólo servían para retrasar unos meses lo inevitable. En occidente, los aliados habían tomado Sicilia, asegurado el control del mediterráneo y avanzado por la península italiana, provocando de rebote la caída de Musolini y la rendición de Italia. Cierto que su avance estaba detenido en Casino, pero como los propios alemanes reconocían en sus órdenes, el único objetivo que se pretendía era retrasar al enemigo, causándole el mayor número de bajas posibles.
Un estado de cosas en que la única salida que quedaba a las potencias del eje era una resistencia fanática que fuera tan sangrienta y costosa que obligase a los aliados a negociar y que permitiese una vuelta al status quo pre 1939. Esperanza vana, puesto que la guerra había llegado ya un punto en que sólo la rendición incondicional de las potencias del eje sería admitida y que llevaría al baño de sangre de los últimos dos años de la guerra en el que tanto Alemania como Japón serían arrasadas en una serie interminable de bombardeos terroristas.
Volviendo a Cassino, hay que decir que gran parte de su fama se debe a que era la única campaña activa que los aliados occidentales tenian en suelo activo. Una campaña que no nos olvidemos era secundaria frente a Overlord, el desembarco en Normandía, y cuyos recursos estaban supeditados a lo que sobrase del esfuerzo principal que se lanzaría en junio de 1944, siendo por tanto siempre insuficientes. Un frente secundario destinado a distraer algunas divisiones alemanas, tan secundario que en la mayoría de los libros de historia ve interrumpida su narración con el desemarco en Normandía, olvidando el segundo invierno en Italia y los largos e inutiles combates en la línea Gótica, la nueva línea fortificada que substituyo a la Gustav, en la que estaba incluida Casino.
El libro de Ellis del que he includo una cita es una gran crónica de esa batalla secundaria, convertida en leyenda por las razones equivocadas, en la que se señala como parte del mito se debió a que la insuficencia de recursos aliados nunca les permitió entablar una batalla decisiva, sino que les obligo a ese lento combate de desgaste, tan caro en vidas humanas, propio de la primera guerra mundial. Un bloque trágico y sangriento al que ayudaron en buena medida la ineptitud de los jefes militares aliados, desde un comandante en jefe del mediterráneo, Wilson, despreocupado de su labor, a un comandante del quinto ejército americano, que só,o pensaba en su imagen publicitaria y en tomar Roman, pasando por un comandante de las tropas en Italia, incapaz de respetar su autoridad.
Gracias al libro de Ellis, por otra parte, he conseguido por primera vez entender la marcha de las operaciones y la dificultad del relieve en la posición del Casino. Entre mis grandes sorpresa ha estado descubrir como los aliados tomaron casi la práctica totalidad del macizo que dominaba Casino y la abadía, de manera que entre ellos y el valle sólo quedaba una cresta, contra la que se estrellaron cuatro ofensivas sucesivas. Un absurdo sobre el mapa que se me hace difícil de comprender, pero que al mismo tiempo me hace entender el atractivo obsesivo que debió ejercer sobre los mandos aliados, atrapados por la idea de que bastaba un empujón más para romper la resistencia, futil esfuerzo en el que consumieron división tras división, sin poder apartar su atención de ella.
Porque algo que viene a confirmar el libro de Ellis es esa futilidad de la guerra, en la que los mejores planes, los soldados mejor entrenados, acaban siendo segados por las ametralladoras, reventados por las granadas de artillería, hechos trizas por las minas y las booby traps, sin que su valentía y sacrificio sirvan para nada, al contrario de lo que nos hacen creer pelis falsamente pacifistas como "Saving Private Ryan" en las que al final el esfuerzo se ve recompensado y los objetivos finales alcanzados, porque la verdad es que:
…And one should above all beware of letting this victory of human spirit persuade one that war is therefore ennobling, and so feed a mood that can only beckon us toward the precipice. For then that victory will have been the hollowest of them all.
John Ellis citando a Fred Majdalany en Cassino, The Hollow Victory
Casino es un nombre mítico en la historia de la Segunda Guerra Mundial. Durante casi cinco meses, de enero a mayo, los alemanes detuvieron el avance del ejército aliado hacia Roma, deteniendo tres ofensivas generales (y el intento de rodear la posición con el desembarco en Anzio), aguantando bombardeos similares a los que arrasarían las urbes industriales alemanas y en unas condiciones que recordaban, más que cualquier otra batalla de la segunda guerra mundial, el horror de los combates sin sentido de la primera guerra mundial.
Esa condición de lugar mítico no es un producto de la elaboración histórica posterior, como fuera el caso de la batalla de Midway, sino que los contemporáneos ya los sintieron como tal, los aliados occidentales como vergüenza y signo de su impotencia militar, mientras que para los alemanes era símbolo de su superioridad técnica y espiritual, como convenía a esa raza de señores (Herrenvolk) que estaba destinada a dominar Europa. Sin embargo, esta fama y esta leyenda de Casino obedece en gran parte a un error.
Como es sabido 1943 es el año de transición de la segunda guerra mundial. A principios de ese año, las potencias del eje sabían ya que no podrían alcanzar una conclusión victoriosa de la guerra, pero aún guardaban esperanzas de conseguir arrancar a los aliados una paz ventajosa o al menos no demasiado humillante. Si nos ceñimos a Europa, no hay que olvidar que en enero contaban con una fuerte base de operaciones en Tunez, que sólo caería en mayo tras varios reveses aliados, que fueron capaces de detener y hacer recular la ofensiva soviética de invierno, para lanzar en julio su tercer ofensiva de verano en el frente ruso, iniciando una batalla gigantesca cuyo resultados no estaba decidido de antemano, ni mucho menos.
El panorama era completamente distinto a finales de 1943. En ese momento los alemanes sabían que iban a perder irremediablemente la guerra. La blitzkrieg había sido detenida en Kursk, las divisiones acorazadas alemanas destruidas y la mayor parte de Ucrania había sido reconquistada por los rusos, que mantendrían la iniciativa en el frente del este, excepto pequeñas contraofensivas alemanas que sólo servían para retrasar unos meses lo inevitable. En occidente, los aliados habían tomado Sicilia, asegurado el control del mediterráneo y avanzado por la península italiana, provocando de rebote la caída de Musolini y la rendición de Italia. Cierto que su avance estaba detenido en Casino, pero como los propios alemanes reconocían en sus órdenes, el único objetivo que se pretendía era retrasar al enemigo, causándole el mayor número de bajas posibles.
Un estado de cosas en que la única salida que quedaba a las potencias del eje era una resistencia fanática que fuera tan sangrienta y costosa que obligase a los aliados a negociar y que permitiese una vuelta al status quo pre 1939. Esperanza vana, puesto que la guerra había llegado ya un punto en que sólo la rendición incondicional de las potencias del eje sería admitida y que llevaría al baño de sangre de los últimos dos años de la guerra en el que tanto Alemania como Japón serían arrasadas en una serie interminable de bombardeos terroristas.
Volviendo a Cassino, hay que decir que gran parte de su fama se debe a que era la única campaña activa que los aliados occidentales tenian en suelo activo. Una campaña que no nos olvidemos era secundaria frente a Overlord, el desembarco en Normandía, y cuyos recursos estaban supeditados a lo que sobrase del esfuerzo principal que se lanzaría en junio de 1944, siendo por tanto siempre insuficientes. Un frente secundario destinado a distraer algunas divisiones alemanas, tan secundario que en la mayoría de los libros de historia ve interrumpida su narración con el desemarco en Normandía, olvidando el segundo invierno en Italia y los largos e inutiles combates en la línea Gótica, la nueva línea fortificada que substituyo a la Gustav, en la que estaba incluida Casino.
El libro de Ellis del que he includo una cita es una gran crónica de esa batalla secundaria, convertida en leyenda por las razones equivocadas, en la que se señala como parte del mito se debió a que la insuficencia de recursos aliados nunca les permitió entablar una batalla decisiva, sino que les obligo a ese lento combate de desgaste, tan caro en vidas humanas, propio de la primera guerra mundial. Un bloque trágico y sangriento al que ayudaron en buena medida la ineptitud de los jefes militares aliados, desde un comandante en jefe del mediterráneo, Wilson, despreocupado de su labor, a un comandante del quinto ejército americano, que só,o pensaba en su imagen publicitaria y en tomar Roman, pasando por un comandante de las tropas en Italia, incapaz de respetar su autoridad.
Gracias al libro de Ellis, por otra parte, he conseguido por primera vez entender la marcha de las operaciones y la dificultad del relieve en la posición del Casino. Entre mis grandes sorpresa ha estado descubrir como los aliados tomaron casi la práctica totalidad del macizo que dominaba Casino y la abadía, de manera que entre ellos y el valle sólo quedaba una cresta, contra la que se estrellaron cuatro ofensivas sucesivas. Un absurdo sobre el mapa que se me hace difícil de comprender, pero que al mismo tiempo me hace entender el atractivo obsesivo que debió ejercer sobre los mandos aliados, atrapados por la idea de que bastaba un empujón más para romper la resistencia, futil esfuerzo en el que consumieron división tras división, sin poder apartar su atención de ella.
Porque algo que viene a confirmar el libro de Ellis es esa futilidad de la guerra, en la que los mejores planes, los soldados mejor entrenados, acaban siendo segados por las ametralladoras, reventados por las granadas de artillería, hechos trizas por las minas y las booby traps, sin que su valentía y sacrificio sirvan para nada, al contrario de lo que nos hacen creer pelis falsamente pacifistas como "Saving Private Ryan" en las que al final el esfuerzo se ve recompensado y los objetivos finales alcanzados, porque la verdad es que:
…And one should above all beware of letting this victory of human spirit persuade one that war is therefore ennobling, and so feed a mood that can only beckon us toward the precipice. For then that victory will have been the hollowest of them all.
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