Cuando se emitió Shiki en 2010, ya la califiqué como una de las mejores series de esa temporada. Es cierto que no es perfecta, ya que el diseño de los personajes y algunas de las decisiones sólo sirven para distraer de lo que está sucediendo en la pantalla, pero la fuerza de esta historia de vampiros al modo clásico con toques postmodernos triunfa sobre esos pocos defectos.
Como ya dijera en su momento, Shiki parte del mito clásico del vampiro, mostrándolos como monstruos cuyo poder es mucho mayor que el de los humanos, que en en su mayor parte se ven inermes ante ellos. Parte de esa superioridad se debe a que en el mito vampírico las primeras víctimas sólían ser los amigos, familiares y amantes del monstruo, de manera que los sentimientos de los vivos interferían con su instinto de supervivencia, haciéndoles olvidar que los muertos vueltos a la vida seguramente no retornan con los mismos sentimientos de amor y cariño que antaño tenían hacia ellos... sino seguramente para arrastrarles a la tumba de la que han escapado.
De este contraste entre el aspecto humano y el corazón de monstruo, surge el giro postmoderno al que me refería antes, ya que estos muertos en vida, aunque cazadores de sus antiguos seres queridos, no han olvidado los sentimientos que tuvieron en vida, lo cual provocará diversas y muy diferentes respuestas entre los vampiros recién nacidos, desde su entrega sin reservas a esa nueva vida de depredadores, envuelta con toda clase de justificaciones, hasta la renuncia a esta, basada en argumentos morales, y la búsqueda de la liberación en el suicidio.
Si variadas y en algunos casos, inesperadas, son las reacciones de los vampiros, no son los menos las de los humanos. Como digo, la serie utiliza el hecho de que nosotros ya pertenecemos a un bando, el de los humanos, para jugar con nuestro instinto de conservación y llevarnos a apoyar los intentos de las víctimas por descubrir primero que es lo que está sucediendo y luego buscar un modo de defenderse de sus atacantes. Sin embargo, a medida que avanza la serie, las fronteras entre ambos mundos comienzan a difuminarse, ya que ninguno de los humanos está libre de un reverso tenebroso que a medida que la situación empeora, se vuelve más y más visible, hasta dominar por completo el carácter de ese personaje. Así, el doctor que quiera salvar al pueblo y sus habitantes de su destrucción se revelará como un obseso, capaz de torturar y asesinar por sus ideales, mientras que el sacerdote del templo de la aldea, supuestamente a cargo de su protección, terminará por traicionarla y pasarse al lado de los vampiros, más preocupado por su bienestar que por el de sus antiguos vecinos.
Este rasgo, el de los humanos que cruzan al lado de los vampiros y son aceptados como iguales por ellos, constituye una región poco explorada en el mito vampírico, y sirve aquí de símbolo de todos aquellos que por una razón u otra rompen con la sociedad y buscan una venganza basada en ofensas reales o imaginadas. Sin embargo, el rasgo realmente original de la serie se encuentra en los episodios finales, los que siguen a la revelación de la amenaza que pende sobre el pueblo y la reacción de sus habitantes contra estos, ya que este combate toma rasgos de auténtica limpieza étnica.
Como ya he dicho una de las ventajas de los vampiros es el hecho de ser personas cercanas a sus víctimas. Frente a esta arma, la reacción de los aldeanos es destruir su propia humanidad y compasión. Esas personas amadas ya no lo son, se convierten en cosas, en alimañas que se pueden perseguir y eliminar, sin que esto acarree sanción ni castigo, ni mucho menos vergüenza o remordimiento. Libres, por tanto, de toda restricción moral, todo el odio, toda la crueldad que los seres humanos podemos albergar puede manifestarse en toda su extensión, llegando al extremo de que esta labor de asesinato y destrucción se realiza con la mayor naturalidad, como si fuera parte de la rutina diaria, con alegría y bromas, con paradas para descansar y tomar un pequeño refrigerio.
Una metamorfosis de personas civilizadas y respetuosas con la ley, en asesinos sin consciencia para los que sus crímenes están justificados, que es la que ha sufrido seres humanos normales en cualquier lugar del mundo, cuando la contienda civil, el odio racial y religioso estalla, y la única forma de continuar viviendo es eliminar a los que no son como tú.
Un estado de cosas, cuyo horror y naturalidad, su locura y al mismo tiempo su lucidez, son representadas con aterradora precisión por esta humilde serie.
(y no no me hagan hablar de eclipes y equinocios)
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