Como todos los domingos, llega el momento de revisar uno de los cortos de la la lista de 100 mejores recopilada por el festival de Annecy. En esta ocasión le ha llegado el turno a Sentimientos de Montaña y Agua (山水情) realizado en 1988 por el animador chino Wei Te.
En primer lugar, hay que decir que la animación china, especialmente lo que se conoce como escuela de Shangai, no ha alcanzado el reconocimiento que se merece, de manera que continúa siendo una auténtica desconocida para la mayoría de los aficionados, para los cuales la animación oriental se reduce al anime y poco más.
Hay razones objetivas para este olvido, ya que el primer momento brillante de la animación china tuvo lugar en la década de los ochenta, en un momento en que el país se hallaba prácticamente cerrado a occidente, de forma que sólo unas pocas de sus producciones llegaron a Occidente, obras que aún estaban lastradas, como el resto de la animación mundial por la influencia de Disney. Una evolución similar a la del resto de los países comunistas, que los llevó a convertirse en luminarias de la animación experimental, fue truncada por la revolución cultural de los sesenta, en la que animadores como el director de este corto,Wei Te, fueron obligados a abandonar su profesión y enviados a centros de reeducación. Sería sólo a la muerte de Mao y la transición de China a un régimen capitalista de partido único, cuando la animación china volvería a brillar, para apagarse de nuevo, como en el resto de los países del este, con la supresión de las ayudas estatales tras la desaparición de los regímenes comunistas ortodoxos.
Dejando atrás la política, lo primero que asombra de este corto es que se trata de una plasmación animada de los fundamentos teóricos de la pintura china, en concreto, la realizada con tinta y fuertemente influenciada por las creencias budistas. Un estilo de pintura, que se podría denominar de impresionista e impresionista al mismo tiempo, ya que los pintores clásicos chinos aprendieron, ya en el siglo IX y X, que bastaba con reducir al mínimos los trazos, en aplicar cuidadosamente las manchas de tinta por la superficie pictórica, para que el azar y nuestros automatismos mentales hicieran surgir un paisaje completo de la nada. Una tecnica que podemos llamar impresionista por esa reducción al mínimo de los recursos y por falta de miedo, a la hora de mostrar los fundamentos básicos del trabajo pictórico, la pincelada y el propio soporte, que juega a combinar lo pintado con lo dejado sin pintar a la hora de crear sus efectos. Impresionista en ese sentido, como digo, pero también expresionista, ya que del modo en que los trazos son aplicados, de la fuerza o la delicadeza de la pincelada, debe ser posible también adivinar los sentimientos del artista.
Dicho así, el corto podría haberse reducido a una simple colección de bellas pinturas, incluyendo en su interior todos los defectos que la crítica francesa atribuye al no-cine. Sin embargo, Wei Te, además de ser un gran animador es una de esas personalidades en la historia de la disciplina que ha sido capaz de crear una técnica propia, en este caso, un hibrido entre los cut-out y la animación 2D tradicional, que provoca que esas pinturas clásicas de las que hablábamos, pierdan todo su estatismo inherente, y adopten el movimiento que suponemos esencial a la cinematografía. Una animación en sentido estricto, en el que Wei Te mueve a sus personajes por la escena y realiza transiciones entre ellas, con la misma elegancia. calma y paz que suelen transmitir esas obras del arte clásico chino, jugando como ellas al contraste entre lo pintado y lo dejado sin pintar, entre lo acabado y lo inacabado, lo explícito y lo intuido, para trasladarlo incluso a la banda sonora, en un corto esencialmente mudo, en el que se alterna la música, la interpretada por los personajes en escena, con el silencio interrumpido solamente por los sonidos de la naturaleza.
Una música que no se interpreta por causalidad, sino que acaba por ser el elemento temático central del corto, ya que en el lo que se narra es como un maestro ya viejo instruye a su joven discípulo, para acabar entregándole su propio instrumento y desvanecerse luego entre la niebla. Leve y al mismo tiempo profunda peripecia argumental, que acaba tomar más relevancia si tenemos en cuenta que a finales de los 80, el tiempo en que este corto se creo, el mismo Wei Te empezaba a ser ya un anciano y su obra más importante, como el maestro del corto, no era ya crear composiciones nuevas, sino entregar el testigo a nueva generación que fuera capaz de mantener vivo su arte.
Y como siempre. aquí les dejo el corto. Desconecten el teléfono, pongan el messenger en modo ausente, y dejense seducir por la belleza de este corto, ejemplo, como pocos, de la profundidad y altura expresiva que puede alcanzar la animación.
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