In the post Roman west, almost this material sophistication disappeared. Specialized production and all but the most local distribution became rare, unless for luxury goods, and the impressive range and quantity of high-quality functional goods, which had characterized the Roman period, vanished, or, at the very least, were drastically reduced. The middle and lower markets, which under the Romans has absorbed huge quantities of basic, but good-quality, items, seems to have almost entirely disappeared.
Bryan Ward-Perkins, The Fall of Rome and the end of civilisation
Les llevo dando la lata con este libro desde hace semanas y al fin ha llegado el momento de comentarlo.
Les diré, en primer lugar, que el libro es especialmente pequeño, apenas 180 páginas de texto útil, donde eso sí, no sobra ni una coma, más aún, se puede decir que cada frase es un mazazo contra esa nueva concepción según la cual el Imperio Romano no cayó en el siglo V, sino que continuó tal y como era, solo que con nuevos dueños, una transición que se produjo de manera pacífica tras un acuerdo mutuo entre las élites romanas y los emigrantes bárbaros. Ward-Perkins analiza más tarde las razones políticos de este cambio de óptica, pero digamos que en su versión extrema, la que se ha popularizo en las décadas finales del siglo XX, esta interpretación de lo que ocurrió en los siglos IV-VIII en el ámbito del Imperio Romano, es tan absurda como la que llamaba encuentro entre culturas a la destrucción de las civilizaciones precolombinas por parte de los conquistadores españoñes en el siglo XVI.
No es que la visión que nos enseñaron a muchos en la escuela fuera cierta. En entradas anteriores ya he comentado suficientemente como la idea de unos bárbaros desprovistos de civilización y epítome de todos los males que arrasan a sangre y fuego un indefenso imperio romano es insostenible, pero la idea de continuidad a ultranza, de evolución sin ruptura es un exceso igual que el libro de Ward-Perkins demuele sin contemplaciones. Una tarea que se consigue de forma poco común en lo que sería la práctica actual de la historia, tan contaminada por la laxitud del postmodernismo, que propone que es imposible escribir la historia y que esta disciplina no es otra cosa que literatura. Contra esto, Ward-Perkins utiliza los datos básicos que aporta la arqueología, monedas, tejas y cerámicas, extraidos de yacimientos estudiados y analizados durante decenios.
La conclusión, resumida en el párrafo que he incluido al principio, es tan inesperada y sorprendente, como lógica y natural. En tiempos del Imperio Romano existían elaboradas redes comerciales que no se limitaban a los productos de lujo, sino que conseguían que productos de uso cotidiano destinados a un amplio porcentaje de la población, como tejas y cerámicas, se produjeran en talleres especializados, casi auténticas industrias y se distribuyeran por amplias zonas del imperio. No sólo eso, los productos fabricados en esos talleres eran de alta calidad, como demuestra el hecho de haberse encontrado pilas de vasijas que fueron rechazados en origen y nunca distribuidas, por haber salido defectuosas o no alcanzar el nivel de calida esperado. Una altísima calidad que, repito, no se aplicaba a productos utilizados por la élite y por tanto de elevado coste, sino a objetos destinados a consumo masivo, de uso cotidiano y que se han encontrado en lugares de habitación humilde, es decir, productos de precio reducido, producidos de forma casi industrial y distribuidos también en masa.
Esta sofisticación desaparece a partir del siglo V en el Occidente Romano y en el siglo VI en el Oriente. En primer lugar estos objetos de uso cotidiano utilizados por cualquiera empiezan a ser de mala calidad y de producción local, lo que señala al hundimiento de las redes comerciales, excepto para los productos, joyas, armas, utilizados por la élite. Es más, el estudio de estos productos de uso cotidiano demuestra que una buena parte de las técnicas utilizadas en el mundo romano desaparecen con el imperio y que en todos los ámbitos se produce una involución, una reducción de las condiciones de vida que no se recuperaría hasta el siglo XV/XVI en Europa y que en bastantes caso las hizo retroceder a niveles no hay prerromanos, sino anteriores a los pueblos que Roma encontró y conquistó.
Entonces ¿Por qué este vuelco? Parte de la explicación esta en el efecto rebote provocado por el derrumbamiento de la arqueología cultural que veía la explicación de todo cambio cultural en invasiones de pueblos venidos de un supuesto depósito inagotable de población situado en las estepas, que desplazaban (= exterminaban) a los anteriores pobladores, pero también hay otro elemento más político y perverso, el hecho de que en los últimos decenios de construcción Europea, el centro político de la unión ha estado más o menos en la antigua Tréveris carolingia, es decir, en tierras de francos y sajones, con un profundo acento en la predominancia alemana, y por tanto un deseo de presentar a esos bárbaros que acabaron con el Imperio, como los buenos de la historia, los auténticos predecesores de la nueva comunidad Europea, y no el antiguo y difunto Imperio Romano (y la antigua Grecia clásica), cuyo centro se hallaría en los países más pobres y más incómodos de la nueva Unión Europea.
Bryan Ward-Perkins, The Fall of Rome and the end of civilisation
Les llevo dando la lata con este libro desde hace semanas y al fin ha llegado el momento de comentarlo.
Les diré, en primer lugar, que el libro es especialmente pequeño, apenas 180 páginas de texto útil, donde eso sí, no sobra ni una coma, más aún, se puede decir que cada frase es un mazazo contra esa nueva concepción según la cual el Imperio Romano no cayó en el siglo V, sino que continuó tal y como era, solo que con nuevos dueños, una transición que se produjo de manera pacífica tras un acuerdo mutuo entre las élites romanas y los emigrantes bárbaros. Ward-Perkins analiza más tarde las razones políticos de este cambio de óptica, pero digamos que en su versión extrema, la que se ha popularizo en las décadas finales del siglo XX, esta interpretación de lo que ocurrió en los siglos IV-VIII en el ámbito del Imperio Romano, es tan absurda como la que llamaba encuentro entre culturas a la destrucción de las civilizaciones precolombinas por parte de los conquistadores españoñes en el siglo XVI.
No es que la visión que nos enseñaron a muchos en la escuela fuera cierta. En entradas anteriores ya he comentado suficientemente como la idea de unos bárbaros desprovistos de civilización y epítome de todos los males que arrasan a sangre y fuego un indefenso imperio romano es insostenible, pero la idea de continuidad a ultranza, de evolución sin ruptura es un exceso igual que el libro de Ward-Perkins demuele sin contemplaciones. Una tarea que se consigue de forma poco común en lo que sería la práctica actual de la historia, tan contaminada por la laxitud del postmodernismo, que propone que es imposible escribir la historia y que esta disciplina no es otra cosa que literatura. Contra esto, Ward-Perkins utiliza los datos básicos que aporta la arqueología, monedas, tejas y cerámicas, extraidos de yacimientos estudiados y analizados durante decenios.
La conclusión, resumida en el párrafo que he incluido al principio, es tan inesperada y sorprendente, como lógica y natural. En tiempos del Imperio Romano existían elaboradas redes comerciales que no se limitaban a los productos de lujo, sino que conseguían que productos de uso cotidiano destinados a un amplio porcentaje de la población, como tejas y cerámicas, se produjeran en talleres especializados, casi auténticas industrias y se distribuyeran por amplias zonas del imperio. No sólo eso, los productos fabricados en esos talleres eran de alta calidad, como demuestra el hecho de haberse encontrado pilas de vasijas que fueron rechazados en origen y nunca distribuidas, por haber salido defectuosas o no alcanzar el nivel de calida esperado. Una altísima calidad que, repito, no se aplicaba a productos utilizados por la élite y por tanto de elevado coste, sino a objetos destinados a consumo masivo, de uso cotidiano y que se han encontrado en lugares de habitación humilde, es decir, productos de precio reducido, producidos de forma casi industrial y distribuidos también en masa.
Esta sofisticación desaparece a partir del siglo V en el Occidente Romano y en el siglo VI en el Oriente. En primer lugar estos objetos de uso cotidiano utilizados por cualquiera empiezan a ser de mala calidad y de producción local, lo que señala al hundimiento de las redes comerciales, excepto para los productos, joyas, armas, utilizados por la élite. Es más, el estudio de estos productos de uso cotidiano demuestra que una buena parte de las técnicas utilizadas en el mundo romano desaparecen con el imperio y que en todos los ámbitos se produce una involución, una reducción de las condiciones de vida que no se recuperaría hasta el siglo XV/XVI en Europa y que en bastantes caso las hizo retroceder a niveles no hay prerromanos, sino anteriores a los pueblos que Roma encontró y conquistó.
Entonces ¿Por qué este vuelco? Parte de la explicación esta en el efecto rebote provocado por el derrumbamiento de la arqueología cultural que veía la explicación de todo cambio cultural en invasiones de pueblos venidos de un supuesto depósito inagotable de población situado en las estepas, que desplazaban (= exterminaban) a los anteriores pobladores, pero también hay otro elemento más político y perverso, el hecho de que en los últimos decenios de construcción Europea, el centro político de la unión ha estado más o menos en la antigua Tréveris carolingia, es decir, en tierras de francos y sajones, con un profundo acento en la predominancia alemana, y por tanto un deseo de presentar a esos bárbaros que acabaron con el Imperio, como los buenos de la historia, los auténticos predecesores de la nueva comunidad Europea, y no el antiguo y difunto Imperio Romano (y la antigua Grecia clásica), cuyo centro se hallaría en los países más pobres y más incómodos de la nueva Unión Europea.
4 comentarios:
Pues viendo cómo están las cosas en la Unión Europea en estos tiempos, la próxima corriente defenderá que Odoacro llegó a Roma para imponer un plan de rescate y salvar al imperio de sus incompetentes gestores.
Miedo me da que se basen en el imperio Carolingio para decidir cual es la Europa buena y cual es la mala
me han resultado extremadamente sarcásticos pero ajustados sus últimos párrafos
también me parece que intentar inventar en contra de las obviedades es algo frustrante, porque si al final es que los godos llegaron aquí en un pak de turismo masivo y resulta que les gustó tanto que se quedaron, y ya de paso como fueron invitados a participar en los eventoscivicoculturales pues entre las opciones que les dieron eligieron ponerse de reyes, pero eso sí, todo fue muy predemocrático y sin oposición alguna, osea, ¿que no les gustó las reglas del juego luego y las cambiaron?, ya que estaban de reyes pues eso... pero todo sin sangre "tó en calma y mu civilizao".
un sarkástico saludo de
Anarkasis
La ironía es en parte obra del señor Ward Perkins, pero no puede ser más ajustada, en el sentido de que esa nueva versión más parece el cuento de caperucita que otra cosa, e indigna de unos expertos en el tema, que deberían estar al corriente de la cotidianedad de la violencia en los hechos históricos
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