En la revisión semanal de la lista de mejores cortos animados (según el festival de Annecy) le ha llegado el turno a 78 Tours dirigido en 1985 por Georges Schwizgebel, el cual por si no lo sabían ya a estas alturas de la lista, es uno de los grandes de la animación contemporánea.
¿Y eso por qué? se preguntarán. Simplemente porque Schwizgebel parece haber llevado al extremo la obsesión por el movimiento y el cambio que constituye las esencia de la animación. Su animación no es que sea completa y detallada, sino que se caracteriza porque sus personajes y motivos se hallan en continua transformación, metamorfoseándose unos en otros sin detenerse nunca, mientras que su cámara, la supuesta cámara que rueda la escena, se halla también en continuo movimiento, alejándose y acercándose, girando alrededor de los personajes, desplazándose para dejar ver otros detalles que estaban fuera de campo. Un continuo movimiento y transformación, de lo visto y de la posición del observador, que es una de las maneras más difíciles de la animación, al requerir que cada fotograma se dibuje por entero, tarea aún más exigente si se considera que los fotogramas de Scwhizgebel son obras pictóricas, creadas con técnicas pictóricas y que por tanto requieren un trabajo mayor que el clásico acetato utilizado en animación
Dicho esto, como en otras ocasiones podría quedarse en un mero reto técnico, un ejercicio de fin de curso que sirva para demostrar el dominio de la técnica, o mucho peor en un batiburrillo sin sentido de líneas, colores y movimientos. Ambos riesgos, el del autismo expresivo y el de la exhibición presuntuosa, los evita el animador suizo de forma elegante, al convertir cada uno de sus cortos en una meditación sobre la vida. En concreto, las 78 revoluciones que dan título al corto, sirven a Schwizgebel para representar una serie de ciclos vitales, los de la diversión y el placer, los cuales se ilustran al ritmo de las melodías que esperaríamos escuchar en una feria de verano.
De esa manera, todas esas metamorfosis, todos esos desplazamientos y movimientos, acaban convirtiéndose en un baile en el que nosotros, los espectadores, participamos, haciéndonos sentir la alegría, la diversión, teñida de cierta melancolía, de esos momentos que están siendo representados ante nuestros ojos.
Y como siempre, aquí les dejo el corto que acabo de comentar. Disfrutenlo y saboreenlo, como bien merece.
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