viernes, 12 de septiembre de 2008

Format Matters



Para completar esta entrada, bastaría con las dos capturas anteriores, por aquello de ilustrar quien sabe utilizar el formato y quién no, y como los recortes son mutilaciones, incluso en una forma tan poco apreciada como el anime.

Pero el caso, es que hay que decir algo más, puesto que en la captura completa, se aprecia uno de los toques característicos de Shinbou Akiyuki, el hombre al timón de la productora Shaft, y una de las personalidades más interesantes del anime actual.

El toque al que me refiero y que sirve como firma de sus creaciones, es la inclusión de objetos reales, frutas, relojes muñecos, una radio como este caso, en el espacio animado, produciendo un efecto de extrañeza y de discordancia, todo lo contrario del toque uniforme y perfectamente acabado que se supone la seña de la buena animación.

Una firma propia suya, el objeto real incluido en la animación, que no es más que una variante de la gran seña de identidad de Shaft y Shimbou, el afán por poner el estilo por delante de la narración, y cuando hablo de estilo quiero decir experimentar con las posibilidades y los estilos de la animación, pillando por sorpresa al espectador, y provocando de rebote que los aficionados, al menos aficionados que buscan ver algo más en el anime que lo de siempre, se hayan dividido en bandos contrapuestos, los proShimbou y los antiShimbou.

Así por ejemplo, en el primer episodio de Hidamari Sketch x 365, la continuación de la serie del año pasado Hidamari Sketch, se puede uno topar con este tour de force animado





Un enfoque experimental, formalista que al mismo tiempo se convierte en un acierto narrativo, ya que lo que se nos está narrando es el examen de acceso de la protagonista, y por tanto su soledad y miedo. Unos sentimientos que narrados de manera tradicional, o más realista, nos habrían sonado a algo conocido, sin llegar a decirnos nada, mientras que así, esa experiencia se muestra fresca y renovada, cumpliendo uno de los viejos objetivos del arte, uno de tantos posibles, el de narrar lo de siempre de manera nueva... o por decirlo en términos formales, la novela rosa, o el folletín de entregas, sólo deben cultivarse si su tratamiento formal es el más vanguardista posible.

De hecho así ocurre aquí, porque la narración de los triviales acontecimientos en la vida de unas estudiantes de bachillerato, debía haber dado lugar a otra serie más de experiencias juveniles, más o menos cargada de azúcar, pero narrada tal y como lo hace Shimbou, con ese toque experimental tan suyo, esa su mirada nueva sobre asuntos viejos, consigue que nos creamos esos conflictos, que consideremos a ese grupo de amigas como viejas conocidas nuestras, a las que nos gusta visitar cada semana por ver como les va la vida.

De forma que a él le basta, para mostrarnos la personalidad de cada una, mostrarnos los dibujos que hacen para la escuela de arte en la que estudian...






...o como una de ellas tienes ese rasgo de desmesura que consideramos indisociable del artista genial, ya que ha replicado a gran tamaño en el suelo de su habitación, los mismos diseños que se complace en dibujar...


Para terminar, debo decir que Hidamari Sketch x 365, me está gustando menos que su antecesora, quizás porque veo a Shimbou menos dispuesto a desmelenarse formalmente (ciertos episodios de la primera temporada fueron realmente magistrales, como los sueños de uno de los personajes estando con fiebre en la cama). Sin embargo, debo decir también que la estaba viendo en 4:3 y que cuando he podido revisar el primer episodio en 16:9 me he quedado gratamente sorprendido.

Porque ya se sabe: Format Matters.

Y en arte más.

2 comentarios:

BUKEPHALOS dijo...

Un post complejo
mas de mensaje claro.
Me compraré un cuaderno más grande
para que quepa más.

Aunque yo era más rollo Webern;
Ya sabes, la economía de estilo.
Más rollo Picasso-bosquejador;
Subestimando todo esfuerzo digno de un artesano.

Dejaré márgenes.

Gracias. Brillante.

David Flórez dijo...

No se me asuste,
pues al fin y al cabo
uno siempre ha estado enamorado
de esos cuadros de Miró
con un único punto de color
sobre un fondo uniforme.

O de aquel pintor/caligrafista chino
que decía que su oficio consistía
en recorrer el mundo
y luego en un solo trazo
resumir toda su esencia.