lunes, 29 de junio de 2009
Fan Service/High Art
No es la primera vez, en el curso de estas anotaciones mías, que he señalado mi admiración por Akiyuki Shimbou y su estudio Shaft, y si esta vez vuelvo a él, es debido a un fenómeno cinéfilo colateral que anda dando mucho la lata últimamente en los foros de entendidos (o al menos de los que creen ser entendidos).
Se trata ni más ni menos de la reivindicación por parte de la crítica joven, e incluso de ciertas revistas de prestigio, de ciertas facetas cinematográficas, como es el caso de Steven Seagal o la llamada Nueva Comedia Americana, basándose en un gamberrismo que supuestamente, en su versión extremada, supone un reto a las esctructuras anquilosadas de ese arte, mientras que en su versión laxa, es simplemente una excusa para la diversión y el desparrame descerabrado, tan digno de atención y estudio como las formas supuestamente más nobles (rellénese con la vaca sagrada que se desee).
Hasta aquí bien, y de hecho la secuencia que he incluido al principio, perteneciente al OVA, Haru, de Mahou Sensei Negima, podría encajar perfectamente en ese movimiento crítico del que hablo, donde la calidad se resume simplemente en el placer sentido, sin que pueda admitirse otro criterio que la más absoluta subjetividad que luego se prentende disfrazar con razonamientos sesudos... o mucho peor tejiendo una red inmensa de relaciones inexistentes excepto en la mente del crítico.
Sin embargo, hay un detalle muy importante que diferencia a Shimbou de Steven Seagal o los (supuestos) maestros de la nueva comedia cinematográfica. Se trata de que estos últimos sólo tienen un registro, el cual repiten una y otra vez, mientas que Shimbou es capaz de transitar, sin solución de continuidad ni despeinarse, de la comedia de sal gorda a la expresión más artística y experimental, como demuestra esta brevísima secuencia de Natsu no Arashi, una de las pocas series aprovechables de esta primavera ya pasada...
...¡y todo esto incluso dentro de la misma serie!, de forma que al enfrentarse a él no se puede aplicar la habitual distinción entre obra alimenticia y obra seria, sino que todo, lo supuestamente bueno y lo supuestamente malo, se nos presenta contenido en un mismo paquete que debemos aceptar o rechazar por entero.
O dicho de otra manera, tenemos a alguien que si quisiera podría poner patas arriba al anime, puesto que se muestra conocedor y maestro de esos caminos inexplorados, los cuales ama y en los que disfruta aventurándose, pero que al mismo tiempo gusta y disfruta también de esa sal gorda, la cual le proporciona una diversión similar.
Es decir, alguien que se mueve con igual de facilidad y comodidad, tanto arriba como abajo, en los registros fáciles y en los difíciles, entre los entendidos y los simples aficionados.
Lo que podríamos llamar la marca del auténtico gamberro, y no la de tanto advenedizo propuesto.
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