domingo, 28 de junio de 2009

In Indian Territory

So the men of the Dai Ichi (el autor habla de MacArthur y su estado mayor, a cargo de las tropas americanas en la guerra de Corea) had doctored the intelligence in order to permit MacArthur's forces to go where they wanted to go militarily, to the banks of Yalu. In the process they were setting the most dangerous of precedents to those who would follow them in office. In this first instance it was the military that had played with the intelligence, or more accurately, one rogue wing of the military that deliberately manipulating the intelligence it sent to the senior military men and civilians back in Washington. The process was to be repeated twice in the years to come, both subsequent time with the civilians manipulating the military, with the senior military men reacting poorly in their own defence and thereby placing the men under their command in unacceptable combat situations... All this reflected something George Kennan warned about, the degree to which domestic politics had now become a part of national security calculations, and it showed the extent to which the American government had begun to make fateful decisions based on the most limited of truths and the most deeply flawed intelligence in order to do what it wanted to do for political reasons, whether it would work or not.

David Halberstam, The Coldest Winter.

Para entender el párrafo anterior, es necesario explicar brevemente la situación a la que se refiere. Concretamente, como el comandante en jefe de las tropas Americanas en Corea y gobernador del Japón ocupado, Douglas MacArthur, siguiendo los dictados ideológicos de su facción política afín y convencido de su genialidad, cuya leyenda el mismo había construido habilmente, desobedece las instrucciones de su propio gobierno, desoye todos los avisos en contra de sus decisiones y hace avanzar sus tropas en Corea más allá de lo militar y políticamente razonable, para caer en una gigantesca trampa preparada por el ejército popular chino, que casi produce la destrucción de las tropas expedicionarias americanas, sólo por no haber atendido a los avisos que le llegaban de todas partes y no haber seguido las precauciones más elementales.

Una situación la del alto cargo que intenta manipular la percepción de la situación para que se ajuste a sus objetivos personales y que lo único que consigue es llegar a su patria al borde de la catástrofe, que se repetiría como muy bien dice Halberstam dos veces más, sólo que ésta vez por culpa de las autoridades civiles. Una cuando el tandem Kennedy/Johnson intentase justificar su intervención en Viet-Nam, haciendo más peligroso de lo que realmente era al Viet-Cong y la amenaza comunista y prometiendo una victoria rápida y deslumbrante que nunca llegaría, mientras que la otra aún la estamos viviendo y sufriendo, la estúpida e inexcusable invasión de Irak a cargo de Bush, con la diferencia de que esta vez, los responsables acabaron por creer su propia propaganda.

Éste párrafo y este análisis, poniendo en contexto lo sucedido hace ya casi sesenta años con el transcurrir posterior de la política americana hasta nuestros días, bastaría para indicar la importancia como libro de historia de la crónica de Halberstam sobre la guerra de Corea, independientemente de que tienda a cargar las tintas en su desmontaje del mito de MacArthur, con justicia, puesto que ha sido demolido completamente por los historiadores contemporéneas, y tienda a glorificar a los componentes de la administración Truman, aunque muchas veces él mismo nos hace notar que no estaban en su mejor momento, como el el caso de un General Marshall en decadencia o de un Truman incapaz de oponerse a las marrullerías del ala dura del partido republicano, encabezados por McCarthy y la revista Time, siempre dispuesto a acusar a la administración de ser soft on communism, cuando no una quinta columna de los mismos.

Unos defectos que no empequeñecen la obra de Halberstam y que si los uno a mi lectura ya comentada de Hitler's Empire de Mark Mazover, hacen aún más pequeña e innecesaria la última obra de Beevor, también reseñada anteriormente.

¿Y en qué esta grandeza? Simplemente que cuando se trata de narrar los acontecmientos del primer año de la guerra de Corea, de verano 1950 al invierno de 1951, Halberstam no tiene incoveniente en abrir el foco de su estudio tanto como sea necesario, y retrotraerse a finales de los años 30, al apoyo de EEUU en favor de China contra la invasión japonesa, para así mostrarnos la fuerte implicación de amplios sectores de EEUU, principalmente del ala dura republicana, en los asuntos de Extremo Oriente y como ante cualquier incidente que ocurriera allí intentarían torcer la mano al gobierno, bien mediante campañas de prensa, como era el caso de la revista Time, o con acciones en el congreso y el senado... mientras que los auténticos expertos en la realidad China, aquellos que bien habían pasado la guerra allí o la habían estudiado en profundidad y por tanto conocía las limitaciónes del gobierno de Chang Kai Chek y las razones de la victoria de Mao, eran apartados de los órganos de gobiernos y sus voces silenciadas, convertidos en chivos expiatorios por la derrota de la China Nacionalista y la toma del poder comunista en 1949.

Un estudio que si no tiene miedo en moverse adelante y atrás en el tiempo, como demuestra asímismo el breve pero profundo perfil biográfico de MacArthur, imbricado con la evolución política de la nación, tampoco tiene problemas en hacerlo espacialmente, haciéndonos visitiar los distintos centros de poder, Moscú, Washington, Tokio, Pekin, para desvelarnos la historia secreta de esos días, lo que se dijo, lo que se discutió, lo que se calló, lo que se engañó y conspiró, al igual que no le importa descender las escaleras del poder para narrarnos lo experimentado por los soldados rasos (desgraciadamente sólo americanos), obligados a pagar con su cuerpo y su sufrimiento las marrullerías de sus mandos... sin que nunca se pierda el hilo de la narración, o más importante, el contexto en el que se está moviendo o el lugar en el que se encuentra el lector.

Y si hay una conclusión que surge de este libro es una sensación demasiado familiar para todos aquellos aconstumbrados a la lectura de la auténtica historia militar o en general la auténtica historia. Para muchos la historia parece reducirse a conspiraciones realizadas por omnipotentes sociedades secretas, o en una versión más laxa, a grandes planes de futuro tomados en el secreto de los despachos, la idea que evoca este libro es como el azar desmorona los mejores planes, las mejores decisiones, los mejores rumbos, y como nuestra visión de lo que nos rodea está distorsionada por nuestra estupidez, nuestros defectos y limitaciones o simplemente nuestras ilusiones y esperanzas, hasta el extremo de que dejamos de percibir lo que ocurre, para imaginar lo que deseamos que ocurra.

Hasta que la realidad nos despierta de una bofetada, como ocurriera con MacArthur y Bush.

2 comentarios:

Tomás dijo...

Se agradecen estas reseñas y pinceladas. La historia es cada vez más accesoria.

Un saludo.

David Flórez dijo...

La historia es cada vez más accesoria...

Debo confesar que llevo un buen rato pensando en lo que querías decir, quizás por la conclusión se encuentra en las antipodas de mi visión, un auténtico "history junkie" que le dicen...