Jacob Epstein, The Rock Driller
Hay exposiciones que son especialmente interesantes, no por lo que son, sino por lo que no han llegado a ser, como ocurre con la muestra 1914!, abierta en la Thyssen madrileña.
Una exposición que, como muchas otras de los últimos tiempos, se podría calificar de tesis, al intentar ilustrar una idea con ayuda de las expresiones artísticas de la época tratada, en este caso, la primera guerra mundial, y el concepto las relaciones del arte/artista con la guerra.
Una ilustración que fracasa completamente, principalmente por el desajuste evidente entre el modo en que nuestro tiempo espera que esa relación arte/guerra se exprese y el modo en que ésta se expresó en aquella gran guerra. En efecto, para nosotros, occidentales para los que la guerra es algo que se ve en los telediarios, la expresión artística de esos conflictos debe ser esencialmente denuncia, y el artista un comentador/analista que señala con su obra la perversidad radical de la naturaleza humana fomentada por la injusticia de las estructuras políticas y sociales. El momento, en definitiva, de poner los recursos del artista al servicio de una causa y de dar por ella lo mejor de sí mismo.
Por ello, todo aquel que vaya buscando ese punto de vista en esta exposición saldrá profundamente defraudado, ya que las respuestas de los artistas no fueron las que esperaríamos ahora... o cuando lo fueron se produjeron a destiempo, ya que gran parte de la vanguardia histórica, como la propia sociedad a la que pertenecían, era profundamente belicista y agresiva, enamorada de la máquina aunque esta se convirtiera en elemento de aniquilación, e imbuida hasta la médula de que ese despertar guerrero de 1914 supondría un revulsivo en la cultura y la sociedad europa de su tiempo, elimando lo viejo, caduco y débil, y dejando lo fuerte, nuevo y poderoso. Un concepto, una actitud vital, del que son ejemplo paradígmatico los futuristas italianos, con su apoyo ferviente a la guerra y la intervención, y su apoyo casi unánime al fascismo que vendría después, como expresión de su sentir y sus ideales, de los cuales la guerra mundial no sirvió para despertarles, sino más bien para lo contrario, para confirmarles y reafirmarles.
Un movimiento, el Futurismo, que representa, es cierto, una faceta de la reacción de los artistas e intelectuales ante la guerra, pero que es crucial a la hora de entender porqué Europa se entrego al asesinato colectivo durante cuatro años, sin vacilaciones, dudas o arrepentimientos hasta que fue demasiado tarde, y que en esta exposición, fuera de un par de obras futuristas, se deja practicamente de lado, de forma que el visitante que no esté ya avisado se perderá completamente esta relación.
Sin embargo, el gran problema de esta exposición no está en omisiones o descuidos como el señalado. El auténtico error estriba en que, al contrario de nuestro tiempo y nuestra sociedad, donde la guerra es algo lejano que no nos afecta en nuestra vida diaria, la primera guerra mundial demolió tanto las sociedades y sus creencias como la vida diaria. Así, para la mayoría de los artistas, la guerra supuso un antes y un después, un momento que marcó su trayectoría artística y les forzó a cambiar el modo en que entendían el arte, simplemente porque muchos de ellos fueron reclutados por el ejército de su país, viéndose obligados a renunciar a la práctica de su oficio durante ese periodo, piénsese en Braque o Léger, o perecieron en la lucha, como fue el caso de Macke o Marc, mientras que otros, debido a las penurias de la retaguardia, entraron en una profunda depresión que les imposibilitó artísticamente, como ocurriera con Kandinski.
Resumiendo, que la producción artítistica en esos años de guerra se contrajo hasta casi desaparecer, de forma que apenas hay ejemplos que sirvan para ilustrar ese sobreentendido nuestro de Artista+Guerra=Denuncia, más aún si se tiene en cuenta que la mayoría de los artistas de esa época que ahora consideramos grandes eran formalistas/modernistas, creadores para los que lo importante era la forma y el estilo, y no el tema y las intenciones, enfoque que les hacía especialmente inútiles para ejercer ese arte de oposición y revuelta que esperaríamos de ellos.
Por estas razones, resulta ridículo que para ilustrar esta guerra que debía terminar con todas las guerras, se nos bombardée con magníficos cuadros de Franz Marc que no tienen en principio nada que ver con el conflicto, ni pretenden denunciarlo, por ser anteriores a su inicio...
Franz Marc, Los Lobos
... simplemente por que el que pintor murió en 1916, en Verdún, cuando lo interesante hubiera sido conocer su obra y pensamiento in tempore belli.
O que se utilicen acuarelas de Kandinski no menos famosas y cruciales en la historia del arte...
Vassily Kandinsky, Jinete Lírico
...sólo porque en ellas aparecen jinetes que podrían, haciendo un largo ejercicio mental, tomarse por soldados de caballería.
Estériles ejercicios mentales, que nos ocultan una realidad doble, la de que los artistas de esa época como sus propias sociedades, se lanzaron alegremente a esa guerra creyéndola corta y buena, saludable y beneficiosa, mientras que la reacción, tampoco ilustrada por la exposición, se produjo a posteriori, cuando tras años de conflicto y millones de muertos, se demostro que aquella guerra sin sentido llevaba a la ruina completa de la civilización occidental.
Una reacción que nuevamente fue doble. Por una parte, los viejos vanguardistas, Matisse, Picasso, Kandinski, se embarcaron en lo que se conoce como appel á l'ordre, una especie de penitencia en la que abjuraron de la vangüardia y su radicalismo, intentando, como las sociedades en las que vivían, correr un velo sobre la catástrofe, olvidar la responsabilidad en la que habían incurrido, creyendo que el armisticio, el intermedio, se tornaría permanente y duradero.
Una involución que fue radicalmente replicada por las generaciones jóvenes, por el Dada y el Suprematismo, nacidos durante la misma contienda, por el Surrealismo, o la segunda ola de expresionistas y abstractos, que renunciaron a buscar cualquier tipo de racionalidad y sentido en el mundo, cualquier intento de representación o referencia, abandonándose a ese no sense, no form, no meaning, sin ningún reproche o remordimiento...
...para luego ser aplastados sin piedad por los totalitarismos de los años 30, Estalinismo y Nazismo por igual, en otra más de sus aterradoras coincidencias.
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