sábado, 10 de marzo de 2018

Cine Polaco (XXXIII): Do widzenia, do jutra (Buenas noches y hasta mañana, 1960) Janusz Morgenstern








































Del director Janusz Morgenstern, ya les había comentado Trzeba zabic te milosc (Para matar este amor, 1972). Era una historia que dejaba un fuerte regusto amargo, al relatar los muchos modos en que se deja de amar. Un momento que siempre llega, independientemente de la locura y la pasión con que se hubiese estado enamorado. Peor incluso cuanto mayor sea su intensidad, ya que la necesidad de romper ese vínculo, de deshacerse de de todo lo que el tiempo ha ido acumulando, custodiado hasta ese instante como el mayor de los tesoros, obliga a destruirlo sin piedad. A asesinar ese sentimiento, como bien indica el título de esa película.

También hay mucha amargura en  Do widzenia, do jutra , rodada veinte años antes, aunque ésta es de otro tipo que aquélla. No tanto por el remordimiento de haber sido ejecutor y verdugo, sino por la impotencia ante la pérdida, ante la injusticia del tiempo, la vida y de la historia. Triada que tantas veces nos deja gustar lo que deseamos, o nos hace creer que llegará a poder ser nuestro, para arrebatárnoslo a continuación. Antes de que podamos disfrutarlo, antes de que se instale la rutina y el hastío, antes de que llegue ese momento fatídico de la otra película. El del asesinato.

Es por tanto una película de juventud, aún esperanzada, pero ya dolorida, crónica de ese  momento en que se descubre por primera vez que ya hay algo a lo que mirar atrás, con la melancolía del saber que no se podrá retornar. Jóvenes eran tanto el propio director, Morgenstern, como su actor principal, el famoso, casi mítico, Zbigniew Cybulski, autentico coautor de la película. Porque Do widzenia, do jutra es un relato autobiográfico, el de los años  de formación de ese actor en la Danzig/Gdansk de los años cincuenta. Tiempo en el que este actor pertenecía a una compañía de teatro vanguardista, la Bim-Bom, vagabundeaba de una ocupación a otra, revoloteaba de un amor a otro, e incluso llegó a trabar amistad con la hija del cónsul francés en la ciudad.

Aspectos que son reflejados de manera casi notarial en el transcurso de la cinta, auténtica capsula del tiempo de ese lugar, de ese momento. En ella, asistimos a las representaciones de la propia Bim-Bom, especializados en un teatro de marionetas sin marionetas, donde la mano desnuda del marionetista era el propio protagonista. Somos invitados también a los bares y lugares de alterne semiclandestinos, surgidos con el deshielo posestalinista, donde una juventud que podía al fin respirar, se regalaba con música de jazz y sólo se preocupaba por amarse, como tantas veces ha ocurrido y ocurre, cuando una dictadura cae o simplemente afloja su puño.

La película se hallaría por tanto, en el mismo paisaje sentimental que Niewinni czarodzieje (Hechiceros Inocentes, 1960)  de Andrej Wajda, que ya les comenté también hace tiempo. Con una diferencia crucial, no obstante, que las sitúa en polos opuestos, en espacios casi incomunicables. La cinta de Wajda es, en esencia, una celebración. Un canto a la juventud y la posibilidad de disfrutarla, hasta sus últimas consecuencias. Hay un en ella un carácter de reto, de insolencia, de victoria, que la hace grata y atractiva aún hoy. En especial, para la juventud, para la que sus personajes son reflejo de ellos mismos y de su anhelos, sin importar el tiempo transcurrido.

Por el contrario, en Do widzenia, do jutra, domina la tristeza, acrecentada por la certeza de que toda felicidad será quebrantada y quebrada. El teatro experimental acabará por cerrar, forzado por la indiferencia del público, de manera que sus integrantes se verán obligados a dispersarse. De manera paralela, el amor entre el personaje interpretado por Cybulski y la hija del cónsul no tendrá futuro. Ambos pertenecen a mundos distintos, incomunicados por el telón de acero, que es infranqueable en un sentido, apenas permeable en el otro.

Poco importa lo que deseen o la fuerza de su amor. El modo en que el mundo está constituido impedirá al uno seguir a su amada, mientras que la otra, la otra... Al igual que las princesas de los cuentos, una vez expirado el plazo, desaparecerá para siempre, para ya no volver jamás.

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