sábado, 24 de septiembre de 2016

Leyendo a Camus (VIII): Les Justes

DORA: Il y a trop de sang, trop de dure violence. Ceux qui aiment vraiment la justice n'ont pas droit à l'amour. Ils sont dressés comme je suis, la tête levée, les yeux fixes. Que viendrait faire l'amour dans ces coeurs fiers ? L'amour courbe doucement les têtes, Yanek. Nous, nous avons la nuque raide.
KALIAYEV: Mais nous aimons notre peuple.
DORA: Nous l'aimons, c'est vrai. Nous l'aimons d'un vaste amour sans appui, d'un amour malheureux. Nous vivons loin de lui, enfermés dans nos chambres, perdus dans nos pensées. Et le peuple, lui, nous aime-t-il ? Sait-il que nous l'aimons ? Le peuple se tait. Quel silence, quel silence...
KALIAYEV:Mais c'est cela l'amour, tout donner, tout sacrifier sans espoir de retour.
DORA: Peut-être. C'est l'amour absolu, la joie pure et solitaire, c'est celui qui me brûle en effet. À certaines heures, pourtant, je me demande si l'amour n'est pas autre chose, s'il peut cesser d'être un monologue, et s'il n'y a pas une réponse, quelquefois. J'imagine cela, vois-tu : le soleil brille, les têtes se courbent doucement, le coeur quitte sa fierté, les bras s'ouvrent. Ah ! Yanek, si l'on pouvait oublier, ne fût-ce qu'une heure, l'atroce misère de ce monde et se laisser aller enfin. Une seule petite heure d'égoïsme, peux-tu penser à cela ?

Albert Camus, Los justos 

DORA: Hay demasiada sangre, demasiada dura violencia. Los que aman verdaderamente la justicia no tienen derecho al amor. Se disponen como yo lo estoy, cabeza en alto, los ojos fijos. ¿Que podría hacer el amor en los corazones orgullosos? El amor humilla dulcemente las cabezas, Janek. Nosotros, nostres tenemos la nuca raída.
KALIAYEV: Pero amamos a nuestro pueblo.
DORA: Lo amamos, es cierto. Lo amamos de un vasto amor sin asideros, de un amor desgraciado. Vivimos alejados de él, encerrados en nuestras habitaciones, perdidos en nuestros pensamiento. Y nuestro pueblo, ¿nos ama? ¿Sabe que le amamos? El pueblo calla. Qué silencio, qué silencio.
KALIAYEV: Pero eso es el amor. Darlo todo, sacrificarlo todo, sin esperanza de ser correspondido
DORA: Quizás. Es el amor absoluto, el goce puro y solitario, el que me abrasa. A ciertas horas, sin embargo, me pregunto si el amor no es otra cosa, si puede dejar de ser un monólogo, si alguna vez hay respuesta. Imagino esto, mira, el sol brilla, las cabezas se inclinan dulcemente, el corazón abandona su orgullo, los brazos se abren. ¡Ah, Yanek! Si se pudiera olvidar, aunque sólo fuera una hora, la atroz tristeza de este mundo y dejarse llevar. Una breve única hora de egoísmo, ¿puedes imaginarlo?

Al principio de esta serie de meditaciones, me había quejado del rango de santo laico que nuestro establishment cultural ha otorgado  a Camus. Su carácter de guía irreprochable, de humanista sin fisuras es reconocido por todos los sectores, incluso por una derecha que demasiadas veces la ha distorsionado para realizar una enmienda a la totalidad del pensamiento de la izquierda. Así, parecería que ninguna de sus obras debería ser ya polémica, que incluso deberían empezar a quedar en la penumbra del olvido, produciendo sólo aburrimiento a las generaciones jóvenes, que sólo verían en él otra vaca sagrada más.

Sin embargo, en medio de su producción, justo antes de lo que fue su penúltima obra maestra L'Homme Revolté (El hombre rebelde), queda un escrito incómodo, con el que todos sus (falsos) admiradores y (ciertos) aduladores se sienten desconcertados, cuando no asqueados. Una pieza teatral que un país como el nuestro - y seguramente en el resto de Europa - sería imposible de representar ahora mismo, en estos tiempos de terrorismo renaciente y radicalización derechista.

Se trata de Les Justes, cuyos protagonistas son, ni más ni menos, terroristas virtuosos. Defendidos, disculpados y comprendidos en sus acciones por el escritor. Con su acostumbrada pasión y vehemencia.

martes, 20 de septiembre de 2016

El gozne (II)

Die große Cholerapandemie von 1830-1832, in der Georg Friedrich Hegel und  Graf Neidhart von Gneisenau umkamen, hat sich besonders tief ins westeuropäische Bewusstsein eingegraben. Die Rascheit der Invasion, ihre an einen mikrobiellen Mongolensturm erinnernde Annäherung aus Asien und die Hilflosigkeit der Opfer führten zu einer Dämonisierung der "neuen Pest". Die Seuche weckte Ängste: Ängste der Reichen von der Unterklassen, die als Transporteure des Todes galten, Ängste der Armen,  von der Obrigkeit vergiftet zu werden, die damit das Problem der Arbeitslosigkeit lösen wollte, Ängste vor der neuerdings als "primitiv" gesehenen Orient, dem sich die "zivilisierte Welt" seit wenigen Jahrzehnten so unvergleichlich überlegen fühlte und der nun seine fortdauernde subversive Kraft bewies. In England, Frankreich und Deutschland versuchten Mediziner sich auf ihre Ankunft vorzubereiten, nachdem die ersten beunruhigenden Nachrichten aus Russland eingetroffen waren. Man wusste nicht über die Ausmaß und Wege der Ansteckung und über mögliche Gegenmaßnahmen; die genausten Beschreibung der Cholera, die es gab, stammten von britischen Ärzten in Indien, waren aber im Europa wenig zur Kenntnis gekommen werden.

Jürgen Osterhammel, La Transformación del Mundo

La gran pandemia de cólera de 1830 a 1821, en la que murieron Georg Friedrich Hegel y el conde Niedhart von Gneisenau, se ha instalado profundamente en la consciencia de Europa occidental. La rapidez de la invasión, próxima en el recuerdo a una invasión mongola bacteriana, y la impotencia de las víctimas condujeron a la demonización de la "nueva Peste". La plaga despertó miedos: miedo de los ricos frente a los desposeídos, que se consideraban transmisores de la muerte, miedo de los pobres a ser envenenados por las autoridades, que así querían solucionar el problema del desempleo. Miedo a un nuevo estado de cosas que probaba así la continua fuerza subversiva de un Oriente visto como "primitivo" y que se sentía superado como nunca antes desde hace unos pocos decenios por el "mundo civilizado". En Inglaterra, Francia y Alemania los médicos intentaron prepararse frente a su llegada, tras recibir las primeras noticias intranquilizadores de Rusia. No se conocía la virulencia, los modos de contagio o las probables contramedidas, las descripciones que había más precisas del Cólera procedían de los médicos británicos en la India, pero no habían llegado a ser muy conocidas en Europa.

En su estudio de los goznes o umbrales que tuvieron lugar en el siglo XIX y que distinguen al mundo moderno industrial tecnificado del premoderno, Osterhammel analiza en gran detalle uno que suele pasar desapercibido en las narraciones históricas habituales: La enfermedad y las pandemias. La historia factual, incluso la social y económica, demasiado preocupada por las convulsiones de la élite, las crisis económicas o los cambios repentinos, suele olvidar con demasiado frecuencia la descripción de la vida cotidiana en tiempos pasados. No ya los actos habituales, sino el modo en el que esas personas ya muertas contemplaban su vida, su desarrollo y, por supuesto, su posible final. Una muerte que para estos habitantes del pasado venía y era esperada debido principalmente a enfermedades infecciosas. Con bastante frecuencia en el transcurso de una pandemia.

El concepto de la epidemia mortífera es algo que hemos olvidado en nuestras sociedades opulentas, incluso en los países desarrollados. No es que no siga habiendo enfermedades infecciosas, como la Tuberculosis, pero la existencia de medidas profilácticas, vacunas, antibióticos y sistemas sanitarios casi universales, permite contener su propagación y mantener a raya su virulencia. Enfermedades como el SIDA, las muchas hepatitis o la tuberculosis quedan reducidas en la memoria a un lento goteo limitado a grupos de riesgo. Un peligro que no nos va a afectar a nosotros, quienes no pertenecemos a esas minorías desfavorecidas, incultas o con conductas de riesgo. Sólo habría una excepción que nos retrotraería a esos tiempos premodernos: el ébola, pero por ahora esta epidemia es sólo cuestión de africanos subdesarrollados.

martes, 13 de septiembre de 2016

Leyendo a Camus (VII): L'Etat de siège

LA PESTE: Je suppose que vous m'avez déjà compris. A partir d'aujourd'hui, vous allez apprendre à mourir dans l'ordre. jusqu'ici vous mourriez à l'espagnole, un peu au hasard, au jugé pour ainsi dire. Vous mourriez parce qu'il avait fait froid après qu'il eut fait chaud, parce que vos mulets bronchaient, parce que la ligne des Pyrénées était bleue, parce qu'au printemps le fleuve Guadalquivir est attirant pour le solitaire, ou parce qu'il y a des imbéciles mal embouchés qui tuent pour le profit ou pour l'honneur, quand il est tellement plus distingué de tuer pour les plaisirs de la logique. Oui, vous mourriez mal. Un mort par-ci, un mort par-là, celui-ci dans son lit, celui-là dans l'arène : c'était du libertinage. Mais heureusement, ce désordre va être admi-nistré. Une seule mort pour tous et selon le bel ordre d'une liste. Vous aurez vos fiches, vous ne mourrez plus par caprice. Le destin, désormais s'est assagi, il a pris ses bureaux. Vous serez dans la statistique et vous allez enfin servir à quelque chose. Parce que j'oubliais  de vous le dire, vous mourrez, c'est entendu, mais vous serez incinérés ensuite, ou même avant : c'est plus propre et ça fait partie du plan. Espagne d'abord !

Albert Camus, Estado de Sitio

La Peste: Supongo que ya me han comprendido. A partir de hoy, van a aprender a morir en orden. Hasta ahora morían a la española, un poco al azar, al capricho por así decirlo, Morían porque hacía frío después de hacer calor, por que vuestras mulas se constipaban, porque la línea de los Pirineos estaba azul, porque en primavera, el río Guadalquivir atrae a los solitarios, o porque hay de imbéciles embozados que matan por la ganancia o por el honor, cuándo es más distinguido hacerlo por el placer de la lógica. Si, Uds. morían mal. Un muerto, aquí, otro allá, éste en su lecho, el otro en la plaza: Un libertinaje. Pero afortunadamente, este desorden va a ser administrado. Una única muerte para todos y siguiendo el bello orden de una lista. Tendrán sus expedientes y no morirán por capricho. El destino, desde ahora, se ha asentado y ha abierto sus oficinas. Uds. formarán parte de la estadística y por fin servirán de algo. Se me olvidaba decírselo, Uds. morirán, por supuesto, pero serán incinerados inmediatamente, o incluso antes: es más limpio y forma parte del plan. ¡España ante todo!

Cuando leí por primera vez L'État de siège, allá en mi juventud en los años ochenta, me sentí un tanto defraudado. Viniendo, como todos mis contemporáneos, de leer La peste, esta obra de teatro me parecía ligera y frívola, puesto que la seriedad del tema estaba plasmada con un tono de comedia que me recordaba al teatro de títeres y la farsa, no a la tragedia que debía ser, y que había sido la novela anterior.

Mi apreciación ha cambiado completamente tras esta segunda lectura. En parte porque en mi primer encuentro no llegué a hacer una conexión evidente: que novela y pieza teatral son variaciones sobre un mismo tema. El mismo Camus indica en el prefacio - o advertencia como él lo llama - que la obra es producto de una colaboración con el director teatral Jean-Luis Barrault. Este último llevaba desde 1941 pensando en montar una representación sobre el mito de la peste y al enterarse de que Camus estaba escribiendo una novela sobre el mismo tema, le propuso hacerla entre ambos.

Como Camus advierte, no se trata de una versión teatral de la novela, sino de una reescritura de las ideas que llevaron a concebirla. Aunque ese fondo argumental es el mismo en ambas obras - una ciudad presa de la peste - la plasmación es completamente distinta, en gran parte por la intervenciones escénicas de Barrault que le dan esa artificiosidad teatral - de grand gignol - que tanto me molestaba en mi primera lectura y que ahora me parece tan pertinente. Esa atmósfera de algo representado y fingido, tan opuesta al realismo estricto de la novela, es subrayada por el mismo Camus, quien convierte a la peste - y a la muerte - en dos personajes centrales de la obra, otorgándoles la voz de la que carecían en La Peste.

Allí eran presencias abstractas, irracionales, inalcanzables e impredecibles. Indiferentes al destino de los humanos y semejantes al más puro azar. Aquí sin embargo son fuerzas activas que pretenden una transformación radical del mundo, aunque sea para convertirlo en un inmenso cementerio ordenado de manera racional.

jueves, 8 de septiembre de 2016

El gozne (I)

Schließlich: Das 19-Jahrhundert erfand die Aufzeichnung von Erscheinungen der äußeren Realität durch technische Apparate mittels optischer und chemischer Verfahren. Dies hatte kolossale Folgen für die spätere Erinnerung an die Epoche. Ein Schnitt geht dort durch das Jahrhundert, wo eine Bilddokumentation beginnt, die wir als authentisch anerkennen. Niemand weiß,   wie Ludwig van Beethoven, gestorben an 1827, wirklich aussah, aber wir wissen es von dem schon sterbenskranken Frédéric Chopin, der bis 1847 lebte. Von Franz Schubert gab es nur gemalte Portraits, der fünf Jahre ältere Gioachino Rossini lebte lange genug, um noch im Studio Nadars, des grössen Porträtisten, abgelichtet zu werden.

La transformación del mundo, Jürgen Osterhammel

Finalmente, el siglo XIX descubrió la representación del aspecto de la realidad externa mediante aparatos técnicos que utilizaban procesos químicos y ópticos. Esto tuvo consecuencias radicales para el recuerdo posterior de esa época. Una cisura cruza el siglo, a partir de donde comienza la documentación fotográfica, que reconocemos como auténtica. Nadie sabe, cual era el aspecto real de Ludwig van Beethoven, muerto en 1827, pero conocemos el del ya enfermo de muerte Federico Chopin, que vivió hasta 1847. De Franz  Schubert sólo hay retratos pictóricos, Giacomo Rossini, cinco años mayor, vivió lo suficiente para ser fotografiado en el Estudio Nadar, el gran retratista.

Desde hace ya varios domingos, vengo leyendo el libro del que les he incluido un fragmento. Se trata de una obra monstruo por dos razones: intentar abarcar el "largo" siglo XIX a un nivel mundial y utilizar para ello más de 1300 páginas, además en letra pequeña y apretada. Sin embargo, el principal problema que se le puede reprochar a esta obra no es éste, sino, paradójicamente, que se hace corta. Osterhammel acumula y compara multitud de fenómenos esparcidos por todo el mundo decimonónico, apila y enumera innumerables datos ilustrativos de la realidad de esa época, pero sin llegar a agotarlos, sin pasar de construir una mera introducción, una toma de contacto, detrás de la que se esconde una realidad mucho mayor, que exigiría no ya miles de páginas, sino decenas de miles. Dedicarle la vida completa.

Por ponerles un ejemplo de cuánto cuenta y cuánto se intuye que queda sin decir. Durante decenas de páginas Osterhammel discute una pregunta central en el estudio del siglo XIX. ¿Cuánto abarca? Normalmente se suele considerar que es un siglo "largo", opuesto a uno corto como sería el XX. Abarcaría desde el estallido de la Revolución Francesa en 1789 hasta la catástrofe de la Primera Guerra Mundial en el siglo XIX. Sin embargo, ambos límites son inadecuados, abarcan demasiado y contienen demasiado poco. No son comparables el mundo de 1800 con el mundo de 1900, puesto que la distancia entre ellos es abismal, como si pertenecieran a ámbitos completamente separados. 

martes, 6 de septiembre de 2016

Leyendo a Camus (VI): La Peste

D'ici là, je sais que je ne vaux plus rien pour ce monde lui-même et qu'à partir du moment où j'ai renoncé à tuer, je me suis condamné à un exil définitif. Ce sont les autres qui feront l'histoire. je sais aussi que je ne puis apparemment juger ces autres. Il y a une qualité qui me manque pour faire un meurtrier raisonnable. Ce n'est donc pas une supériorité. Mais maintenant, je consens à être ce que je suis, j'ai appris la modestie. Je dis seulement qu'il y a sur cette terre des fléaux et des victimes et qu'il faut, autant qu'il est possible, refuser d'être avec le fléau. Cela vous paraîtra peut-être un peu simple, et je ne sais si cela est simple, mais je sais que cela est vrai. J'ai entendu tant de raisonnements qui ont failli me tourner la tête, et qui ont tourné suffisamment d'autres têtes pour les faire consentir à l'assassinat, que j'ai compris que tout le malheur des hommes venait de ce qu'ils ne tenaient pas un langage clair. J'ai pris le parti alors de parler et d'agir clairement, pour me mettre sur le bon chemin. Par conséquent, je dis qu'il y a les fléaux et les victimes, et rien de plus. Si, disant cela, je deviens fléau moi-même, du moins, je n'y suis pas consentant. J'essaie d'être un meurtrier innocent. Vous voyez que ce n'est pas une grande ambition.
Il faudrait, bien sûr, qu'il y eût une troisième catégorie, celle des vrais médecins, niais c'est un fait qu'on n'en rencontre pas beaucoup et que ce doit être difficile. C'est pourquoi j'ai décidé de me mettre du côté des victimes, en toute occasion, pour limiter les dégâts. Au milieu d'elles, je peux du moins chercher comment on arrive à la troisième catégorie, c’est-à-dire à la paix.

Albert Camus, La Peste

Desde es momento, sé que no tengo valor alguno para este mundo y que desde el instante en que renuncié a matar, me condené a un exilio definitivo. Otros serán los que hagan historia, sé que no puedo juzgar a los demás. Hay una característica que me falta para ser un asesino razonable. No es un aire de superioridad. Pero ahora, acepto ser lo que soy, he aprendido a ser modesto. Sólo digo que sobre esta tierra hay plagas y víctimas y que es necesario, en la medida de lo posible, negarse a ser la plaga. Le parecerá un poco simple, y no sé si lo es, pero sí que la verdad. He oído tantos razonamientos que han estado a punto de hacerme saltar la cabeza y que a tantas otras les han llevado a consentir el asesinato, que he comprendo que toda la desgracia del hombre viene de que no se habla con claridad. He tomado el partido de hablar y actuar con claridad, de seguir el buen camino. Por consiguiente, digo que hay plaga y víctimas, nada más. Si diciendo esto, me convierto en plaga yo mismo, al menos es sin mi consentimiento. Intento ser un asesino inocente. Puede ver que no es una ambición muy grande.
Sería necesario, por supuesto, que hubiera una tercera categoría, la de los auténticos médicos, aunque de hecho se encuentran pocos y que debe ser difícil. Por ello he decidido de ponerme del lado de las víctimas, en todo momento, para contener los daños. En medio de ellos, puedo al menos buscar como llegar a la tercera categoría, es decir, a la paz.

Para los que tengan ya cierta edad, La Peste fue un libro imprescindible en su juventud. Había que leerlo sí o sí, como base de la formación del carácter, maestro vital, guía política y requisito para la madurez futura. Era considerado como la obra mayor de Camus, punto de inflexión en su carrera literaria, aquella novela en que había descubierto la solidaridad humana y la había plasmado en forma de plan de acción, auténtico manual de conducta. Esta consideración llevaba a curiosas interpretaciones interesadas, como la de los curas de mi colegio, que hacían de Camus un cristiano sin saberlo él y de La Peste, una cristalización del pensamiento moral de esa religión.

Como sabrán la primacía de La Peste dentro de la obra de Camus se atenuado bastante, cediendo en importancia frente a L'Étranger. En nuestra época cínica y desengañada, el supuesto optimismo humanista, pleno de esperanza y solidaridad, de La Peste nos parece bastante fuera de lugar. Sueños ingenuos que sabemos no se pueden plasmar en la realidad, frente a los que preferimos la desesperación y vacío, esa rebelión solitaria sin objeto, motivo o justificaciones que constituyen el núcleo de L'Étranger. El Nihilismo inconsciente como forma y modelo de conducta

Sin embargo, cabe preguntarse si esta dicotomía entre un Camus optimista y uno pesimista, uno desesperado y otro esperanzado, es real o constituye una ilusión intelectual, debida a lo mucho e interesado que se ha hablado de este libro. Cada uno, como se dice, intentando arrimar el ascua a su sardina.