Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Eternal Gaze (Mirada Eterna),
realizada en 2003 por el animador estadounidense Sam Chen.
Pretencioso y grandilocuente. Con esas dos palabras podría definir el corto y dar concluida la crónica, pero vamos a intentar ampliarlo un poco más.
Si Eternal Gaze tiene algún interés es por constituir un compendio de errores estéticos, no ya de la animación, sino de todo el cine comercial reciente. El primero y más llamativo es la música. Su partitura es intrusiva y ruidosa, no intenta crear una atmósfera que convenga al corto - o que éste utilice como trabazón para hilar sobre ella - sino que sólo busca subrayar lo visto, por si acaso el espectador no sabe que sentir. Este utilitarismo provoca que se tire de recursos ya probados, de un repertorio manido que al final termina por no sonar a nada. Música genérica, por tanto, en vez de personal, que constituye una de las causas de mi tirria al cine comercial moderno. Porque en cuanto oigo una de estas "sound scores", cambio de canal... o me iría del cine, si aun frecuentase la salas.
El segundo gran defecto de Eternal Gaze es recurrir a una poesía vacua y caduca que en EEUU se asimila con el arte de vanguardia Europeo, el Francés en particular. Así, el corto invoca la figura de un artista de renombre como Giacometti - el mayor del siglo, nos dice el corto, para empezar con superlativos desmesurados -, para dejar bien claro que va a tratar grandes temas, de esos transcendentales sólo al alcance de mentes privilegiadas. Podría ser así, si realmente buscase elucidar los laberintos de la creación, pero se limita a acumular golpes de efecto, como si fuera una película de Pixar, demostrándonos a cada instante las muchas posibilidades técnicas de la animación 3D y lo bien que sabe utilizarlos el director.
Recursos que se limitan a que el monigote que representa a Giacometti haga muecas exageradas - y que con cada una de ellas resulte más y más ridículo ,- mientras el montaje se acelera y fragmenta sin venir a cuento. Al final, el homenaje al arte de Giacometti parece más un thriller o una película de horror, que una exploración del arte y la figura de este pintor y escultor italiano, relacionado con el surrealismo y el expresionismo. Nada queda en el corto del hombre que vagaba sin rumbo por las calles de París durante días enteros, ni del artesano que se encerraba en un estudio cochambroso, en busca de una perfección que siempre se le escapaba, obligándole a repetir el mismo tema, la misma escultura, el mismo cuadro, una y otra vez. Por si acaso en esa ocasión llegaba a acertar.
Porque toda esa agitación, toda la gesticulación, toda la urgencia con que el corto intenta aparecer más profundo e importante de lo que es, sobran por completo. Hubiera debido aquietarse, mostrar mediante el silencio y la atención, el cuidado y la dedicación que son imprescindibles para la creación artística. Pero sobre todo, cuál es mayor enemigo de ese trabajo. Cuando las ideas se escapan, cuando el pozo de la imaginación se seca, cuando nada le satisface a uno y ni siquiera se tienen fuerzas para seguir trabajando, porque no servirá de nada.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. No se lo recomiendo, sino es para ver un ejemplo de lo que no se debe hacer en animación, pero allá Uds.
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