A pesar de las recomendaciones de Jesús a Adán, nuestra especie se ha propagado y seguirá propagándose mientras los hombres sigan sin abstenerse del contacto sexual, única forma de conseguir la definitiva liberación de la Luz y el fin de este mundo, es decir, mientras todos los hombres no se hayan convertido al método de salvación revelado por Mani. Sólo cuando esto haya sucedido comenzarán los Últimos Días, que se iniciaran con la gran guerra,periodo de pruebas para la Iglesia maniquea, de la que la II Homilía encontrada en El Fayum da una descripción apocalíptica. Seguirá el triunfo universal del maniqueísmo, ocasión suprema de conversión para la mayor parte de la humanidad. Y una vez concluida esta conversión vendrá el Juicio Final, ante el tribunal, el Bema, de Jesús, ya instalado en el centro del universo.
Henri Charles Puet, El Maniqueísmo, Historia de las religiones siglo XXI, tomo 6
Me encuentro leyendo estos días un tomo de la historia de la religiones en doce volúmenes que editara siglo XXI hace ya tiempo, y que empieza a ser inencontrable. En concreto el tomo 6 resulta de los más interesante por centrarse en un número de religiones próximas o contemporáneas al cristianismo primitivo, como los diferentes gnosticismos, el hermetismo o el Maniqueísmo, y que desaparecieron en la noche de los tiempos, derrotadas por él.
Especialmente interesante es el caso del Maniqueísmo y daría para hablar largo y tendido sobre lo que se podría llamar la fragilidad de la historia o más concretamente, como ésta es siempre una versión recibida, teñida de los prejuicios, odios y errores de su compiladores, que sólo podemos aspirar a limar un tanto mediante la comparación con versiones opuestas, si es que éstas existen.
En el caso del Maniqueísmo, una religion extinta en el siglo VI en occidente y hacia el XIII en extremo oriente, la percepción que muchos hemos tenido en occidente ha sido la de los polemistas cristianos, especialmente la de San Agustin, antiguo miembro de la secta. Una visión teñida de un especial odio, ese que se reserva a los enemigos especialmente peligrosos y que sólo ha sido posible derrotar con graves peligros, según la cual el Maniqueísmo era la herejía por antonomasia, una excrecencia deforme surgida del cuerpo del cristianismo y que amenazaba con devorarlo y destruírlo, al igual que los cánceres.
Por supuesto, la realidad, o al menos la realidad que podemos vislumbrar es bastante distinta, una tarea de reconstrucción que constituye una de las mayores glorias de la arqueología, ya que los textos sagrados de una religión extinta desde hacía siglos, destruidos y desaparecidos largo tiempo ha, han sido rescatados del olvido gracias a los hallazgos en Egipto, entre ellos ni más ni menos que una biografía del propio fundador, Mani, escrita apenas un siglo tras su muerte, a los que se añadieron los escritos encontrados en Asia Central, en Turfán, la capital del antiguo imperio Uigur y único estado que adoptó el maniqueismo como religión oficial.
La impresión que se saca de todo ese cúmulo de escritos olvidados (algunos desgraciadamente vueltos a perder durante la segunda guerra mundial) es la de que el maniqueísmo no era una secta del cristianismo, sino una religión con todas las de la ley, es más, una religión universal, que se extendió por todo Eurasia del Atlántico al Pacífico, de forma que su victoria hubiera transformado completamente la historia universal.
Pero más sorprenderder aún es que su fundador fue uno de los grandes personajes de la historia universal. No es ya que de él tengamos más testimonios que de Cristo, por ejemplo, o que su vida quede perfectamente delimitada en unas coordenadas historicas bastante precisas, los inicios del Imperio Persa Sasánida en el siglo III d.C, conm cuyo emperadores polemizó para convertirlos, o que Mani haya viajado del Mediterráneo a la India, aprendiendo todo lo que podía y luego intentando convertir a la gente que encontraba.
No. Lo realmente asombroso es que Mani intentó crear una religión que estuviera libre de los errores y defectos de las religiones anteriores a él. Una religión que tomase elementos del budismo, el mazdeísmo y el cristianismo (introduciendo a Cristo como elemento fundamental de su cosmogonía) y se presentase como suma y culminación de todas ellas, en clara prefiguración de la figura de Mahoma. Una religión en la que el fundador se preocupó por dejar por escrito su pensamiento y su filosofía, recogida en cinco libros santos para los maniqueos, de forma que no pudiese ser deformado ni dar lugar al cisma o la herejía. Una religión, en fin, que fue fundada por Mani con una organización bien precisa y definida, de forma que pudiese sobrevivir a su fundador y finalmente extenderse al mundo entero.
¿Por qué entonces fracasó, a pesar de todas estas precauciones y de su extensión a lo largo de toda Eurasia? La razón es simple y al mismo tiempo demoledora para la pretensiones de cualquier religión. El Maniqueísmo no contó casi nunca con el poder político. En Occidente, cuando se extiende por el Imperio Romano en el siglo IV, se encuentra con un cristianismo que empieza a ser mimado por el poder, que además ve con recelo una religión surgida en tierras de su enemigo mortal. En el Imperio Persa Sasánida, los reyes de reyes pronto se decantaron por el Mazdeísmo, de manera que Mani acabó siendo encarcelado y ejecutado por el emperador Bahram I, hecho que se convirtió en el equivalente entre los maniqueos de la crucifixión cristiana. En Oriente, sólo el imperio Uigur lo adopto, como dije antes, como religión de estado, pero este reino fue destruido en el siglo IX y desde entonces el Maniqueísmo se limitó a sobrevivir hasta desvanecerse en el tiempo.
Y así la religión de la luz, como ellos se llamaban, destinada a extenderse por el mundo entero y salvarlo, fue víctima de la política, sin la cual ningún credo puede sobrevivir, dejando solamente tras ella agrías polémicas y fragmentos fascinantes de sus escrituras desaparecidas.
Henri Charles Puet, El Maniqueísmo, Historia de las religiones siglo XXI, tomo 6
Me encuentro leyendo estos días un tomo de la historia de la religiones en doce volúmenes que editara siglo XXI hace ya tiempo, y que empieza a ser inencontrable. En concreto el tomo 6 resulta de los más interesante por centrarse en un número de religiones próximas o contemporáneas al cristianismo primitivo, como los diferentes gnosticismos, el hermetismo o el Maniqueísmo, y que desaparecieron en la noche de los tiempos, derrotadas por él.
Especialmente interesante es el caso del Maniqueísmo y daría para hablar largo y tendido sobre lo que se podría llamar la fragilidad de la historia o más concretamente, como ésta es siempre una versión recibida, teñida de los prejuicios, odios y errores de su compiladores, que sólo podemos aspirar a limar un tanto mediante la comparación con versiones opuestas, si es que éstas existen.
En el caso del Maniqueísmo, una religion extinta en el siglo VI en occidente y hacia el XIII en extremo oriente, la percepción que muchos hemos tenido en occidente ha sido la de los polemistas cristianos, especialmente la de San Agustin, antiguo miembro de la secta. Una visión teñida de un especial odio, ese que se reserva a los enemigos especialmente peligrosos y que sólo ha sido posible derrotar con graves peligros, según la cual el Maniqueísmo era la herejía por antonomasia, una excrecencia deforme surgida del cuerpo del cristianismo y que amenazaba con devorarlo y destruírlo, al igual que los cánceres.
Por supuesto, la realidad, o al menos la realidad que podemos vislumbrar es bastante distinta, una tarea de reconstrucción que constituye una de las mayores glorias de la arqueología, ya que los textos sagrados de una religión extinta desde hacía siglos, destruidos y desaparecidos largo tiempo ha, han sido rescatados del olvido gracias a los hallazgos en Egipto, entre ellos ni más ni menos que una biografía del propio fundador, Mani, escrita apenas un siglo tras su muerte, a los que se añadieron los escritos encontrados en Asia Central, en Turfán, la capital del antiguo imperio Uigur y único estado que adoptó el maniqueismo como religión oficial.
La impresión que se saca de todo ese cúmulo de escritos olvidados (algunos desgraciadamente vueltos a perder durante la segunda guerra mundial) es la de que el maniqueísmo no era una secta del cristianismo, sino una religión con todas las de la ley, es más, una religión universal, que se extendió por todo Eurasia del Atlántico al Pacífico, de forma que su victoria hubiera transformado completamente la historia universal.
Pero más sorprenderder aún es que su fundador fue uno de los grandes personajes de la historia universal. No es ya que de él tengamos más testimonios que de Cristo, por ejemplo, o que su vida quede perfectamente delimitada en unas coordenadas historicas bastante precisas, los inicios del Imperio Persa Sasánida en el siglo III d.C, conm cuyo emperadores polemizó para convertirlos, o que Mani haya viajado del Mediterráneo a la India, aprendiendo todo lo que podía y luego intentando convertir a la gente que encontraba.
No. Lo realmente asombroso es que Mani intentó crear una religión que estuviera libre de los errores y defectos de las religiones anteriores a él. Una religión que tomase elementos del budismo, el mazdeísmo y el cristianismo (introduciendo a Cristo como elemento fundamental de su cosmogonía) y se presentase como suma y culminación de todas ellas, en clara prefiguración de la figura de Mahoma. Una religión en la que el fundador se preocupó por dejar por escrito su pensamiento y su filosofía, recogida en cinco libros santos para los maniqueos, de forma que no pudiese ser deformado ni dar lugar al cisma o la herejía. Una religión, en fin, que fue fundada por Mani con una organización bien precisa y definida, de forma que pudiese sobrevivir a su fundador y finalmente extenderse al mundo entero.
¿Por qué entonces fracasó, a pesar de todas estas precauciones y de su extensión a lo largo de toda Eurasia? La razón es simple y al mismo tiempo demoledora para la pretensiones de cualquier religión. El Maniqueísmo no contó casi nunca con el poder político. En Occidente, cuando se extiende por el Imperio Romano en el siglo IV, se encuentra con un cristianismo que empieza a ser mimado por el poder, que además ve con recelo una religión surgida en tierras de su enemigo mortal. En el Imperio Persa Sasánida, los reyes de reyes pronto se decantaron por el Mazdeísmo, de manera que Mani acabó siendo encarcelado y ejecutado por el emperador Bahram I, hecho que se convirtió en el equivalente entre los maniqueos de la crucifixión cristiana. En Oriente, sólo el imperio Uigur lo adopto, como dije antes, como religión de estado, pero este reino fue destruido en el siglo IX y desde entonces el Maniqueísmo se limitó a sobrevivir hasta desvanecerse en el tiempo.
Y así la religión de la luz, como ellos se llamaban, destinada a extenderse por el mundo entero y salvarlo, fue víctima de la política, sin la cual ningún credo puede sobrevivir, dejando solamente tras ella agrías polémicas y fragmentos fascinantes de sus escrituras desaparecidas.
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