(Disculpas nuevamente a los lectores por los retrasos, pero ya se sabe, la vida es lo que tiene, que es imprevisible)
Una de las mayores recompensas que ofrece la afición por la animación es el encontrarse con obras y autores de los que uno no tenía ni idea, pero que pronto pasan a convertirse en imprescindibles. Este ha sido mi caso con Bruno Bozzetto y su Allegro non troppo, que he visto varias veces en estas últimas semanas.
En realidad, Bruno Bozzetto si me era conocido en su faceta de animador de cortos animados. Lo que no sabía es que había sido el director de una de las series míticas de mi niñez, El Señor Rossi, divertidísima crítica de la vida moderna, y sobre todo que cierto corto animado de un gato que vagaba por una casa en ruinas y que en su día me dejó con la boca abierta, no era más que un fragmento del largo al que me refiero, el ya citado Allegro non Tropo.
¿Y qué es Allegro non Troppo? Muy por encima, una elaborada parodia del Fantasia de Disney, que hace chistes constantes con la posiblidad de que esté plagiando la obra del americano, pero que sobre todo se ríe y pone en solfa todo el campanudismo, seriedad, importancia y profundidadcon que se presentaba y se sigue presentando esa supuesta fusión de música y animación, única en su género (en otra entrada hablaremos de como trató Disney a artistas que estaban realizando esa mezcla desde hacía decenios, como es el caso de Fischinger). Con esa intención satírica y paródica, el director de la película es se nos muestra como un inculto que sólo piensa en el beneficio que podrá obtener, la orquesta un casposo conjunto de ancianas a las que se trata como basura, el director de orquesta un capataz de obra tiránico y violento que a pesar de vestir de frac no puede estar más alejado de las pretensiones culturales que se suponen a la película, mientras que el animador, no es más que un esclavo que tiene que soportar las continuas exigencias y amenazas de sus superiores.
Por supuesto, si esta película no fuera otra cosa que una parodia, no hubiera llegado muy lejos (bueno el poderío económico y comercial de la Disney ya se ha ocupado de que está película parezca no exisitir). Si dejamos aparte los interludios de imagen real, y a los cuales se referían las líneas anteriores, lo primero que nos llama la atención en los cortos, es que no están destinados a un publico infantil o a familias acompañadas, sino que por temática, estilo de dibujo y ambiciones, su público no puede ser más adulto, al incluir de forma casi constante referencias al sexo, la violencia y, por supuesto, la absoluta injusticia de la vida, presentado todo ello envuelto en el humor, como única vía que nos queda para huir de la locura del mundo moderno.
Aún, a pesar de todo esto, la pelçícula no hubiera pasado de memorable, lo que la hace grande, y en general lo que hace grande a una obra de animación, es simplemente el modo en el que está animada, la manera que que las limitaciones del dibujo se convierten en ventajas, en manos de un animador de raza, como es Bozzetto. No es ya que la sincronía entre los movimientos y el tempo de la música sea perfecto (todo animador debería estudiar con especial atención el tour de force que son los 15 minutos del bolero de Ravel), es que el animador itialiano es capaz de describir los movimientos esenciales que sirven para transmitir la personalidad del personaje representado, incluir los detalles precisos para que los movimientos y las expresiones estén siempre plenas de significado, de forma que ningún plano sea inútil, y, por último, derrochar imaginación a raudales, de manera que su animación es siempre nueva y nunca se repita o aburra.
Una variedad que hace imposible sintetizar en capturas su arte y a lo que deben atribuir que las de esta entrada sean especialmente anodinas.
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