viernes, 27 de noviembre de 2009

Darwin's Dillemma (y 2)

The family of Seals offers a good illustration of the small importance of adaptive characters for classification. This animals differ from all other Carnivora in the form of their bodies and the structure of their limbs, far more than does the man from the higher apes; yet in most systems, from that of Cuvier to the most recent one by Mr Flower, seals are ranked as a mere family in the order of Carnivora. If man had not been his own classifier, he would never have thought of founding a separate order for its own reception.

Darwin, The Descent of man, Chapter VI, On the Affinities and Genealogy of Man

But the most weighty of all the arguments against treating the races of man as distinct species, is that they graduate into each other, independently in many cases, as far as we can judge, of their having intercrossed. Man has been studied more carefully than any other animal, an yet there is the greatest possible diversity amongst capable judges wheter he should be classed as a single species or race, or as two (Virey), as three (Jacquinot), as four (Kant), five (Blumenbach), six (Buffon), seven (Hunter), eight (Agassiz), eleven (Pickering), fifteen (Bory St Vincent), sixteen (Desmoulins), twenty two (Morton), sixty (Crawford), or as sixty-three, according to Burke. This diversity of judgement does not prove that the races ought not to be ranked as species, but that they graduate into each other, and that it is hardly possible to discover clear distinctive characters between them.

Darwin, The Descent of man, Chapter VII, On the Races of Man

Hablaba en una entrada anterior, de como The Descent of Man es un libro que puede producir cierta desazón en el lector, ya que la mayor parte de su contenido trata sobre el mecanismo de selección sexual y no sobre el origen del hombre, aunque al final Darwin nos revelé el porqué de esa larguísima disgresión, en concreto, explicar el origen de las razas humanas, portadores de caracteres que, en principio, no les aportan ventaja evolutiva alguna y que por tanto no pueden ser producto de la selección natural... y de paso, desmontando el argumento de que los caracteres que determinan la raza sea decisivos a la hora de establecer una gradación, de mejor a peor, entre ellas.

Sin embargo, el principio y el final de la obra sí entran de lleno en lo que promete el título e incluso abarcan problemas que en principio no parecían destinados a un libro de biología, ya que explicar el origen del hombre, no es simplemente explicar el origen de su estructura física a la luz de la selección natural, sino explicar también como pudieron surgir y de qué manera, elementos que consideramos indisociables de la especie humana, como el lenguaje, las estructuras sociales o los elementos culturales... una tarea demasiado prematura para la época, y en la que Darwin, como ya contaré más adelante, a pesar de ser una de las mentes más avanzadas de su tiempo, no puede evitar ser un hijo de su época, y pensar como un británico, subdito de la reina Victoria y orgulloso de su imperio.

Pero antes de llegar a ese punto, hay dos temas, o problemas importantes sobre los que conviene fijarse en la actitud de Darwin y en las respuestas que da, como siempre un modelo de elegancia y de simplicidad científica.

El primero por supuesto es el lugar del hombre en la naturaleza. Dejando aparte a los que seguían creyendo en la creación divina, muchos de los proponentes de las teorías de Darwin, como el mismísimo codescubridor Wallace, se resistían a creer que el hombre fuera un animal más, y pugnaban por destacar sus diferencias, llegando al punto de colocarlo fuera de los primates en un orden completamente distinto, reservado para él solo. La respuesta de Darwin en el capítulo VI de the Descent... es magistral y contudente, constituyendo uno de los mejores ejemplos de su genio.

Si ya en capítulos anteriores Darwin había mostrado como muchas de las cualidades, sentimientos y comportamientos humanos se encuentran en germen en los animales, en esta ocasión abordar el tema directamente e investiga si realmente el hombre es tan distinto de sus parientes animales más cercanos, los monos antropoides. Para ello, busca otros ejemplos en el mundo animal, para comprobar si animales de aspecto radicalmente distinto han sido incluidos en el mismo grupo, a pesar de esas diferencias.

No tiene que ir muy lejos, como puede comprobarse en el primero de los párrafos que he incluido. Le basta con observar a las focas que, a pesar de ser un mamífero marino y haber modificado sus extremidades para adaptarlas a la natación han sido incluidas, sin ningún genero de dudas, en los carnivoros, precisamente porque esas diferencias se deben a la adaptación a medios dispares, siendo el plan general de su organismo básicamente igual. Un caso que se repite entre el hombre y los monos antropoides, cuyas diferencias morfológicas se deben al bipedismo humano que ha requerido fuertes cambios en el organismo. Unas diferencias, que como en el caso de las focas, se deben a la adaptación de un mismo plan base a situaciones diferentes.

Darwin irá aún más lejos, puesto que aún podría alegarse que el abismo psíquico que separa a un hombre de un chimpance es infranqueable y sólo el justificaría situar al hombre en un orden aparte. En un larguísimo párrafo que desgraciadamente no he podido incluir, realiza una atrevida comparación entre dos insectos, los pulgones, que se limitan a engordar y reproducirse, y las hormigas, con una estructurada vida social, ganaderas, agricultoras, e incluso esclavistas, y capaces de crear enormes estructuras. Dos insectos que difieren tanto en sus, podríamos decir, productos culturales, como lo hacen el chimpance y el hombre, por lo que, para ser justos, deberíamos colocarlos también aparte.

Hay otro peligro, aún más insidioso, que el de aceptar que el hombre es un animal como otros, perteneciente a la misma familia que chimpances, bonobos y gorila. Se trata de proponer que no constituye una única especie, sino varias, que coincidirían con las razas humanas. Por su puesto esto era una excusa magnífica para justificar el esclavismo, la expansión imperial europea e incluso las desigualdades sociales. Darwin, como antiesclavista declarado (aunque sí defensor de que había una gradación entre los hombres, incluso en las sociedades civilizadas) se opone por principio a esa conclusión e intenta demostrar que existe una única raza humana (aunque separada en diferentes variedades).

La forma en que lo hace es nuevamente magistral. Si las razas humanas fueran especies, sería posible separarlas con toda claridad, como se ha conseguido con el resto de los animales, basándose en unos caracteres fijos y definidos. Sin embargo en tiempo de Darwin, como puede comprobarse en el segundo párrafo, no se había conseguido ese acuerdo, ni en el número de razas (de dos a sesenta y tres) ni en los caracteres utilizados para su definición, debido a la inmensa variabilidad de los individuos incluso dentro de una misma razá (pensemos sólamente en la diferencia de aspecto entre un Sueco y un Griego, ambos pertenecientes a la misma raza, o entre un negro de Nigeria y un !Kung de Namibia) llegando incluso a solaparse entre sí las características extremas de cada raza.

Es decir, las razas no dejaban de ser un espejismom un constructo mental creado para intentar explicar las espectaculares diferencias entre los seres humanos de distintas partes del mundo, diferencias que en ninguno caso podían utilizarse para clasificar a los seres humanos en especies distintas, ya que era imposible establecer, como digo, un criterio firme y definido.

2 comentarios:

Major Reisman dijo...

Buenas

Felicitaciones por la entrada tan interesante. No había intervenido antes porque esperaba esta segunda parte. Está claro que Darwin era un hombre de su tiempo. Ahora sabemos que algunas de sus teorías estaban equivocadas (su teoría genética era una basura) pero otras están confirmadas.

Un saludo

David Flórez dijo...

Muchas gracias,Pues queda una tercera...

Yo soy bastante contrario a contar la historia en modo Mary Poppins (o parque temático, que decía un historiador inglés) de forma que se disculpen/atenúen/exculpen los defectos y conductas del pasado.

Para mí, no le quita nada a la grandeza de Darwin, el saber que ciertas opiniones suyas nos escandalizarían ahora mismo o que Newton, por ejemplo acabó considerando más importante su trabajo alquímico que su aportación a la física. Todos somos hijos de nuestro tiempo y por tanto completamente ciegos a ciertos aspectos... y ese análisis completo del hombre y su época, de sus virtudes y defectos, es primordial si se quiere entender porqué y como esas ideas llegaron a fructificar y ser aceptadas.