domingo, 11 de mayo de 2008

Be vulgar, by all means



Al principio, había pensado en titular esta entrada Three ways of breaking a nut open, basándome en estas imágenes del corto de la Warner, Dough Ray Me-oow, dirigido por Arthur Davis, que resultan un ejemplo perfecto de la manera en que ese estudio abordó la animación en el largo periodo de 1930 a 1960, la edad de oro de la animación norteamericana.

Unas imágenes que me han hecho pensar en las razones por las que he devenido un fan de la animación (esa cosa que tanto para dirigidistas y cuadernistas no es el cine, ni podrá serlo, y que para la mayoría de la gente, es simplemente una cosa de niños, indigna de personas de mi edad), o más bien, el hecho curioso que desde mi infancia, la animación de la Warner siempre ha sido una presencia constante en mi vida.

Porque la cuestión es que cuando niño, gracias a la televisión, tuve la suerte de vivir expuesto a una inmensa variedad de producciones animadas, inimaginables para un niño de ahora mismo, ya que en aquel tiempo, no sólo se podían ver cortos de cualquier estudio mítico americano (Disney, Warner, Metro, Lanz o incluso los Fleischer), sino que entre medias, se colaba gran cantidad de animación de los paises del este, preponderamente stop/motion, algo que me llamaba poderosamente la atención, como demuestra que aún sea capaz de cantar el intro de una serie como es el oso colargol.



sin contar claro está, las produciones animadas del sol naciente que empezaban a llegar por aquel entonces.

Sin embargo, como digo, lo único que me ha acompañado estos años ha sido la Warner. La animación del este de Europa no la he redescubierto hasta hace muy poco gracias al DVD y la Internet, mientras que el anime, ha sido una especie de Guadiana que aparecía deslumbrante unido a la moda del momento, como fue el caso a mediados de los 80 con Akira, a principios de los 90 con Macross, o en el 98 con Evangelion, y volvía a desaparecer en el olvido más profundo, como ocurrió con la citada Evangelion, que tuve que redescubrir en el 2000, cuando se afianzó mi pasión por el anime, gracias ni más ni menos, que a Mononoke Hime de Miyazaki.

Ni siquiera la animación americana se libró de este eclipse. los Fleischer, que fueron de 1920 a 1940 uno de los estudios más innovadores, los auténticos padres de esta forma en los EEUU si descontamos a Windsor McKay, realizaron la mayor parte de su animación en blanco y negro, algo prohibido en nuestros tiempos de color, sonido 5.1 y HD, y tuvieron la desgracia de quebrar en 1941, cortando en seco su evolución...y dejando la escena en manos la animación para todos los públicos y todas las edades de Disney. Un estudio cuyos productos, los cortos me refiero, desaparecieron también de la programación, ya que su mayor defecto es que a pesar de su perfección técnica tienden a ser aburridos e insulsos, por ese animo de su creador de hacerlos palatables para cualquier gusto, unido claro está a sus desinterés creciente desde 1940 por la animación, que llevó a que muchas de sus largos fueran realizados, concebidos y desarrollados por otros equipos, como demuestra la variedad de estilos que en ellos se pueden encontrar.

Otros estudios, en fin, como Metro o Lanz, consideraron a sus unidades de animación como algo secundario, o simplemente se limitaron a repetir una y otra vez la misma fórmula, que ya había tenido éxito una vez, circunstancias que afectaron gravemente a talentos como Tex Avery, una vez expulsado de la Warner, y cuya producción en la Metro apenas paso de los primeros 50 y era ya un pálido reflejo de lo que había sido apenas unos años antes.

Warner era distinta, sin embargo. No es que el creador se considerase como un genio que podía trabajar en completa libertad. De esos límites dan testimonio las querellas estúpidas que llevaron al despido de Tex Avery y Bob Camplett a primeros de los 40, o el hecho de que a mediados de los 50, la Warner cechara el cierra su división de animación, para reabrirla al poco al darse cuenta de la tontería que había hecho. Sí que es cierto, no obstante, de que la Warner reunió un conjunto de talentos poco usual, gente dispuestos a jugar con el formato, a dar un paso adelante siempre que tuvieran la ocasión, y sobre todo a romper todas las reglas, ya fueran formales, narrativas o sociales.

Algo de lo que me di cuenta al volver a ver en los años 80, durante las largas vacaciones universatarias, los cortos de la Warner y darme cuenta de la mala leche que tenían y sobre todo de la cantidad de chistes dirigidos al público adulto y que un niño no podría entender, ya que le mundo de Warner, como el mundo de las fábulas, no es sino un trasunto del mundo real. Un mundo donde hay unas fuertes jerarquías, relaciones de poder que se establecen mediante la violencia (piénsese en Elmer) o , y donde el triunfo sólo se conseguí mediante la aplicación de esas reglas o su subversión utilizando la inteligencia, algo en lo que sobresalía Bugs Bunny y era el talón de aquiles de Daffy Duck. Un mundo donde la sexualidad, la fuerza irrestible de ese impulso y el obnubilamiento que producen, así como el poder que dan a quien sabe utilizarlos eran también constantes, y donde no se tenía miedo de subvertir esos papeles y esos roles (recuérdese las ocasiones en que Bugs se travestía para confundir y vencer a Elmer).

Algo que gracias a las Golden Collection de la Warner (de las cuales las dos últimas no han llegado aún a España) me está permitiendo volver a gozar y a disfrutar y, sobre todo, a descubir a las mentes que estaban detrás de todo el asunto, y que infundían en cada corto un estilo partítular y perfectamente distinguible.

Desde el no prisioners taken cómico, de Bob Camplett, donde no había nada que no pudiera ser representado en la pantalla, por muy ultrajante o explícito que fuera (y que le hace tan cercano al animación americana para adultos de ahora mismo)



a las mecanismos de relojería de Friz Freleng, una de las pocas personas que ha sabido representar, en animación, a unos músicos disfrutando de su arte y ha sabido transmitirlo al público.


..a la asombrosa expresividad de los personajes de Chuck M. Jones, capaces de trasmitir lo más sutiles movimientos del alma con la mayor economía de medios...


o la vis cómica de Frank Tashlin, que continuaría luego en las mejores películas de Jerry Lewis, capaz de transformar un anodino corto de propaganda de la guerra mundial, en una representación descacharrante de la sexualidad...


...y convertirlo luego en una de las persecuciones más brutales y al mismo tiempo delirantes que uno recuerde...


...o los juegos formales de Tex Avery, rompiendo una y otra vez la cuarta pared, sorprendiéndonos, señalando la trampa y el cartón, al estilo de un postmoderno cualquiera, antes de que ese palabro ni siquiera existente y llegado a resultados impensables en el supuesto cine de verdad, incluso ahora 70 añós después de cortos como este.




No todo era gloria, sin embargo, en el mundo de la Warner. Autores como Robert McKimson son el mejor ejemplo de la repetición de una fórmula de éxisto (piénsese en Speedy Gonsalez) hasta que todo lo de bueno, original o simplemente divertido que tenía al principio ha sido usado y usado hasta desaparece, algo que empieza a ser cada vez más evidente en los últimos años de vida de la Warner, cuando los talentos de antaño se han marchado por diferentes razones y sólo quedan aquellos que no presentan problemas a la compañía, o no discuten las normas.

Aunque lo más triste es ver un corto como A haunting will go, de los años 60, donde Friz Freleng saquea literalmente los diseños de Chuck M. Jones, que éste había dejado tras su marcha, y donde la narración en imágenes, la locura visual que era la marca de la casa, ha sido substituida por largas parrafadas sin ninguna gracia ni sentido.

El triste final de una época y de un estilo. Algo de lo que animación americana nunca se ha repuesto.

2 comentarios:

John Tones dijo...

Es lamentable que este soberbio post siga sin comentarios. Lo leí a toda prisa en su día, lo he releído al fin con calma y le felicito muy mucho. No deje de escribir sobre animación...

David Flórez dijo...

No tengo intención (de dejar de hacerlo, digo) ya que es una de mis pasiones...

...y sobre los comentarios. Tampoco es un blog muy visitado, así que es habitual (que no los haya)