lunes, 5 de noviembre de 2007

One Step Back (y II)



Hasta el sábado pasado por la mañana, tenía completetamente decidido lo que iba a escribir en esta entrada, principalmente la oposición entre el ethos "nordico" y el "latino", entre algo que podríamos llamar "idealización" o "belleza" y otra cosa que podríamos llamar "naturalismo" o "fealdad", de lo cual pueden encontrarse más que abundantes ejemplos en la exposición Durero y Cranach, de la que hablaba anteriormente, observando como estos artistas a caballo entre dos siglos reaccionan frente al reto del renacimiento venido de Italia.

Lo tenía muy seguro, repito, había escogido hasta la imagen que serviría para ilustrarlo, si no hubiera sido porque al ver este último sábado la segunda parte de la exposición, en la fundación cajamadrid, me topara con un cuadro extraordinario, muy poco visto, que expresaba gráficamente lo que me hubiera costado explicar párrafos y párrafos.

Concretamente este Martirio de Catalina de Siena, de Lucas Cranach.





¿Y que tiene de excepcional este cuadro? Si se recuerda la leyenda de la santa, la protección de dios salvaba a esta de todos los peligros con que se le amenazaba, en concreto de las ruedas erizadas de cuchillas que se quebraban antes de rozar su piel. Un milagro que en este cuadro ha sido llevado al paroxismo, puesto que no sólo se destrozan los instrumentos de tortura, arriba en la esquina derecha, sino que los cielos se abren y la cólera del señor se derrama por toda la tierra, abatiendo a todos los enemigos de la santa que caen fulminados o huyen en desorden.

Todos menos uno, el verdugo que se retratado en el acto de deseinvanar la espada, mientras con la otra agarra la barbilla de Catalina y tira hacia atrás de ella para descubrir su cuello y que la hoja no encuentre ningún obstáculo.






Un momento de absoluta desesperación, de casí pérdida de la fe, puesto que vemos como todo ese despliegue de poder divino no sirve de nada, puesto que no habrá manera en que la ciega determinación del ejecutor pueda ser evitada, y se puede presentir el terror de la joven, al ser arrancada un instante después de su falsa seguridad, de la victoria que creía ya suya, y encontrarse de bruces con la muerte.

Pocos ejemplos mejores hay de esa oposición "norte" contra "sur" de la que hablaba al principio. Si mira lo que estaban haciendo en ese tiempo los artistas italianos, puede comprobarse como siempre la belleza y la perfección estaban por encima de todo. Podían describirse las escenas más brutales, las acciones más descarnadas, que sus pinceles los convertiríoan en algo bello y hermoso, en el sentido habitual del término, robando a la escena su significado y transformándolo en otra cosa, en una visión fugaz de ese paraíso en el que creían.

Todo lo contrario de la expresión "alemana", que nos muestra este cuadro, en la que la la esperanza no existe y mucho menos la belleza, y donde la escena se nos representa en todo su horror y toda su fealdad, casi negando la lección moral podría esperarse de la representación del milagro, puesto que ni la fe, ni el poder de dios, han podido sustraerla a la muerte.

Una característica que es casi un rasgo definitorio del estilo de Cranach, que niega punto por punto las conquistas del renacimiento, conociéndolas, dominándolas y subvertiándolás, siendo a la vez, antiguo y moderno.

Antiguo y moderno. Realizando ese "paso atrás" del que ya he hablado antes, puesto que se puede observar como el conoce tanto la perspectiva como el escorzo, pero una y otra vez lo rechaza, distribuyendo sus personajes en la pintura como si esta fuera un tápiz, en función del efecto decorativo final y no del lugar que la razón les daría en una escena real, rechazando la profundidad y aplanando las figuras, utilizando los temas de la mitología y sacándolos de contexto, aplicando pequeñas variaciones que, como digo, demuestran su conocimiento del tema, pero le dan un significado que no tenían, que lo niegan por entero.

Como es el caso de juicio de Paris, aquí ilustrado.



donde el pastor Paris, refugiado en el monte Ida, se convierte en un poderoso noble al que se le muestran tres jóvenes, presumiblemente para su disfrute, sin que nada en ellas, excepto el título del cuadro, nos indique se trata de tres poderosas diosas... o el clima malasano y perverso de las diosas y las santas de otros de sus cuadros que miran al espectador con una media sonrisa, como si conociesen todos los secretos que guarda en su alma.


Una forma de pintar, de entender y de mostrar, que parece representar, presentir, el clima espiritual de la Alemania de su época, un instante antes de la explosión protestante. Una forma de entender el arte que debéría esperar hasta el siglo XX para volver a ser comprendida, cuando los expresionistas, encontrasen en esa planaridad, en ese rechazo del clasicisomo, en ese placer por lo malsano y pervertido, un hermano espiritual.


Una sensibilidad que es la misma que la de nuestros tiempos, que también aborrece la belleza, el equilibrio, la luz... todo lo que podríamos llamar "clásico"

2 comentarios:

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Está muy bien dicho. Gracias.

David Flórez dijo...

Es curioso esto de ser elogiado por un lector cuyas ideas, por decirlo de alguna manera, son opuestas a las mías...