jueves, 29 de noviembre de 2007

Four Fuckin' Minutes

Hablaba en entradas anteriores, de mi irritación ante los que reclamaban el dinamitado de las estructuras narrativas y visuales del anime, como si este hubiera entrado en un pantano estético del cual no puede salir y en el que se limita a remover una y otra vez la misma mierda.

Resulta curioso escuchar esa exigencia, proveniente evidentemente de personas que no ven anime, precisamente cuando este año está siendo una sorpresa tras otra, tal y como vienen demostrando obras mayores como Seirei no Moribito, Tengen Toppa Gurren Lagan, Mononoke, Dennou Coil o Oh! Edo Rocket, cada una destacando en un aspecto completamente distinto y profundizando/avanzando en caminos completamente dispares.

Resulta todavía más sorprendente cuando, en estas últimas semanas ha estallado, sin que nadie lo esperase, un serie como e.f. a tale of memories, que... pero mejor antes que nada vean estos cuatro minutos y juzguen (haciendo abstracción del pequeño añadido final). Cuatro minutos que no necesitan traducción alguna, porque en ellos se entiende todo....



Cuatro minutos donde el impacto emocional no se consigue mediante la interpretación de los actores, sino por medios absoluta y radicalmente abstractos, de forma que al impacto emotivo, como digo, se une un, no menos devastador, impacto estético.

Algo, lo que está haciendo esta serie que no debía haber sorprendido a nadie que siguiera la evolución reciente del anime, puesto que se trata de una producción del estudio Shaft, el cual, bajo la dirección de Shinbou Akiyuki, se ha dedidcado estos últimos años a sorprender continuamente al espectador, a destrozar sus expectativas y a jugar con el medio.

Inciso: tengo que dedicar una entrada a las series de este señor, porque son de lo nunca visto, y precisamente por eso, tienden a pasar inadvertidas, puesto que no despiertan el apetito del común de los otakus, sino de los que, como yo, gustan también de otros alimentos.
Un estudio que, en este caso, con una serie que aparentemente parece ser una más del género de amores juveniles, ha consegido atraer la atención de un segmento mayor y mayoritario del público, provocando, de rebote, un intenso debate entre los aficionados ante las inesperadas audacias y transgresiones en la forma y no en el contenido presentado, que son, éstas últimas, las más fáciles y las que más se suelen utilizar cuando se quiere pasar por avanzado y progressive, y al mismo tiempo recaudar en taquilla.

Dicho esto, se puede ver ahora la escena completa con subtítulos, y apreciar como esa forma avanzada amplifica el contenido, lo hace resonar, e incluso lo mejora, quitándole el óxido de la novela rosa y el infantilismo, y convirtiéndolo en auténtico arte, de ése que no necesita la mayúscula para serlo.




y una coda final. Tras el fundido en negro que culmina la escena, la serie continúa con el Ending, solo que la experimentación no se termina, y los creadores la utilizan, como habían hecho en otros capítulos, para comentar lo que acaba de ocurrir, en un magnífico ejemplo de postmodernismo, como puede verse.


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