martes, 17 de agosto de 2021

Evangelion: 3.0+1.0 Thrice upon a time (Evangelion 3.0+1.0 Éranse tres veces, 2021), Hideaki Anno y otros

Al fin, tras nueve años de espera, este año se ha estrenado la última entrega del Rebuild cinematográfico de la serie Neon Genesis Evangelion, dirigida en 1996 por Hideaki Anno. Su nombre sigue la  regla de versionado de las películas anteriores, convirtiéndose en Evangelion: 3.0+1.0 Thrice upon a time (2021, Hideaki Anno, Mahiro Maeda, Katsuichi Nakayama, Kazuya Tsurumaki), lo que podría traducirse como Éranse tres veces o Érase hace tres veces, juego de palabras que podría estar relacionado con los tres impactos cataclísmicos que vertebraban la historia original. En lo que se refiere a la propia película, creo que queda muy por debajo de la serie de 1966 -o de la película  The End of Evangelion de 1997, que intento cerrar los muchos interrogantes que quedaban.   Constituye así un cierre en falso de la tetralogía, ya que frustra las esperanzas que Evangelion 2.0 (2009) había despertado, al tiempo que confirma las temores provocados por Evangelion 1.0 (2007) y Evangelion 3.0 (2012). Sí, los valores de producción son  apabullantes -como los de casi cualquier film animado  de prestigio en la era del ordenador-, pero la plasmación narrativa y estética de los temas característicos de Evangelion no pasa de normalita, sin las audacias y los hallazgos que convirtieron en la serie en más que memorable, en única tanto en su estreno en1996 como ahora mismo.

Los defectos del Rebuild, en general, y de esta última entrega, en particular, pueden resumirse en tres: inflación friki, renuncia a la experimentación formal, y giro hacia un optimismo conformista. Evangelion: 3.0+1.0 deviene así una producción de acción más, cuya único factor distintivo es el recuerdo de la obra que intenta actualizar. ¿Cómo se ha llegado a este punto? Es difícil de decir, a falta de información sobre las interioridades de la producción, pero llama la atención que las tres primeras entregas se sucedieron en un lustro, mientras que completar la cuarta ha llevado diez años. Es evidente que deben de haberse acumulado múltiples problemas, lastrando el resultado final, como indica que la cinta venga firmada por cuatro directores distintos -circunstancia que, para ser justo, pasaba también con la 3.0-. No es, por tanto, una obra con una concepción unificada, sino que ha pasado por por demasiadas manos y. se supone, ha sido pulida, domada para no despertar las suspicacias del público. No es una obra que vaya a despertar polémica por su contenido o su plasmación, como ocurrió con la serie original En cualquier caso, y dejando aparte las fricciones y luchas internas que pueda haber habido, soy muy desconfiado hacia los versionados que un autor realiza de sus obras. Con demasiada frecuencia, la frescura, el brío y la audacia que las obras de juventud muestran resultan substituidas por la rutina, la prudencia y el saber hacer de la edad madura, desvirtuando lo que las hacía distintas, únicas. Una petrificación más que visible en este Evangelion: 3.0+1.0, que demasiadas veces parece ir con el piloto automático.

Voviendo a los tres defectos que les comentaba, la inflación friqui podría definirse así: si una serie gasta su primera temporada en derrotar a un monstruo, en la siguiente serán dos el doble de fuertes en la mitad de tiempo, en la tercera, cuatro de fuerza multiplicada por cuatro en un cuarto del tiempo, y así sucesivamente. Se pierde así el cuidado en ir construyendo poco a poco motivaciones, personajes y consecuencias, al tiempo que los sucesivos peligros, en apariencia cada vez más temibles, se vuelven inofensivos, irrelenvantes. En la serie original, un sólo ángel era un peligro existencial para los protagonistas y cuando, en The End of Evangelion, los Evangelion producidos en masa -apenas una docena- atacaban en grupo, el espectador sentía que se le erizaba al cabello. Aquí, por el contrario, tenemos incontables versiones de Evangelion -perdí la cuenta a los cinco minutos- que surgen en enjambres de cientos, miles y decenas de miles... para ser derrotados al instante siguiente. El efecto ahora es de hastío y de aburrimiento, ya desde el primer instante de la cinta, cuando se malgasta un cuarto de hora en una escena de acción que no aporta nada a la narración. Está ahí sólo para dar un chute inicial de adrenalina, pero podría eliminarse sin consecuencias.

Esa necesidad de adular a un público que necesita escenas de acción, vengan o no a cuento, nos lleva al segundo punto: la renuncia a la experimentación formal. La serie original, a medida que avanzaba en su metraje, se iba volviendo cada vez más vanguardista. Por ejemplo, utilizaba imágenes leit-motiv para crear una densa red de relaciones temáticas, con las que se provocaban sentimientos similares en situaciones distintas, llegando a rozar la abstracción absoluta en ciertas secuencias. Esta tensión estética no se relajaba en The End of Evangelion, donde, en su segunda parte, el espectador se veía sometido a una catarata de símbolos, tanto religiosos como filosóficos, muchas veces sin relación con su significado original, pero imbricados en una nueva trama de relaciones. Al final todo tenía sentido o al menos lo tenía en el nuevo contexto que la película había generado. Sin embargo, esta coherencia formal y temática -y las audacias asociadas- se pierde en Evangelion: 3.0+1.0. Sólo surge en la última media hora, como si los creadores sintieran que se habían olvidado de algo importante, mientras que había sido esencial, indisociable, durante toda la serie original. Resulta muy triste descubrir, por ejemplo, como las imágenes leit-motiv de la serie son utilizadas de manera torpe y cansada en la película, como si fueran una obligación que cumplir, no un golpe a la conciencia del espectador.

El último punto es quizás más personal, discutible por tanto, y se refiere al cambio de perspectiva en el pathos de la serie. Ésta era pesimista hasta negar cualquier esperanza, cualquier posibilidad de salvación, ya fuera humana o sobrehumana. Hicieran lo que hicieran los personajes, acababan estrellándose con la realidad, sus defectos o sus traumas, lo que desbarataba sus planes e intenciones. De hecho, quedaba bien claro que el monstruo era la humanidad, no los ángeles inhumanos que les asediaban, comparables a una fuerza de la naturaleza. Esa negrura insondable no llegaba a disiparse en ningún momento, de manera que los pocos momentos luminosos acababan siendo engullidos por ellas o quedaban reducidos a meros descansos pasajeros en el camino hacia el abismo. Por el contrario, Evangelion: 3.0+1.0, es fundamentalmente positiva, no sólo porque se evoque un Deus ex Machina para proveer un final feliz para todos los personajes, al estilo de lo que hacía RahXephon (Yutaka Izubuchi) en 2002, con mucha más maestría, . Incluso se llegan a crear personajes sin entidad alguna, cuya única función es la de ofrecer una tabla de salvación a quienes sólo sabían hundirse en la serie original. Se podría decir, especulando mucho, que si Anno utilizo el Evangelion de 1996 para servir de escape a la depresión que sufría en aquel entonces, el 3.0+1.0 de 2021 es un mensaje al mundo de que al fin ha madurado: él y sus personajes. 
 
El problema es que ese equilibrio (re)encontrado no sólo contradice el mensaje de la serie original, sino que además está descrito con torpeza y ramplonería.

No hay comentarios: