No creo que nadie discuta que In the mood for love (Deseando amar, 2000) constituye la cumbre del cine de Wong Kar-Wai, así como una obra capital del cine de los últimos treinta años. En ella, el diracto hongkones culmina la evolución de sus películas anteriores, hacia historias de amor estilizadas y atemporales, donde su estilo cinematográfico refleja, con precisión y sutileza, cada uno de los altibajos, de los desencuentros y malentendidos, en que esas relaciones se extravían. Ya en su estreno me fascinó -y al resto de la cinefilia-, como pocas otras películas lo habían hecho, pero ha sido sólo ahora cuando he podido apreciar los múltiples recursos que Kar-Wai utiliza para que una historia, en el fondo banal, se torne memorable. única e irrepetible.
Sin embargo, pudo no haber sido así. De hecho, estuvo a punto de torcerse, como puede comprobarse revisando las escenas eliminadas que suelen venir con las ediciones en DVD y BR. En principio, la historia era mucho más clara y definida, sin la ambigüedad y el misterio que envuelven la obra definitiva. Cualquiera de esas escenas, con los datos que nos revelan de la trama, hubiera desviado la narración hacia terrenos más prosaicos, la habría desprovisto de su magia ambigua, del ensimismamiento paralizante que lastra, de inicio a fin, la relación entre los dos protagonistas. Habría tornado menos agudo el dolor mutuo que ambos se infligen, incapaces de escapar de sus respectivos laberintos.
Así, el rasgo característico de In the mood for love, es que en ella todo está desplazado, lo esencial difuminado, la atención desviada de lo que sería central en otra película. La relación extramatrimonial que sirve de motor a la historia queda relegada a un puesto secundario, sin que jamás lleguemos a ver el rostro de sus participantes. Son sus sendos cónyuges los que pasan a primer plano, ellos y las repercusiones que intuir esa infidelidad les produce. En concreto, buscar refugio, alivio, compañía el uno en el otro, aunque ambos rehuyan, rechacen, seguir el ejemplo de sus consortes.
Es en la recreación de ese viaje sin destino -sin el destino que ambos anhelan, pero que no pueden confesarse que ansían- donde el estilo cinematográfico de Kar-Wai brilla de manera esplendorosa. Los muchos obstáculos, externos e internos, que se oponen a que la relación entre los protagonistas se consume se expresan visualmente mediante planos angostos, filmados desde la lejanía, en donde queda clara la asfixia sentimental que sienten, la imposibilidad de alcanzar aquéllo que desean. Planos cuyo montaje subraya asímismo la contradicción en la que viven: si los encadenados entre escenas muestran como cada uno de ellos piensa de continuo en el otro, dentro de los planos aislados ellos casi nunca aparecen juntos, aún cuando comparten misma habitación, actividades y afanes comunes.
Así puede verse en la escena que he intentado ilustrar con las capturas. En ella, los dos no-amantes se hallan enfrascados en la escritura de una novela, actividad inocente que les permite estar juntos. La inestabilidad de su relación, esa red de deseos inconfesables que les une, se expresa por una cámara en continuo movimiento, sin hallar un momento de reposo, que además les observa desde fuera, perdiéndoles de vista de continuo, en cuanto cualquier de los muchos objetos intermedios se cruza en nuestro campo de visión.
Separación, de nosotros frente a ellos, pero también entre ellos dos, que se ve reforzada por esa renuncia patente a colocarlos en el mismo plano. A pesar de compartir una misma actividad, el movimiento de la cámara y los obstáculos en el camino sirven para que cuando uno entra en el plano, el otro salga de él, y viceversa. Incluso cuando la visión es directa y nada nos impediría verlos a los dos juntos, Kar-Waij juega con la profundidad de campo, borrando a uno de los dos del encuadre y encerrando al otro en su soledad inextinguible.
Aciertos de los que la película está repleta y que sería ocioso relatar, pero que juntos contribuyen a inducir en el espectador la misma sensación de desorientación que sufren los personajes. Al igual que ellos no llegarán a conocer sus auténticos sentimientos mutuos, si en realidad había esperanzas para hacerlos realidad, el espectador quedara ignorante de muchos detalles de su relación, habrá vislumbrado un breve instante de sus vidas, pero nada más.
Será responsabilidad nuestra reconstruir el resto, pero sin tener garantías de que sea cierto.
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