viernes, 21 de junio de 2019

En busca de Bergman (XXIX): Scener ur ett äktenskap (Secretos de un matrimonio, version TV,1974)












































Si siguen estos comentarios a la filmografía de Bergman, habrán notado que este director tiene dos rasgos característicos de lo que solemos llamar "genio". El primero, una inquietud inextingible que le impide caer en la rutina, apoltronarse. A cada nuevo filme se plantea nuevos retos estéticos y narrativos, que pueden resultar más o menos pertinentes, resultar más o menos logrados, pero que contribuyen a abrir nuevas vías a su evolución artística. Con una suerte constante, esa del creador gemial,  a la que contribuyen tanto el trabajo duro, la exigencia constante, como la intuición y el instinto, avezados por ese mismo trabajo. Por otra parte, Bergman es un artista polifacético, capaz de simultanear dos artes, como el teatro y la cinematográfica, consideradas por sus teóricos como opuestas e inmisicibles, mientras que el director sueco no encuentra reparos, mucho menos obstáculos, para contaminar uno con la otra  viceversa, como si ambas formasen parte de una única continuidad superior.

Dos artes a la que habría que añadir a una tercera, la televisión, que para muchos puristas del cinematógrafo constituía, hasta hace no mucho, la "abominación de la desolación", el summum de todos los males, siendo obligado combatirlo sin cesar y sin piedad. Sin reparar en cuantos grandes cineastas no le han hecho ascos, sin considerarlo un desdoro, consiguiendo en ese formato obras que no tenían nada que envidiar a sus hermanas concebidas para la pantalla grande. Así, en el caso de Bergman, una obra como Riten (El rito, 1969), era una doble traducción, de obra de teatro a formato televisivo y luego a película de largometraje, sin que ese transmutación se perdieran los elementos de origen de la representación, como los decorados funcionales, casi espartanos, o la concentración en un reducido número de personajes, los propios de una representación de aficionados que pudiera celebrarse en cualquier esquina sin apenas preparación.

Sin embargo, la mayoría de edad en el campo televisivo, la alcanzó Bergman con Scener ur ett äktenskap (Secretos de un matrimonio ,1974), serie de seis episodios y cinco horas en total - con esos episodios de cincuenta minutos que sólo podían darse antes en las televisiones estatales... o ahora en los canales de streaming de pago -, que para algunos Bergmanianos puede resultar desconcertantes incluso no estar a la altura de lo que se espera del maestro. La razón principal es que en su narración y desarrollo, esta obra es sobria, cuando no prosaica, sin mayores alardes ni aparentes complejidades. Se propone relatar la crisis sentimental que lleva a la ruptura del matrimonio protagonista - protagonizada por Liv Ullmann y Erland Josephson -, pero no va más allá. Es decir, está desprovista de las intimaciones existencialistas, religiosas y filosóficas, que constituían el tema central de sus películas anteriores, fuera cual fuera el envoltorio en que se las guardase y presentase.

De hecho, la película Bergmaniana más cercana a  Scener ur ett äktenskap no es otra que Beröringen (La carcoma ,1972), que giraba también en torno a la quiebra de un matrimonio en apariencia sólido y asentado. Sin embargo, aquella película no acaba de funcionar al parecer situada en una tierra de nadie,perdida y desorientada entre las disquisiones existenciales del primer Bergman y el retrato realista de un hecho banal y normal como la separación de dos cónyuges. No es el caso de esta serie, que decide ser mero notario de lo que no pasa de ser una ruptura, similar e indistinguible a tanta y tantas otras, cuya tragedia, aunque desgarradora para los protagonistas, termina por ser de ordinaria administración, al verla tantas veces repetida y siempre siguiendo el mismo patrón.

Como bien les ocurre a los protagonistas, quienes observan, primero en sus amigos, el cansancio que conlleva la larga convivencia, la irremediable falta de respecto a la que ésta aboca a los antiguos amantes, antes de experimentarlo en ellos mismos, de verse obligados apurar esas miserias hasta las heces, de descubrir, además de lo visible en público, las humillaciones y bajezas que continúan luego ya solos, en la alcoba. Choques, enfrentamientos, refriegas, escaramuzas y batallas campales que, de manera triste, se producen por una falta de sintonía  entre ambos, sin arreglo posible. Porque cuando uno quiere reconciliarse, el otro está armado hasta los dientes, dispuesto a combatir hasta la muerte, de manera que el único camino posible consiste en reanudar las hostilidades, hasta que uno se rinda por cansancio o abandone el campo para simple. Y sin embargo, no termina nunca, porque los años transcurridos llevan irremediablemente a reencontrarse, como si ninguno de los dos pudiera vivir ya sin el otro, como si ese estado de sitio constante se hubiese tornado la razón, el acicate de su existencia.

No se piense, no obstante, que el único mérito de Scener ur ett äktenskap es el de crónica. Aunque con sordina, atenuado y casi invisible, todo el saber de Bergman en la puesta en escena está ahí. Incluso su gusto por digredir, tanto narrativa como visualmente, como puede verse en la secuencia que abre esta entrada. Muy pocos directores serían capaces de crear una serie entera donde apenas vemos más personajes que los esposos protagonistas, que charlan sin término, sin que se sienta cansancio o reiteración. Más bien al contrario, subrayando cada instante con el encuadre o movimiento de cámara correcta. Como en una conversación de cama entre ambos cónyuges, donde, por dos veces, Bergman nos muestra la soledad de la esposa, sólo con imágenes. En especial, cuando ella se vuelve a él, se echa en su brazos, buscando compañía, mientras que la cámara se centra en ella, sólo en ella.

Mostrando bien a las claras que no ha logrado el consuelo que buscaba.

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