Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Spin (Giro), corto dirigido en 2002 por el artista de vanguardia Han Hoogerbrugge.
Si me refiero a Hoogerbrugge como artista de vanguardia es porque su obra se sitúa en esas zonas limítrofes que separan las diferentes artes visuales. Se trata de espacios aún por cartografiar y que reciben nombres tan dispares e insatisfactorios como vídeo-arte o arte digital. En ellos, los artistas intentan encontrar lo que en sus artes de partida es inalcanzable o se encuentra oculto por espesas capas de convenciones y sobreentendidos. No se trata de una postura nueva, propia de la disolución de la modernidad y las muchos mestizajes propiciados por el posmodernismo, sino que pertenece a los propios orígenes de la vanguardia. Ése es el caso, por ejemplo, de Oskar Fischinger, quien en los años veinte utilizó la animación para plasmar los postulados de la abstracción que estaban vedados a la pintura. Tal es el caso también, aunque mucho más reciente, de William Kentridge, cuyo arte habita en la encrucijada entre teatro, pintura y animación, formas que utiliza de manera eminentemente política, como recuerdo y denuncia permanente de los muchos horrores del siglo pasado.
De esa manera, Spin es al mismo tiempo un corto de animación y no lo es. Lo es, en la medida que incluye secciones animadas en forma de bucle sin fin; no lo es, en tanto requiere la intervención del espectador para continuar y salir de esos callejones sin salida. El corto podría quedar así eternamente prisionero de si mismo, suspendido en un movimiento perpetuo inconcluso, o insertarse como segmento en una cadena aún mayor, puesto que la última interacción nos vuelve a colocar al mismo tiempo al principio. Bucles dentro de bucles dentro de bucles que no se limitan a mera broma o floritura tecnológica, sino que también incluyen su vertiente de critica social. Ocurre que cada uno de esos bucles sin término ilustran uno de nuestros pozos sociales cotidianos, sean estos el entretenimiento superficial basado en la repetición continua de los mismos estereotipos, la adoración de músicas que nos prometen rebelión, pero solo confirman el sistema, o la búsqueda del más sobre más sobre más en nuestro medios de transporte privados.
Repetición tras repetición que conforman nuestros días y que los tornan indistinguibles los unos de los otros, a pesar de nuestras protestas y anuncios de variedad y aventura, de tornar cada día en un nuevo desafío, del cual habrán de depararse, con toda seguridad, recompensas sin cuento. Así lo proclamamos, pero nunca es así, pues lo único que encontramos al final del camino es tedio y hastío, fracaso y amargura. Spin constituiría así una constatación de los muchos engaños y mentiras con los que nos protegemos, pero cabe una pregunta: ¿Sirve para algo esta denuncia? Cuestión que se extiende a todo el arte actual, tan preocupado por abandonar cualquier búsqueda tendiente a representar una belleza en la que no se cree, mientras prima un afán por el mensaje político, siempre con propósito de reforma, cuando no revolución.
Lo cierto que este arte del concepto no es visto por el gran público, mientras que el poco que tiene repercusión enseguida es olvidado. Incluso el que no se olvida y pasa a formar parte de una suerte de canon pudorosamente desprovisto de ese nombre, queda emasculado de cualquier posibilidad de repercusión por sus propio hermetismo simbólico, agravado por las muchas capas de exégesis erudita con que se le envuelve y, no menos importante ni menos decisivo, por devenir prisionero de un museo. Esos lugares donde, ya saben, la gente vaga sin rumbo, casi obligada, sin tener muy claro cuál es la finalidad de contemplar esos objetos ni por qué deberían gustarle.
Y como prueba basta que reparen que no he incluido capturas de este corto, ni el habitual enlace a una plataforma de "streaming". El formato, sfw, en el que está mi copia no permite que mis reproductores obtengan imágenes de ellos, mientras que mis búsquedas no han conseguido encontrar un enlace a ese corto.
Cine invisible, en verdad
Repetición tras repetición que conforman nuestros días y que los tornan indistinguibles los unos de los otros, a pesar de nuestras protestas y anuncios de variedad y aventura, de tornar cada día en un nuevo desafío, del cual habrán de depararse, con toda seguridad, recompensas sin cuento. Así lo proclamamos, pero nunca es así, pues lo único que encontramos al final del camino es tedio y hastío, fracaso y amargura. Spin constituiría así una constatación de los muchos engaños y mentiras con los que nos protegemos, pero cabe una pregunta: ¿Sirve para algo esta denuncia? Cuestión que se extiende a todo el arte actual, tan preocupado por abandonar cualquier búsqueda tendiente a representar una belleza en la que no se cree, mientras prima un afán por el mensaje político, siempre con propósito de reforma, cuando no revolución.
Lo cierto que este arte del concepto no es visto por el gran público, mientras que el poco que tiene repercusión enseguida es olvidado. Incluso el que no se olvida y pasa a formar parte de una suerte de canon pudorosamente desprovisto de ese nombre, queda emasculado de cualquier posibilidad de repercusión por sus propio hermetismo simbólico, agravado por las muchas capas de exégesis erudita con que se le envuelve y, no menos importante ni menos decisivo, por devenir prisionero de un museo. Esos lugares donde, ya saben, la gente vaga sin rumbo, casi obligada, sin tener muy claro cuál es la finalidad de contemplar esos objetos ni por qué deberían gustarle.
Y como prueba basta que reparen que no he incluido capturas de este corto, ni el habitual enlace a una plataforma de "streaming". El formato, sfw, en el que está mi copia no permite que mis reproductores obtengan imágenes de ellos, mientras que mis búsquedas no han conseguido encontrar un enlace a ese corto.
Cine invisible, en verdad
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