Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de A Short Love Story in Stop Motion (Una breve historia de amor fotograma a fotograma), corto
realizado en 2008 por el animador argentino Carlos Lascano.
En la entrada anterior, me quejaba del angosto concepto que los estadounidenses tienen de la poesía, lindante con la cursilería, la noñez y la sensiblería. Esta idea tendría su origen en una imagen no menos falsa de la cultura europea, que se supone, con cierta envidia, más elevada, preciosista y sensible, más de "calidad" como se viene denominando, sin sospechar el carácter despectivo que esa expresión ha acabado por adquirir. Obviamente, tras toda falsedad siempre hay un pequeño poso de verdad, ése que le da el tinte de verosimilitud que permite que nos la creamos sin protestar. En Europa también hay cursis y relamidos, además en cantidades industriales, sin que ese defecto se eba una separación por edad o por generaciones. Se puede ser ñoño siendo contemporáneo a machamartillo, incluso con alevosía y ensañamiento, al esconder la sensiblería tras el disfraz de la vanguardia, pretendiendo así justificarla y "ennoblecerla"
¿A qué esta diatriba? Pues simplemente porque A short Love Story in Stop Motion debe ser uno de esos cortos modélicos que los productores de Pixar han estudiado hasta aprendérselos de memoria. Es cierto que técnicamente es impecable, pero ahí se acaban los elogios. El resto es una acumulación de esterotipos y de recursos manidos hasta la indigestión. Desde el supuesto canto a un ciclo vital indefinidamente repetido y por éso mismo símbolo de plenitud y perfección, aspiración común a todos; la sucesión de estampas elípticas que remedan las fotos de un albúm, obligando a una mirada nostálgica encharcada en sentimiento; o la música optimista de moda, que a todos les recuerde sus momentos románticos, cercanos o lejanos. De hecho, la banda sonora se las basta y se las sobra por si sola para arruinar el corto, ya que es una sintonía pop completamente genérica, sin personalidad ni pertinencia, puesta ahí para forzar en el espectador un estado emocional que las imágenes no conseguirían sugerir jamás. Como el 99% de las películas del Hollywood reciente, por otra parte.
Puedo parecer duro e injusto con este corto, y seguramente lo soy ya que no es para tanto, ni tampoco se pretende tan importante y romperdor. les confieso que se debe a mi enraizado romanticismo a la antigua. A mi sospecha, incluso certeza probada por los años, de que cuanto más intenso el amor más propenso es a la catástrofe y a la tragedia. Conclusión inevitable y plasmada en multitud de caminos y desvíos, de la separación amarga e irreconciliable hasta la muerte de los amantes, sea a sus propias manos, sea a las manos de otros. Las historias de amor felices, especialmente aquellas que se pretenden de la adolescencia a la vejez, dictadas por el destino y sin altibajos emocionales, me resultan increíbles, incluso repelentes. Porque esa felicidad sin plazos ni términos sólo se puede conseguir mediante el sacrificio del amor, convirtiéndolo en burocrático y funcionario, en mero despacho de mercancías racionadas. El lugar perfecto para que florezcan rutina e indiferencia. Todo lo contrario de esa beatitud radiante que propone el corto y, por supuesto, nada a lo que debamos ansiar.
En fin, no les entretengo más. Ya son bastantes quejas para el día que es. Les pido disculpas, pero es que en esta tanda de la lista llevamos ya un buen puñado de cortos fastidios y astragantes, de ésos que justifican que se mire a la animación con superioridad e indulgencia, como es aconstumbrado hacer.
¿A qué esta diatriba? Pues simplemente porque A short Love Story in Stop Motion debe ser uno de esos cortos modélicos que los productores de Pixar han estudiado hasta aprendérselos de memoria. Es cierto que técnicamente es impecable, pero ahí se acaban los elogios. El resto es una acumulación de esterotipos y de recursos manidos hasta la indigestión. Desde el supuesto canto a un ciclo vital indefinidamente repetido y por éso mismo símbolo de plenitud y perfección, aspiración común a todos; la sucesión de estampas elípticas que remedan las fotos de un albúm, obligando a una mirada nostálgica encharcada en sentimiento; o la música optimista de moda, que a todos les recuerde sus momentos románticos, cercanos o lejanos. De hecho, la banda sonora se las basta y se las sobra por si sola para arruinar el corto, ya que es una sintonía pop completamente genérica, sin personalidad ni pertinencia, puesta ahí para forzar en el espectador un estado emocional que las imágenes no conseguirían sugerir jamás. Como el 99% de las películas del Hollywood reciente, por otra parte.
Puedo parecer duro e injusto con este corto, y seguramente lo soy ya que no es para tanto, ni tampoco se pretende tan importante y romperdor. les confieso que se debe a mi enraizado romanticismo a la antigua. A mi sospecha, incluso certeza probada por los años, de que cuanto más intenso el amor más propenso es a la catástrofe y a la tragedia. Conclusión inevitable y plasmada en multitud de caminos y desvíos, de la separación amarga e irreconciliable hasta la muerte de los amantes, sea a sus propias manos, sea a las manos de otros. Las historias de amor felices, especialmente aquellas que se pretenden de la adolescencia a la vejez, dictadas por el destino y sin altibajos emocionales, me resultan increíbles, incluso repelentes. Porque esa felicidad sin plazos ni términos sólo se puede conseguir mediante el sacrificio del amor, convirtiéndolo en burocrático y funcionario, en mero despacho de mercancías racionadas. El lugar perfecto para que florezcan rutina e indiferencia. Todo lo contrario de esa beatitud radiante que propone el corto y, por supuesto, nada a lo que debamos ansiar.
En fin, no les entretengo más. Ya son bastantes quejas para el día que es. Les pido disculpas, pero es que en esta tanda de la lista llevamos ya un buen puñado de cortos fastidios y astragantes, de ésos que justifican que se mire a la animación con superioridad e indulgencia, como es aconstumbrado hacer.
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