domingo, 7 de octubre de 2012

The World at War (V): Barbarossa: June-December 1941












Si hay un acontecimiento definitorio en la Segunda Guerra Mundial es el inicio de la operación Barbarroja el 22 de junio de 1941, en el que la Alemania nazi lanzó sus ejércitos contra la URSS sin previa declaración de guerra. Es ese día cuando el conflicto mundial, hasta ahora restringido a occidente, aún en cierta manera humano y sometido a las leyes de la guerra establecidas en los acuerdos internacionales, va a mostrar su verdadero rostro: el de una matanza sin piedad en la que los civiles va a constituir un objetivo prioritario, el medio perfecto para quebrar la resistencia de un pueblo y una nación.

Se puede objetar que ya la primera guerra mundial había sido el paradigma de la guerra sin cuartel, en la que el objetivo de los ejercitos mecanizados e industrializados no era derrotar al enemigo a campo abierto, sino aplicar el poder destructivo de las armas modernas para infligirle un número desmesurado de bajas, el suficiente para hacerle tirar la toalla. Es un argumento válido, al igual que se puede alegar que esa crueldad contra los civilies ya había asomado en el "civilizado" frente del oeste, tanto en los bombardeos terroristas sobre ciudades inermes, primero a cargo de la Luftwaffe y luego, según avanzase el conflicto, especialidad de la RAF y la USAAF, o en la guerra submarina sin cuartel, en la que los buques de pasajeros eran objetivos tan legímos como los buques de guerra, y que culminaría en la tragedía del Wilhelm Gustav, la mayor catástrofe marítima de la historia, en los últimos meses de la guerra.

Ambas objecciones son ciertas, así como el incómodo hecho de que ese gusto por la violencia desmedida acabaría contagiando a los aliados occidentales, pero no es menos cierto que el mundo había ya olvidado que se podía hacer la guerra de un modo tan brutal como en el frente del este, de manera que para describirlo era necesario hablar de los bárbaros de antaños, mongoles y germanos, aunque los "civilizados" contemporáneos no les fueran a la zaga en eficiencia. Además, en un mundo como el actual de acciones supuestamente quirúrgicas y bombas inteligentes que sólo tienen leves efectos colaterales, las dimensiones del combate en el frente del este escapan a nuestra comprensión.

Estamos hablando de una campaña en la que los alemanes llegaron a desplegar 200 divisiones, las cuales permanecían en el frente durante meses y años, hasta que eran completamente aniquiladas por el enemigo, intervalo en el que los efectivos que las componían llegaban a renovarse varias veces, por lo que las posibilidades de supervivencia de un soldado individual eran prácticamente nulas. Una guerra en la que las distancias se medían por cientos de kilómetros, los muertos por cientos de miles y los prisioneros por millones, de los cuales, en el caso de los rusos, sólo un pequeño porcentaje consiguió regresar a su patria, ya que como infrahumanos, los alemanes no les consideraban dignos de ser alimentados, mientras que los pocos que sobrevivieron simplemente pasaron de un campo de concentración a otro, ya que Stalin consideraba traidor a todo aquel que se rendía.

El capítulo quinto de The World at War realiza una magnífica labor en la descripción del infierno del frente del esta, con la inmensa ventaja de contar con testimonios directos de soldados que lucharon en ese frente. Ante nuestros ojos desfila el caracter titánico de esa lucha, en la que a pesar de haber sido aniquilados una y otra vez, los rusos siempre encontraban nuevas divisiones y tanques con las que cerrar el paso a los alemanes, sin que las derrotas pareciesen hacer mella en su espíritu combativo. Un entorno de pesadilla en la que tan enemigo era los seres humanos como el propio ambiente en el que se combatía, un paisaje en el que todo era desmedido, de llanuras y bosques sin fin, de lluvias que lo transformaban en inmensos barrizales donde los equipos se quedaban atrapados, haciendo retroceder al ejército alemán a las condiciones de la primera guerra mundial, para ser sucedido por un frío que mataba a los hombres y convertía a las máquinas en bloques pétreos, incapaces de moverse.

Este combate sin fin y sin esperanza derribó varios mitos del ejército alemán. El primero el de su eficacia, puesto que nadie había previsto las condiciones en las que se desarrollaría el combate. Presos de su propia aura de invencibilidad, ningún mando había creído posible que la campaña se extendiese hasta el invierno, por lo que ni se disponía de ropa de invierno, ni los equipos estaban preparados para las temperaturas de Rusia, errrores fatales que causaron más bajas al ejército alemán que la acción de los rusos. Por otra parte, el ejército soviético consiguió parar a los panzers a las puertas de Moscú y lanzar un contrataque en Diciembre que haría recular a los alemanes cientos de kilometros, enseñando al mundo y a los propios soldados nazis que ellos también podían ser derrotados, que aquella larga sería larga, sin posibilidad de un compromiso que permitiese una salida rápida u honrosa a sus combatientes.

Un conflicto que sólo podría acabar con la aniquilación total y completa de uno de los bandos.

2 comentarios:

Nonsei dijo...

Ya que mencionas al Wilhelm Gustloff, en los inicios de la guerra contra la URSS hubo un hundimiento con casi tantos muertos como aquel, que fue sin discusión un crimen de guerra (era un buque hospital perfectamente identificado como tal), y del que casi nadie ha oído hablar. Me refiero al hundimiento del Armenia en el Mar Negro el 7 de noviembre de 1941 por bombarderos He-111.
Es imposible saber el número exacto de víctimas, porque el Armenia, igual que pasó después con los buques alemanes hundidos en el Báltico, estaba abarrotado de refugiados que huían del avance alemán en Crimea. Se calcula entre 5.000 y 7.000 víctimas.
Saludos.

David Flórez dijo...

Recuerdo que había por ahí una lista de buques hospitales bombardeados, ya fuera por azar o deliberadamente.

En este caso, dada la categoría en que los nazis colocaban a los eslavos, creo que no hay ninguna duda.