martes, 2 de octubre de 2012

Historical Narratives

But When? When? Always the question: when? Whether there were those among the peasantry who were aware of the Millenium we do not know - for the silence of the poor is almost total. Yet such was the scale of the horrors that had overwhelmed them, and such their yearning for redemption from all their miseries, that it seems implausible that they could have been wholly ignorant of so portentous and fearsome a date. That they were living through the one-thousandth anniversary of their Saviours' life, even as the shadows that had engulfed them were thickening into a more hellish darkness, could surely have struck many as a coincidence too far. Certainly, there were those among the learned who had no doubts. "For it is an evident fact by the Holy Gospel that as the last days go by, so love will be chilled, an iniquity will blossom among men... Here then is the cause of the evils which, on an unprecedented scale, have afflicted every portion of the world, on and around the thousandth anniversary of the birth of our Saviour and Lord"

Millenium, Tom Holland

A priori, Millenium, el libro de Tom Holland, parecía interesantísimo. Su excusa narrativa es lo que se podría llamar el mito del año mil, la supuesta fiebre que recorrió la cristiandad en los años anteriores y posteriores a esa fecha, en la cual el mundo debía finalmente terminar y se produciría la  segunda venida de Cristo y el juicio final. Este mito histórico, tan parecido en su esencia a nuestras paranoias apocalípticas de ahora mismo como el famoso 2012, se ha demostrado que no fue tan general ni tan catastrófico, pero aún sigue proyectando una larga sombra, no sólo sobre la historiografía, sino sobre la imagen popular de esos dos siglos bisagra, el X y el XI, en los que nació la "plena" edad media, o al menos ese conglomerado de castillos, caballeros, princesas y siervos, que asociamos inconscientemente con la edad media y que tan distinto es, por ejemplo, del mundo que gobernara Carlomagno.

La importancia de estos dos siglos, como digo, es esencial en la historia de la Europa temprana, tanto que casi podríamos decir que en algun momento del siglo XI se produce la fundación de la Europa que aún conocemos, o dicho de otra manera, que es posible remontarse a una fecha tan remota como el año 1000 y no sentirse demasiado extraño, como demuestra el hecho de que aún sigamos utilizando edificios construidos a partir de esa fecha, las catedrales románicas, o que la primera música de la tradición occidental que un aficionado aprende a saborear es precisamente un poco posterior a ese tiempo. Un tiempo, por tanto, más que interesante, por su cualidad de época de crisis, aunque no la que pensaron sus contemporáenos, en la que el pasado fue descartado y las bases del futuro, asentadas.

Sin embargo, la tarea de explicar y narrar ese tiempo es ingente y no está al alcance de las fuerzas o los recursos muchos historiadores. Piénsese que narrar el siglo X y XI es como escribir una historia que abarcase desde la batalla de Waterloo (1815) a la caída de la Unión Soviética (1991), en la que además no sólo se incluyesen los hechos políticos, sino que fuera imprescindible desentrañar la maraña de cambios económicos, sociales y culturales, que llevaron de un tipo de sociedad a otra. Este esfuerzo de interpretación lleva asociado el doble inconveniente que muchos de esos fenómenos nos resultan ya lejanos, extraños, mientras que las fuentes de ese tiempo no son una guía segura para descifrar estos fenómenos, al ser en su mayoría interesadas, sin reparos a deformar en propio beneficio lo que cuentan, y además estar atadas a la mentalidad de su época, que no distingue entre lo profano y lo sagrado, entre lo real y lo milagroso, sino que todo pare ellos, pertenece al mismo ámbito y es indisociable.

Holland, desgraciadamente no es un historiador, ya que pertenece a la categoría de divulgadores bien intencionados como Beevor o Hastings, con lo cual no se debe esperar de él el rigor de un historiador, y en cuyas obras se cuelan multitud de errores e imprecisiones.. En sí, esto no es un defecto, ya que como digo pocos historadores podrían triunfar en este empeño y muchos menos se atreverían a intentarlo. El libro de Holland podría haberse limitado a ser una amplia introducción a ese mundo desconocido, pero rebosante en personalidades y hechos deslumbrantes, pero, para su desgracia, tiene un grave error: el hecho de tender peligrosamente a la novela.

El fragmento que he incluido es un claro ejemplo de ese defecto, que comparte con los citados Hastings y Beevor, y que a un lector experimentado le recuerda el estilo de los historiadores grecorromanos o el de los decimonónicos, los cuales tendían a embellecer sus historias y retorcerlas para que sirviesen a su tesis inicial. Esta forma de tratar la historia era disculpable en los autores grecolatinos, para los cuales el ideal de historiador era muy distinto del nuestro, pero no si es admisible en los autores decimonónicos, los cuales pretendían estar haciendo ciencia, mucho menos lo es en escritores del siglo XXI.

Porque en primer lugar esa forma de historia, cercana a la novela y utilizando todos los recursos del lenguaje, se haya demasiado cerca de la especulación salvaje, esa que va apilando posibles, hasta aparentar demostrar lo que es indemostrable por falta de datos objetivos. Falta de rigor que además se ve empeorada por la negativa a incluir citas de las fuentes originales, las cuales nos permitan apreciar hasta que punto lo que se nos cuenta es realmente lo que registraron esos historiadores/cronistas de antaño o es simplemente la imaginación del escritor puesta en marcha. Sin contar que falta por completo una evaluación la calidad de las fuentes o un resumen de sus problemas, tan importante como la propia narración histórica, ya que los testimonios pueden variar de ser casi seguros, los de aquellos historiadores que a pesar de tener un ideario político son capaces de registrar los datos con objetividad, al menos como a ellos se los contaron; hasta aquellos otros cuya obra es simplemente un intento de reescribir la historia para servir a sus fines políticos, sin olvidar a muchos juntaletras que a pesar de sus buenas intenciones son incapaces de alcanzar los requisitos de calidad que se suponen en un auténtico estudioso.

Algo que Holland, en el inmenso fresco histórico que quería pintar, se halla muy lejos de alcanzar, aunque su obra, eso sí, puede servir como introducción que sirva de acicate para saber más de ese tiempo olvidado, pero crucial en la historia europea.


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