viernes, 11 de abril de 2008

The World at War (y VI)

Siguiendo con los comentarios a la serie The World at War, hay una pregunta que siempre se plantea en relación con el exterminio de los judíos (y de muchos otros europeos, no lo olvidemos). ¿Hasta que punto era conocido? ¿Hasta que punto los alemanes sabían lo que estaba ocurriendo y por tanto, en el mejor de los casos, prefirieron mirar a otro lado? ¿hasta que punto lo sabían los aliados y, a su vez, prefirieron utilizar su potencial bélico en otras tareas que no fueran la de evitar el exterminio?

A medida que pasa el tiempo, a medida que las pruebas se acumulando, sólo queda una respuesta: Todos Lo Sabían. , incómoda, aparentemente sorprendente, pero que siempre ha estado allí.

Desde el punto de vista alemán, era imposible no darse cuenta de que ciertos vecinos, estaban desapareciendo y que de ellos ya no se volvía a tener noticias. Multitud de testimonios, como el de Victor Kemplerer, demuestran que la población hablaba y que los rumores eran más o menos coincidentes. No sólo esto, a medida que avanzaba la guerra la sociedad alemana se militarizaba cada vez más, y al ser la máquina del exterminio prioritaria, hasta el extremo de desviarse recursos para el frente, siempre había algún conocido que sabía al entrar su actividad en conflicto con esa maquinaria que transportaba millones de personas de un lado a otro de Europa

Esto sin contar que en Rusia, el exterminio se hizo prácticamente a mano, utilizando en muchas ocasiones al ejército regular, y esas historias se contaban en las cartas o al volver de permiso, o que, a medida que avanzaba la guerra, Alemania deportó millones de Europeos para que trabajasen en sus fábricas como esclavos, con lo que el país se llenó de una red de pequeños campos de concentración.... todo esto a la vista de todos, de forma que sólo aquel que no quisiese mirar, podía ignoraron.

No es de extrañar por tanto que, como comenté en otras entradas, el documental propagandístico sobre el Ghetto de Varsovia, que intentaba mostrar a los judíos como subhumanos, nunca fuera estrenado, ya que sus imágenes eran la confirmación de todas los rumores, de como unos seres humanos estaban exterminando a otros... o como a mediados de la guerra, cuando la máquinaria del exterminio funcionaba ya a toda potencia, los nazis rodaran otro documental, encargado a uno de los prisioneros, sobre el campo de Judios VIP de Theresienstadt, maquillando lo que allí ocurría, para mostrar al mundo (y la Cruz Roja) que estaban tratando bien a los judíos, otro documental que también fue suspendido y cuyo director y actores acabaron al poco en Auschwitz.

Y es que como dije antes todo el mundo sabía lo que estaba pasando, incluido los aliados. Lanzmann en el apabullante documental Shoah, nos muestra un testimonio espeluznante, el de un oficial de la resistencia polaca, al que sus superiores encargaron infiltrarse en el Ghetto de Varsovia, realizar un informe y pasarlo a los aliados. Un hombre que, al rememorar lo que vio allí, casi cuarenta años después, se derrumba ante las cámaras y es incapaz de continuar hablando, a pesar de que supuestamente ya deberíamos estar curados de espanto.

Este no fue un testimonio aislado. Los datos eran tantos y tan coincidente que incluso el gobierno de Churchill informó a la cámara de los comunes, en una sesión, como decían los periódicos de la época, de un silencio opresivo. Y es que mientras los nazis estaban exterminando a los judíos de Europa (1941, en Rusia, 1942 en Polonia, 1943 y 1944 resto de Europa), los judíos húngaros, protegidos por su gobierno se mantuvieron a salvo hasta el otoño de 1944, protegidos por su gobierno. Una situación que les convirtió en un lugar de refugio, donde afluían todos aquellos que habían podido escapar de la red nazis, y que le permitió compilar y reunir toda la información sobre el exterminio, y transmitirla a los aliados, entre ellas, el papel de Auschwitz

Esta excepción húngara, como digo, terminaría abruptamente en el Otoño del 44, cuando, tras un golpe de estado pronazi, Eichman, el organizador del exterminio tuviera las manos libres para actuar (nunca antes se habían exterminado tantos judíos en tan poco tiempo, diría) no sin que los nazis intentasen extorsionar antes a los aliados occidentales, intentando obtener material militar a cambio de la liberación de judíos húngaros.

En este contexto, de información que se intentaba pasar a los aliados, para que estos detuviesen el exterminio, no se paró ante nada, incluso se llegó a contactar con la resistencia existente en los propios campos, como Auschwitz, para obtener documentos gráficos que pudiesen ser publicados. Una misión casi imposible, ya que tanto los que introdujesen material fotográfico como los que utilizasen, serían inmediatamente ejecutados, y tras eso ya no podría volverse a repetir la operación.

No ocurrió así, sin embargo, y de ese esfuerzo han quedado dos testimonios gráficos escalofriantes. El primero, tomado desde el interior de un barracón, muestra a los judíos del SonderKommando (aquellos que debían ocuparse de los cadáveres de los asesinados en las cámaras de gas) incinerando cadáveres en el patio del campo de Auschwitz.



El segundo muestra a un grupo de mujeres a las que se ha obligado a desnudarse antes de entrar en las cámaras de gas.


Una foto obscura y borrosa, debido a la premura con que se hizo, debido al peligro que corría el fotógrafo, pero que cuando se procesa digitalmente, nos muestra todo el horror del momento.


Pero, aún nos queda una pregunta, admitiendo como tenemos que admitir, que todos los alemanes lo sabían, que era lo que pensaban ellos, mientras veían desvanecerse a sus vecinos en la nada más absoluta. En la serie The World at War, Christabel Bielenberg, antinazi y miembro de la resistencia alemana, nos cuenta como en el curso de un viaje en tren, coincidió con un oficial de las SS que le contó las atrocidades en las que había participado en Rusia, y como, a partir de ese momento, buscaba la muerte en el frente, para huir del remordimiento.


Un oficial, que, al despertar Christabel la mañana siguiente, la había cubierto con su capote, para que no cogiese frío.

Esto podría parecer muy bonito, muy romántico, darnos la esperanza de que el nazismo fue sólo un mal sueño, en el que todos nos volvimos locos, para finalmente despertar, sino fuera por el testimonio de Otto Remmer.


El hombre que el 20 de Julio de 1944, cuando el atentado contra Hitler, cambió el curso de la historia, al decidir no seguir las órdenes de los conspiradores, detener a Göbbels y por tanto derribar el régimen nazi, sino obedecer a Hitler y volver sus armas contra conjurados.

Un hombre que buscaría refugio en España, durante el régimen de Franco, y que permanecería aquí hasta su muerte, sin miedo a ser molestado.

Un hombre en fin, que mira a la cámara, rígido y tieso, como si estuviese en posición de firmes frente al Führer y que acaba su alocución diciendo.

Sí, puede ser que matásemos a algunos judíos, pero eso es cosa de las guerras, de lo que nadie habla es del bien que hizo Hitler a Europa.

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