lunes, 2 de abril de 2018

Lo que vemos no es la realidad (y I)





























Creo que no exagero al decirles que, entre las muchas franquicias de ciencia-ficción que ha dado el anime, Ghost in the Shell es la más estimulante desde un punto de vista intelectual. Al menos en las que se podrían llamar sus plasmaciones clásicas: las dos películas dirigidas por Oshii Mamoru, Ghost in the Shell (1995) y Ghost in the Shell: Innocence (2008), asi como las dos series dirigidas por Kamiyama Kenji, Stand Alone Complex (2002) y Stand Alone Complex 2nd GIG (2003). No ya por  la altísima calidad de ambos productos, sino porque a ella se aúna el que sus puntos de vista son completamente distintos, y aún así, complementarios y harmónicos.  
 
Las películas de Oshii, además de haber lanzado un tercera ola de afición por anime en Occidente,  tornada en definitiva, proponían una meditación metafísica sobre la solidez de la existencia y la veracidad de nuestras percepciones, rasgos completamente ausentes en el cómic original de Shirow Masamune. En las series, por el contrario, el acento estaba en los aspectos políticos y sociales, en concreto, en como las estructuras de poder ya existentes se habían reconfigurado para mantener su anterior hegemonía. Es decir, como las luchas y pasiones de antaño, nacionalismo, dinero, ambición, poder, se libraban y conquistaban con herramientas nuevas, las de las tecnologías asociadas con la Internet.

Debido a los logros estéticos y temáticos, poco frecuentes, de los productos anteriores, la desilusión causada por las nuevas entregas de esta década,  la saga Arise (2013-2015), es incluso mayor de lo que debiera. En ellas, se han eliminado todos los aspectos contemplativos, que tan atractivos resultaban, por su rareza, en las series y películas originales, para subtituirlos por acción desenfrenada y descerabrada. Esa acción que más que obedecer a un guión sólido y bien pensado, lo que hace es acribillarlo con material bélico pesado. Así ocurre que si antes la investigación policial, el pasar días enteros en la calle o conectado a la red, era esencial al trabajo de la Sección 9 de la policía japonesa, protagonista de la franquicia, ahora lo que cuenta es resolver los enigmas a tiro limpio hasta no dejar títere con cabeza. O dicho de otra manera, si la Sección 9 se caracterizaba por actuar de forma sigilosa y sin ser detectada, ahora parece especialista en ataques frontales como si fuera un pistolero del oeste sin seso alguno.. o que buscase su muerte.

Pero yo no quería hablarles de Arise, sino de la primera entrega de Stand Alone Complex. Una serie que para mí constituye una de las cumbres del anime y que veo muy difícil, a las pruebas me remito, que pudiera rodarse hoy. No porque no haya medios, que sobran, sino porque su fortaleza se hallaba la virtudes de su guion, punto en el que la 2nd GIG conseguiría superarle. Un guion donde los personajes estaban bien trazados, tanto su carácter como su relaciones, principales y secundarios, y donde además cada detalle tenía su importancia a la hora de crear un mundo coherente y creíble. Y eso incluso cuando, en apariencia, la serie se dividía en capítulos independientes, los Stand Alone, que podrían parecer mero relleno, enfrentados a los que tejían la historia del super-hacker conocido como Waraiotoko, The Laughing Man o el reidor, que se identificaban como Complex.

Sin embargo, los Stand Alone no eran mero relleno. Cada uno tenía su entidad propia, al estructurarse como casos policiales que servían para ilustrar aspectos diferentes de la sección 9 y del mundo en el que trabajaba. Una unidad policial que, no se olvide, trataba con crímenes en una futura Internet que, en ese presente cercano en el que se ambientaba, conectaba los cerebros de casi todos los individuos. Hasta un punto donde el no haber sido intervenido para acoger esa ampliación cerebral se consideraba un crimen, o como mínimo un rasgo de rebeldía antisocial, tolerado sólo en poblaciones marginales, como podrían ser mendigos o fanáticos religiosos. Sin embargo, como ya les señalaba, esos rasgos de anticipación se conjugaban con un tratamiento que tenía un agradable sabor a antiguo, a esas películas de cine negro que, me temo, los creadores de Ghost in the Shell devoraban de niños, al igual que yo.

De hecho, muchas de esas historias Stand Alone podrían imaginarse en un filme en blanco y negro de los años cuarenta, cuya única actualización fuera la inclusión de violencia mucho más visible, rasgo  compartido con una serie igual de famosa e importante, la magnífica Cowboy Bebop (1998) de Watanabe Shinichiro, en la que también era característico la visión retrospectiva de índole cinéfila. Esta inserción de la serie, en origen de ciencia ficción, dentro del género criminal llevaba a que se diera una importancia determinante a uno de los miembros del equipo, el expolicía Togusa - quien sería protagonista de un OVA posterior, Solid State Society (2006), quien resolvía sus casos al modo tradicional, pateándose la ciudad, interrogando a la gente, sospechosos y testigos, y pensando, sobre todo pensando; pero asímismo se extendía a todo el resto del equipo, cuya principal prioridad era pasar desapercibido en todo momento, incluso cuando tenía que utilizar la violencia e irrumpir en territorio enemigo

Esta es otra diferencia fundamental con el mundo de Arise. En estas nuevas entregas, da la impresión que el equipo de Kusanagi Motoko, el mayor al mando del equipo, podría enfrentarse sin problemas con todo el ejército japonés. En las antiguas, por el contrario, se siente que siempre está en inferioridad numérica, de manera que la única forma de equilibrar la balanza es mediante técnicas de inflitración y de camuflaje, para pillar por sorpresa a sus enemigos. De esa manera, cuando se enfrentan a enemigos superiores o que son capaces de burlar las precauciones de la sección 9, se sienta auténtico peligro, el proveniente de la posibilidad de ser derrotados, incluso muerto.  
 
No es de extrañar, por tanto, que ambas Stand Alone Complex, la sección 9 haya tenido que batirse en retirada e incluso pasar a la clandestinidad, acosada por poderes estatales que superan sus recursos y frente a los que cualquier resistencia sería un suicidio. Situaciones límites que, además, son presentadas con cuentagotas, lo que amplifica su impacto. Asi ocurre que, cuando en las Stand Alone Comple, la mayor Kusanagi está a punto de morir en un par de ocasiones, por esa misma excepcionalidad se tornan de una importancia decisiva y de un impacto inolvidable, mientras que en Arise, como pasan cada dos por tres, al final vienen a dar lo mismo.

¿Y que pasa con la trama principal, la narrada en la complex? Pues que en ella, la primera serie se las arregla para dar la vuelta a las convenciones. En apariencia, la sección 9 tiene que enfrentarse con un superhacker que ha puesto en jaque a la sociedad japonesa en varias ocasiones. Una premisa tópica y que estamos hartos de ver en película tras película, donde los buenos super buenos derrotan a malos super malos. Sin embargo, en Ghost in the Shell nada es lo que parece, sino que lo que percibimos tiende a ser una ilusión, ya sea creada por otro o por los defectos de nuestra percepción. De hecho, en el caso del Waraiotoko, el caso criminal no es más que un producto de nuestra propia racionalidad, que intenta ver una ligazón lógica etre elementos aislados, al igual que nueve, puntos distribuidos en tres filas de tres, puede o no puede que representen un cuadrado.

O lo que es lo mismo, y no les estoy destripando nada, que quizás ese caso del Waraiotoko no es más que ondas sobre un estanque, donde un incidente originario tuvo repercusiones que iban más allá de las pretensiones y objetivos de los implicados. Simplemente, porque luego muchos otros copiaron esas acciones, porque sí, sin haber sido llamados ni manipulados, mientras que otros luego utilizaron estos sucesos para ocultar sus maquinaciones.
 
 Éstas sí, producto de una conspiración que se integró y ocultó en ese fenómeno.

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