Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de The Cat Piano (El piano de gatos) corto dirigido en 2009 por los animadores australianos Ari Gibson y Eddie White, miembros del colectivo The People's Republic of Animation (PRA).
Dos consideraciones previas. Debo decirles que tengo debilidad por estos grupos de creadores que se reúnen bajo una etiqueta llamativa e intentan dejar una huella imborrable en la historia de la animación. Sin embargo, con demasiada frecuencia, esos ideales se ven pronto frustrados. Ya les hablé hace tiempo del colectivo sudafricano The Black Heart Gang y su sorprendente The Tale of How (El cuento del como, 2006), que debía haber sido la primera entrega de una trilogía, pero se quedó en nada, ya que el grupo se disolvió en esta década. Asímismo el PRA parece no haber sobrevivido a este corto que les comento, su obra más famosa, que llegó incluso a estar preseleccionada para el Oscar.
Lástima, porque - y he aquí la segunda consideración - en estos tiempos de 3D y GCI omnipresentes, esta obra viene a demostrar lo fascinante y plena en sorpresas que aún resulta la animación 2D. Casi como si toda su historia no fuera sino un eterno apuntar nuevas y vías y caminos, aún por explorar. Sí, ya sé que exagero, pero ya me conocen, me eduqué en un tiempo anterior a la revolución técnica que tuvo lugar a caballo del año 2000, de forma que aún sigo juzgando lo que veo en función de lo que aprendí en los años 80 del siglo XX. Cuando era joven y pleno en ilusiones.
Dejemos a un lado la nostalgia. Lo cierto es que The Cat Piano es un magnífico ejemplo moderno de la expresividad de la 2D. De esa capacidad única que tiene el lápiz y el pincel para traducir lo escrito a imágenes, lo imaginado a lo concreto. En este caso, un poema escrito por el propio director que sirve de base a un ejercicio de estilo entre la estética del cine negro, los productos más experimentales de la UPA y, por qué no decirlo, el acabado retro de una serie única como fue Batman: The Animated Series (1992-1995).
Influencias muy variadas, cierto, que seguramente sólo existen en mi cabeza, pero que tornan a un corto como éste en algo muy cercano y querido. Admirable y encomiable, ya que, sin dejar de ser un producto comercial, sabe beber de las fuentes, de esa experiencia acumulada en todo un siglo de animación, para aspirar a no terminar siendo un producto plano y superficial, o mucho peor, un remedo sin vida de algo que fue y ya no tiene lugar en nuestro presente. Así, busca un acabado artístico que le distinga de tantos y tantos otros productos de usar y tirar, consiguiendo adaptarlo a un mundo propio y personal. Tornándolo memorable, una de esas obras cuyas imágenes siguen en la memoria, aunque ya se hayan olvidado su nombre y el de sus creadores.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Obra muy notable, casi excepcional, tanto por su intento logrado de ser más de lo que podría esperarse de ella, como por ser casi la obra de un estudio que no pasó de ser otra anécdota más en la historia de la animación.
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