domingo, 17 de junio de 2018

La lista de Beltesassar (CCIX): Varmints (2008) Marc Craste
































Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Varmints, dirigido en 2008 por el animado británico Marc Crastre para del estudio AKA, del cual es socio fundador.

Marc Crastre no es un desconocido en este blog. Hace ya tiempo, les comenté el corto Jojo in the starts (2003), obra de evidentes concomitancias técnicas y temáticas con Varmints. En concreto, la descripción de ambientes tétricos y opresivos, en donde los protagonistas se embarcan en la búsqueda de ideales imposibles. A esto se une un uso contenido de la 3D, más enfocado en sus posibilidades narrativas que en el lucimiento circense. Así, Varmints pertenece, como otros cortos que he reseñado en las últimas semanas, a un momento crucial en la historia de esa técnica tan reciente. El tiempo, en la segunda mitad de la década pasada, en que se produce la transición entre dos modelos creativos opuestos. La oposición entre cortos cuya única motivación es constatar los avances de la técnica, frente a otros que comienzan a explorar sus posibilidades expresivas.
Aun así, en Varmints todavía se pueden encontrar resabios de la época anterior, como los movimientos de cámara sin otra función que vanagloriarse de la superación de antiguos imposibles de la animación. Otros defectos son mucho más antiguos y afectan a gran parte del cine moderno, caso de un acompañamiento musical sin personalidad, añadido sólo para ocultar las debilidades de la narración en imágenes. Sin embargo, Varmints se beneficia de un ritmo lento, analítico y meditativo, en el que incluso en las escenas de lucimiento, como el avance imparable de la ciudad al principio o la transfiguración final, se concede el tiempo suficiente para que el espectador pueda explorar y asimilar lo que ve. Incluso se atreve a incluir pequeñas digresiones visuales, inútiles en apariencia, que subrayan ese carácter reflexivo e introspectivo.

Esa parsimonia narrativa es, contra lo que podría suponerse, una fortaleza del corto, al destacar la soledad absoluta en la que se halla sumido el animal protagonista. Su expulsión de un paraíso natural originario para verse desterrado en una ciudad gris, sucia y contaminada - las azoteas de las casas no son sino depósitos de basura -, que ha invadido, destruido y substituido su hogar añorado. En ese infierno, el personaje principal - se supone - tiene desempeñar un trabajo gris y repetitivo, frustrante y abrumador, tan monótono y sin perspectivas como las vistas que tiene desde el cuchitril que le sirve de vivienda. Fachadas todas iguales, de ventanas idénticas, que se extienden en todas direcciones, sólo rotas por los bosques de chimeneas y las columnas de humo que despiden. Sin otra posibilidad de escape que los recuerdos y su rememoración constante, en lucha continua para que el olvido no los arrebate de forma definitiva.

Obra, por tanto, de clara reivindicación ecologista, pero en la que se añaden dos elementos poco comunes en estos alegatos. La insinuación, muy al principio, de que somos nosotros mismos quienes construimos las cárceles en las que luego languidecemos y desesperamos. Unido al amargo convencimiento de que sólo un milagro podrá revertir esa evolución. El milagro y la huida definitiva de un mundo que ya no tiene solución ni remedio.

No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Obra notable, si sólo por su pertenencia a ese momento de cambio cualitativo en nuestra percepción de las posibilidades del la 3D. Algo de  lo que, como siempre sólo he sabido darme cuenta mucho más tarde. Tarde y a destiempo.

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