Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de The Pink Phink, dirigido en 1964 por los animadores norteamericanos Friz Freleng y Hawley Pratt.
The Pink Phink es un corto de gran importancia histórica. Se trata de la primera entrega de la serie de The Pink Panther (La Pantera Rosa), último intento de resucitar la larga tradición americana de cortos animados para la gran pantalla, comenzada en los años 20 y muerta definitivamente en los 60. No voy a entrar en detalles, pero esos cortos solían proyectarse antes de los largometrajes de imagen real y en ocasiones llegaban a cobrar tanta importancia o más que la obra a la que precedían. Productoras como la Warner o la Metro tenían así su propio departamento de animación, mientras que otras las subcontrataban a estudios de mayor o menor pericia, como Terrytoons o Lanz. La misma Disney, durante buena parte de los años 30, creció a remolque del negocio cinematográfico de la RKO, de manera que hasta los cincuenta el logo de esta productora siempre aparecía en los cortos del estudio del ratón.
El modelo quebró a principios de los sesenta, debido a la competencia de la animación barata para la televisión. Ya no compensaba crear cortos de siete minutos para distribución cinematográfica limitada, cuando por cuatro perras se podían crear series enteras que se programaban y reprogramaban continuamente en las cadenas televisivas. Esas economías de los productos patra la TV sólo podían conseguirse de una manera: reduciendo la calidad de la animación que pronto se convirtió en la famosa "illustrated radio" que decía Chuck M. Jones. La perfección de la animación norteamericana, construida durante tres décadas, admirable aún hoy, se perdió por completo, a lo que no fue ajena la huida de sus mejores talentos, en un círculo vicioso que se reforzaba a cada año. Hasta tal extremo que cuando, en los 90, la animación volvió a ser considerada como forma válida, hubo que empezar literalmente desde cero.
Es aquí donde se inscribe la peripecia de Pink Panther y de su principal impulsor, Friz Freleng. Este creador fue uno de los principales talentos de la Warner, quien, tras el cierre de su unidad de animación, creó uno propio, el DePatie-Freleng. Su primer personaje, y el más recordado, proviene de una serie de películas no menos famosa, las de la Pantera Rosa, dominadas por la personalidad nefasta de su personaje principal, el inspector Clouseau. Un auténtico patán, interpretado por Peter Sellers, a quien su misma ineptitud le permitía resolver los casos policiacos en los que se veía envuelto, al quebrar la racionalidad de los planes de sus enemigos. En esas películas, la Pantera Rosa era el apodo de un diamante fabuloso, que las mejores mentes criminales europeas intentaban robar una y otra vez, y que al inicio de cada obra aparecía en forma de dibujo animado, fumando elegantemente en una larga boquilla.
La visión comercial de Freleng quedó demostrada al aprovecharse de la estela de estas películas de éxito para lanzar su propio producto: una larga serie de cortos en el que se daba protagonismo a esa Pantera Rosa animada. Tan grande fue su éxito, que toda una generación de niños, los nacidos en los 60 y 70, como yo mismo, creció con las reposiciones televisivas de los cortos originales, los cuales forman parte de sus recuerdos y de su biografía. Sin embargo, en sí, los cortos de Freleng no aportaban nada nuevo. Sus modelos estaban en los cómicos del periodo mudo, tan propensos a causar catástrofes sin cuento y, aún con eso, salirse con la suya, al igual que le ocurría a la Pantera Rosa. Se trataban, tanto el personaje animado como sus homólogos del periodo mudo, de un elemento de libertad, anárquico, en un mundo con demasiadas reglas y restricciones, ofreciendo al espectador la posibilidad de ponerlo patas arriba y triunfar en el intento. No es de extrañar, por tanto, el predicamento que tenía entre la chiquillería.
El estilo visual no era menos llamativo, ya que utilizaba diseños muy simples, con fondos reducidos a unas pocas líneas y un par de colores, cuando no completamente vacíos. De nuevo, Freleng no había inventado nada, ya que se apoyaba en los logros de la UPA en los años cincuenta, cuando la modernidad pictórica consiguió introducirse en la animación comercial. Sin embargo, lo que en la UPA era experimentación, al menos en sus primeros tiempos, en Freleng era mero artilugio para abaratar costes. Ahí y en otras partidas, caso de la música, que quedaba reducida a mera repetición continua, con algún que otro arreglo, del tema creado por Mancini para los largometrajes. A una distancia inalcanzable de las partituras que Carl Stalling realizó para la Warner, habilísimos pastiches llenos de ingenio y complicidad con lo mostrado en la pantalla.
Ese es el principal problema que tengo con la serie de la Pantera Rosa. Aunque no me moleste que sea un refrito de multitud de influencias, presentadas de manera nueva, si me fastidia que se realice de manera mecánica, casi sin inspiración. Poco queda, en estos cortos, del mecanismo de relojería que eran los cortos de la Warner, en los que guión, imagen y música se fundían en un todo coherente que además tenía una evolución interna, del planteamiento inicial hasta el clímax final, al que se ascendía gag tras gag. En la Pantera Rosa, los diferentes golpes cómicos están simplemente yuxtapuestos, sin relación alguna. Incluso sin ritmo interno en cada uno por separado, aun más sopredente, dado Freleng era un maestro en ese ámbito. Tanto más triste cuando estos defectos eran evidentes desde el primer corto, como este Pink Phink, y no producto del cansancio posterior.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Obra de gran fama, pero mayor de la que se merece. Incluso en su día.
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