martes, 30 de julio de 2019

En busca de Bergman (XXXIII): The Serpent's Egg (El huevo de la serpiente, 1976)



























 

















The Serpent's Egg (El huevo de la serpiente, 1976) es la segunda incursión de Bergman en el cine norteamericano, de la mano de un productor de renombre como Dino de Laurentis y con todo el lujoso aparato de producción que una major estadounidense podía proporcionarle. Pues bien, con ella me ocurre como con Beröringen (La Carcoma, 1972), su primer intento. Algo muy importante, esencial a Bergman y su estilo, parece haberse perdido en el tránsito entre ambos mundos, separados por un abismo que se tornó infranqueable. Entre su cine de cámara sueco, depurado hasta desprenderse de todo lo que no fuera esencial, y otro cine, el industrial americano, en que la abundancia de recursos sirve más de distracción que de soporte.

Debo decirles, no obstante, que cuando vi esta película hace mucho muchos años, en  la década de los ochenta del pasado siglo, me gusto muchísimo. Su aspecto de parábola antinazi me parecía de rabiosa actualidad en aquella época, como si fuera preciso advertirnos a cada década de los peligros del nacionalismo y el racismo. Dos ideologías despreciables siempre a punto de hallar el camino de vuelta a nuestro presente, de justificarse y ennoblecerse, como ha terminado por ocurrir en esta segunda década del siglo XXI. Por otra parte, el naturalismo descarnado con que se representaba la Alemania de los años 20, en la que Hitler no era otra cosa que un exaltado más entre muchos, no dejaba de parecer radical, escandaloso, en un país, como España, que apenas acaba de salir de una dictadura politico-religiosa cuya censura ocultaba todo. Ya fueran ideas que cuestionaban las del régimen, conductas sexuales que se veían como desviaciones, violencia sin freno ni control.

Como pueden sospechar, me he llevado una gran decepción al verla ahora. Tanto mayor, cuanto mejor era mi recuerdo anterior. Me da la impresión, como les comentaba antes, que el genio de Bergman acaba sepultado por esa holgura de presupuesto evidente desde el primer fotograma, en un caso de libro de que más, en demasiadas ocasiones, significa menos. Es como si en reconstruir el ambiente de la Alemania de 1925, con sus cabaréts, sus burdeles, sus pensiones, sus calles abarrotadas de gente, su miseria y su desesperanza evidente, su radicalización política, se hubieran malgastado los recursos estéticos necesarios para contar una historia con sentido. No tanto con sentido, sino con resonancia y hondura.

Un ejemplo de este desajuste, de esta distracción impuesta sobre el director, quizás incluso consentida, por él, es lo que ocurre con el personaje interpretado por Liv Ullmann. Después de haber presenciado el prodigio interpretativo que esta actriz conseguía en Ansikte mot Ansikte (Cara a cara, 1976), obra maestra de la cinematografía Bergmaniana, su actuación en The Serpent's Egg parece la de una actriz de segunda. Su personaje no tiene ninguna entidad, apenas tiene oportunidades de lucimiento, y, para empeorarlo, se pasa la mitad del metraje bajo un kilo de maquillaje que la hace irreconocible y la impide expresarse con la sutileza y claridad que es habitual en ella. 

Esto último tendría cierta justificación, dado su papel de artista de cabaret, pero ciertamente no ayuda a que su interpretación despegue. Como no lo hace que su partenaire sea David Carradine, actor de dotes muy limitadas, y que se pasa la mitad del rodaje vagando aturdido, como si lo que ocurre en pantalla no le afectase o estuviese actuando en otra película distinta, alguna más heroica. No quiero ni pensar lo mucho que habría ganado la película con Max von Sidow en ese papel protagonista, como ocurría en En Passion (La pasión de Ana, 1969), donde Sidow y Ullmann interpretaban papeles muy similares, salvando las distancias, a los de The Serpent's Egg.

Los lastres de la película no se limitan además a esa dependencia excesiva del decorado y la ambientación o a los fallos de reparto. La parábola antinazi no acaba de funcionar, es demasiado burda y forzada, cuando no desaparece durante secciones enteras,  por lo tiene que explicarse al final de la película, como los chistes malos. En una escena, la ilustrada arriba, que paradójicamente acaba por ser de lo mejor de la película, y que nos lleva al meollo de la cuestión. Salvo contadas excepciones, poco queda del estilo con que Bergman había construido sus películas de los setenta, con escenas largas, sin interrupciones de montaje, pero con precisos y acertados movimientos de cámara, de una atención en sus personajes, de una fijación en sus menores gestos que raya en la obsesión. En The Serpent's Egg, por el contrario, la cadencia del filme es mucho más animada, casi al modo americana, con escenas cortas, montaje más dinámico para lo que es Bergman, e incluso algún momento de lucimiento. Como si se intentase no aburrir a nadie y al mismo tiempo pretextar profundidad y vanguardia estética.

¿Imposición de Laurentis, decisión meditada de Bergman en busca de nuevos caminos? Les diría que lo primero, pero no me quedaría tranquilo. Según iba viendo la película, me recordaba otro modo de rodar, otro estilo tan personal como el de Bergman, aunque situado en sus antípodas. El caso es que el tema de la película, Carradine perdido en un mundo desquiciado en el que es arrastrado como una hoja a la deriva, así como el modo que se cuenta, con nerviosismo y desquilibrio, casi con tanta exasperación como sus personajes, habría venido que ni pintado a otro director: el polaco Zulawski. 

Y aquí tuve que abrir wikipedia y consultar fechas, para ver quien podría haber influido a quien. Pues bien, tanto Trzecia część nocy (La tercera parte de la noche) como Diabel (Diablo) son anteriores a The Serpent's Egg. De 1917 y 1972, respectivamente.

2 comentarios:

Cinefilia dijo...

Hola, David:

Muy interesante tu reflexión sobre los esencial de Bergman que se pierde en las películas que hizo fuera de Suecia. Le pasa un poco lo mismo a "De la vida de las marionetas" (1980), rodada en Alemania.

Si no lo has hecho ya, te recomiendo que veas el documental "Entendiendo a Ingmar Bergman" de Margarethe von Trotta, que está ahora mismo en cartelera.

Saludos,
Juan

David Flórez dijo...

En su momento, De la vida de las marionetas me gusto mucho, pero hace ya como 30 años desde que la vi. A ver qué ocurre cuando me enfrente ahora con ella, que me toca la semana que viene o la otra.

Anoto la recomendación. Gracias.