martes, 24 de junio de 2008

The invisible barrier






Ver, como he hecho el pasado fin de semana, la película de animación Fritz The Cat, de Ralph Bakshi basada en el cómic de Robert Crumb, es toda una experiencia.

No lo es menos por caracterizarse ambos creadores, el cineasta y el dibujante/guionista, por su faceta satírica, esa de no dejar títere con cabeza, no casarse con nadie y reírse de todo el mundo, incluso de sí mismo (en el caso de Bakshi de sus raíces judías), algo que en el caso de Crumb toma tintes del más absoluto pesimismo y de la misantropía más acendradra, la obra de alguien que trata de acabar con los fantasmas que le atormentan, mutilándose en público.

Una actitud vital, la satírica/pesimista, que lleva a que la visión que ambos proponen de la América de los años 60, y de la revolución política, cultural y sexual que en aquel tiempo tuvo lugar sea profundamente demoledora y destructora, teñida del dolor único e inextinguible que sienten aquellos que aniquilan lo que más aman, ya que tanto Bakshi como Crumb son productos de esa contracultura y no podrían haberse existido, ni creado con ella.

Un hastío y un desengaño que se manifiesta en múltiples ocasiones a lo largo de la película, como el momento en que Fritz, (de quien queda claro que es de raza blanca), decide bajar a confraternizar con los habitantes del barrio de los cuervos... y para el que no lo sepa Jim Crow, es un termino fuertemente insultante para referirse a una persona de raza negra en los EEUU, de hecho, ahora sería imposible que una caricatura como la que presentan Crumb y Bakshi pudiera publicarse/filmarse, a pesar de las fuertes credenciales liberales e igualitarias de este último, como demuestra por ejemplo que no haya ediciones de Coonskin, otro de los grandes films de Bakshi.

Pero volviendo al hilo, en este viaje iniciático en el que se embarca Fritz, éste pasa de ser visto con hostilidad, desprecio y odio, a ser adoptado por uno de los rateros locales, a embarcarse en una hilarante experiencia sexual (y es reconfortante comprobar que casi nadie han rodado polvos tan gozosos, divertidos y cómicos como los que muestra Bahksi en esta cinta) y al fin, desencadenar la revolución.

Una revolución que es inmediatamente reprimida por las fuerzas del orden, y en la que Crumb/Bashki nos estremecen con uno de los giros más crueles, política y socialmente, que yo recuerde, puesto que, tal y como muestran las capturas con las que abro esta entrada, cuando Fritz huye en medio de la confusión y se topa con la policía, esta pasa a su lado sin pegarle, si ni siquiera mirarle, puesto que Fritz es blanco, como los polis, y los disturbios tienen lugar en el barrio de los negros, con lo que esa policía a la que Fritz odia le considera como alguien a quien proteger

Un ejemplo terrible, demoledor, de esas barreras invisibles que no sitúa a cada uno en un bando, independientemente de nuestras ideas y de nuestra voluntad, que nos encasilla hasta el momento de nuestra muertos a pesar de todos nuestros esfuerzos por romperlas y quebrarlas, porque siempre habrá alguien, y especialmente alguien con un arma, al que nuestro color de piel, nuestra manera de vestir, nuestro lugar de origen o el lugar donde vivimos, le hará pensar que somos de tal o cual manera, responsables de estos y otros crímenes, merecedores por tanto, del peor castigo.

Y este ejemplo de cruel ironía, no es el único, puesto que el primer muerto de la revolución desencadenada por nuestro protagonista, en una agonía también de las más angustiosas que se hayan visto precisamente en una pantalla, es el raterillo que había acogido bajo su ala a Fritz y le había protegido frente al odio y el desprecio de los de su raza.



mientras que la revuelta termina con un bombardeo con napalm de la aviación estadounidense sobre el barrio de los cuervos, una acción clavada a las que habían tenido lugar en Vietnam, no hacía mucho, demostrando cuan fácil es para los ejércitos volver sus armas contra sus propios conciudadanos y aplastarlos como si fueran cucarachas.


Un viaje, el de Fritz, que no terminará allí (los gatos tienes siete vidas), sino que alcanzará cotas aún más bajas, en concreto la quiebra absoluta de los ideales por los que lucha Fritz, ya que su último encuentro es con unos terroristas que manipulan esas nobles ideas simplemente para tener una excusa con la que dar rienda suelta a su ansia de destrucción, sin que se les puedan pedir responsabilidades.


...y ante los cuales Fritz no puede hacer nada...

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