domingo, 19 de enero de 2020

Del cómic a la pantalla (y II)

























Como les indicaba en una entrada anterior, el mayor problema de Astérix, le Gaulois (Asterix el Galo, 1967,  Ray Gossens) era su excesiva dependencia del cómic original de Goscinny/Uderzo. Su afán por realizar una fotocopia del albumo le conducía a empozarse en dos errores insolubles: por un lado, la incapacidad del cine, aunque sea de animación, para reproducir recursos que en el formato cómic son naturales; por el otro, la obligada renuncia a las propiedades metamórficas y cinemáticas que caracterizan a toda buena animación.

Por suerte, esto cambió con la segunda entrega de estas adaptaciones, Asterix et Cléopatre (Asterix y Cleopatra, 1968). En gran medida porque en ella se involucraron los dos creadores originales, Goscinny y Uderzo, quienes no buscaron una copia milimétrica de su cómic, sino tomarlo como mero punto de partida. Lo dibujado no debía limitar, mucho menos condicionar condicionar lo animado. Hay que recordar que esa falta de seriedad, de considerar algo como sacrosanto, estaba ya en origen. Astérix et Cleopatre, en cómic, surgió como una parodia de las superproducciones de Hollywood, en concreto la Cleopatra (1963) de Joseph Leo Mankiewicz. Unas películas que demasiadas veces basaban su impacto en apabullar  al público con sus recursos de producción y la caché de sus interpretes, descuidando todo su demás. Con esa intencionalidad paródica, ya desde el comienzo,  los autores se ufanaban de los litros de tinta -y de cerveza- que se habían consumido, así como las resmas de papel, kilos de goma de borrar y kilómetros de lapices que habían utilizado en el dibujo.

Ese chiste, como pueden imaginar, es intraducible de un formato a otro. Los creadores del film de animación -y me referiré a Goscinny y Uderzo, puesto que no he encontrado referencias a otros- supieron encontrar gracias homólogas en la animación, propias de ella y de aplicación exclusiva en ese formato. Por ejemplo, ya desde la primera imagen, hay una referencia al uso en el cómic de diferentes fuentes de texto, forma gráfica y directa de señalar los muchos idiomas hablados en el orbe romano.  Al traducirlo a la animación, este gag visual se plasma como dificultades de doblaje. En concreto, de como las diferencias lingüistas entre idioma de rodaje e idioma de proyección pueden llegar a ser abismales, impidiendo que el movimiento de los labios coincida con lo que está escuchando decir al personaje.

De más enjundia -y también de mayor tradición animada- es la secuencia que continúa los títulos de créditos, ilustrada arriba. En ella se deja de manifiesto -en clara tradición Fleischer y Avery-, la artificialidad del proceso animado, mostrando en pantalla su proceso creativo, desde los primeros bocetos, toscos e incluso ilegibles, hasta la escena final, ya completada en sus más nimios detalles. A continuación se nos invita a un paseo por las calles de Alejandría, sembrado de minúsculos gags visuales, mofa y befa tanto del imperialismo romano como de los tópicos habituales sobre la civilización egipica,  concluendo, ahora sí, con la primera viñeta del cómic original. Queda establecido así que si bien el cómic va a seguir las peripecias del album, no le va a importar apartarse cuando lo considere necesario. Bien en forma narrativa, bien en forma visual.

Desde el punto narrativo, por ejemplo, los piratas habituales en los cómics de Astérix pierden gran parte de su carácter cómico, para adoptar un carácter más amenazante. Cuando vi la película en mi niñez, esto fue quizás lo que más me sorprendió -y aterró-, unido a que los piratas no parecían haberse encontrado antes con los galos, mientras que a esa altura eran comparsas habituales de sus peripecias. De igual manera, la película no hace ascos a introducir números musicales más o menos logrados. Algunos sin referencia a sucesos del cómic, como el baño de Cleopatra, en el que se cuelan sus leonas de compañía, mientras que otros amplían y desarrollan peripecias que se resolvían en un par de viñetas. Caso de la preparación del pastel emponzoñado con el que se quiere envenar a la reína.

Digresiones que pueden ser más o menos afortunadas, pero que señalan esa voluntad de la película por ser una creación válida por sí misma, además de explorar las posibilidades del medio en el que ha sido vertida. En ese sentido, junto con la introducción, es de destacar el momento en que los tres galos, Asteríx, Obélix y Panorámix, quedan encerrados en la gran pirámide, circunstancia utilizada para construir una secuencia al estilo Warner, muy similar a aquellas persecuciones entre el Coyote y el correcaminos a lo largo de interminables -y retorcidas- galerías de minas. Un ejemplo, de nuevo, de como lo que en cómic se resuelve en unas cuantas viñetas, permite un mayor desarrollo en animación, además de abrir la puerta a otras posibilidades cómicas, casi imposibles en la página dibujada.

En resumen, una adaptación notable, que quizás no gustase tanto en su época por sus divergencias con el cómic de partida. Un punto que puedo corrobar ya que la vi de niño, unos cuantos años tras su estreno. Y para finalizar, otro plus. En esta edición Astérix y Cléopatra se ha respectado el formato 1,33:1 original. 

Como hay que hacer.

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