Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Sientje corto realizado en 1997por la animadora holandesa Christa Moesker.
Supongo que la semana pasada acabarían hartos de mis jeremiadas contra la 3D. Pues bien, ya les adelanto que esta semana no va a pasar, simplemente porque Sientje se halla en las antípodas estéticas de Big Buck Bunny. Lo que en éste era rellenar la lista de lugares comunes que se suponen aseguran el éxito de una producción, en aquél es un un claro afán por buscar una voz propia y personal. Lo que en el segundo era utilizar los últimos avances de la técnica para dejar boquiabierta a la audiencia, en el primero se trata de simplificar al máximo, para conseguir así cercanía y espontaneidad. El resultado es evidente: Big Buck Bunny es una obra nacida muerta, de ejecución forzada, repleta de poses antinaturales, mientras que Sientje rebosa de vida e imaginación.
Para conseguir esto no hacen falta ni historias pretenciosas ni alardes técnicos. Ambas, historia y técnica, no pueden ser más sencillas en Sientje, un corto que narra la rabieta de una niña pequeña, utilizando un dibujo que remeda los garabatos infantiles. No obstante, es esa misma intranscendencia y superficialidad la que le permite brillar con gran intensidad, llegando a ser una obra memorable. Lo minúsculo de su anécdota le permite explorarla en profundidad, analizando y describiendo cada detalle de la rabia inextinguible que se apodera de la protagonista. Por otra parte, la renuncia al realismo en el estilo facilita su expresividad, sin que le perjudique así la exageración necesaria para mostrar los excesos, todos imaginarios, a los que se abandona la niña en sus planes de venganza. Completamente verosímiles e igual de irrealizables, como sabe todo aquél que haya sido dominado por la ira.
La lección es clara, por tanto. Renunciar a la realidad, buscar que la línea y el color hablen por sí mismos, que incluso se independicen de la historia que pretenden narrar, como único modo de que tanto el creador como el propio arte de la animación hallen su voz y su camino. O al menos era así hasta hace unas décadas, antes de la irrupción del ordenador y la victoria definitiva del anime. Fenómenos ambos muy positivos, que han revolucionado el trabajo del animador y el modo en que concebimos la animación, facilitando el proceso creativo, convirtiendo la animación un fenómeno de masas, reconocido y apreciado por todos. Transportándonos a un mundo nuevo, del cual, como ocurre en los cambios de estilo, ya no hay vuelta atrás.
¿Entonces, por qué esta amargura? Porque a pesar de los triunfos y de los logros, no puedo dejar de sentir un cierto resquemor ante estos nuevos horizontes. Me da la impresión de que al final hemos extraviado el camino, prefiriendo la vía fácil de los tópicos, tanto estéticos como narrativos, en vez de utilizar esas nuevas técnicas, sus infinitas posibilidades, para propiciar una auténtica revolución artística. La que pudo ser, de la que se dieron todos los indicios y todas las condiciones, pero que nunca llegó, dejando tras de sí obras a medio hacer, ruinas desfiguradas. Recuerdos dolorosos de su fracaso.
¿Y qué tiene que ver esta diatriba con Sientje? Poco. Nada. Sólo que en su sencillez, en su humilde expresividad, en su falta de pretensiones, me ha hecho recordar todos esos caminos nunca tomados. La inmensa lista de cortos que se quedan en bocetos de grandes carreras, que enseguida se olvidan y desaparecen, sin dejar otra cosa a su paso que algunas cargas poco visitadas en Youtube y algunas entradas en blogs olvidados, como éste.
En fin, no les entretengo más. Como siempre, aquí les dejo el corto. Disfrútenlo, que lo merece, y no se dejen influir por mis jeremiadas.
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