martes, 10 de octubre de 2006

Escultura para perder en un bosque


Le surrealisme est un jeu.

Buñuel, L'age d'or


Hay artistas que se resisten a ser interpretados, una característica que, como ya dicho en otras ocasiones, suele molestar bastante a los defensores de un arte siempre comprometido, transmisor de ideas y consignas... ideas, consignas y urgencias del momento que con demasiada frecuencia se tornan anticuadas a los pocos años, basta pensar en el abismo que media entre lo que significaba ser de izquierdas a principios de los ochenta o lo que significa ser ahora... o dicho de otra manera, como ideas que en aquel entonces suponían ser de centro, centro, ahora, si hemos de creer a los agoreros que pueblan radios y tertulías, son ejemplo de radicalismo, revolución, subversión, etc, etc...

Pero yo iba a hablar de Hans Arp, de quien en estas fechas se celebra una restrospectiva en el Círculo de Bellas Artes Madrileño, y no de política... y es que al pensar en Arp he pensado asímismo en Klee, otro artista que suele atraer las iras de aquellos que necesitan ver una intención, una razón, un mensaje. Algo, en definitiva, que les de material con el cual poder escribir un artículo al día siguiente, trufado de referencias y alusiones, y que de paso sirva para demostrar al lector, cuán amplios, profundos e importantes son sus conocimientos.

Curiosos párrafos los dos anteriores. Podrían pensarse injustos, agrios, sin fundamento... si no fuera porque yo también era de aquellos que buscaban un algo en el arte, una indicación sobre el camino que debería seguir en la vida, y tómese ese concepto, el camino a seguir, en la acepción más amplia posible, esa de los tan afamados manuales de autoayuda, pero con una pátina de supuesta formalización y de supuesto ennoblecimiento, espejos en los que mirarse y reconocerse, para lo bueno y para lo malo, para progresar, para mejorar, para cambiar, para reformarse.

No es de extrañar que tanto Klee como Arp, supusieran un problema para mí, algo que no podía reducir a argumentos, a reflexiones, a silogismos y conclusiones, algo que, precisamente por su propia naturaleza de irreductible e irresoluble, me fascinaba, a pesar de repelerme....y quisiera llamar a mi cambio de opinión una revelación, pero sería mentir, porque no hubo en ello nada de repentino, de radical, de explosivo.

Simplemente darse cuenta de lo mucho de juego, de alegría, de diversión que había en ese movimiento que se llamo el Surrealismo (y sus muchos aledaños, porque si hay una definición escurridiza esa es el surrealismo). Un espíritu lúdico y desenfadado que explica porque la generación de la segunda guerra mundial, aquella del existencialismo, el teatro del absurdo, y el informalismo pictórico, se sintió radicalemente extraña a la generación surrealista. Simplemente porque sus predecesores nunca habían sido serios, ni habían querido serlo.

Una falta de seriedad, que para los jóvenes supervivientes de la guerra, aquellos que acusaban precisamente a ese desapego y ese desinterés de la catástrofe que había descencido sobre Europa, era el mayor de los pecados.

Y sin embargo, ese es el signo de Arp y de Klee, el jugar con el color y la línea uno, con la forma y el relieve el segundo, sin pretender en ningún momento mayores pretensiones o profundidades que las que surjan de la propia dinámica de ese juego, de las nuevas perspectivas que vayan surgiendo a medida que se dominan las reglas, modifcando estas para hacerlo nuev, renovado, fresco, y que no aburra.

Huyendo aí del cliché del artista torturado, preso de no-se-sabe-qué corrientes espirituales, el medium que ve espectros negados al resto de los asistentes a la sesión, para encontrar un artista en zapatillas, igual al resto de sus contemporaneos, maduro y reposado, que no busca enajenarse a su público, sino que éste participe con él, en el mismo juego al que él se ha entregado.

O como decía en el título de esta entrada. Crear como Arp, una esculta de tan poco valor, de tan poca importancia, que sólo sirva para perderla en el bosque...

...pero que por eso mismo es preciosa.... más preciosa que las telas sin significado colgadas en las paredes de los museos.

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