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lunes, 13 de junio de 2022

 


Y cuando llegue el ultimo viaje,
Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar
me encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar
Antonio Machado

David falleció el pasado 21 de marzo, y como diría Sanchez Ferlosio, ya descansa en el azul del día, como descansa el águila en el viento, sobre la sierra fría, segura de sus alas y su aliento

Querido hermano e hijo, nunca te olvidaremos

sábado, 19 de febrero de 2022

Leyendo a Rafael Sánchez Ferlosio (y I): Industrias y andanzas de Alfanhuí

 La ciudad era morada. Huía en un fondo de humo gris. Tendia en el suelo contra un cielo bajo, era una inmensa piel con el lomo erizado de escamas cúbicas, de rojas, cuadradas lentejuelas de cristal que brillaban espejando el poniente, como láminas finísimas de cobre batido. Yacía y respiraba. Un cielo llano y oscuro, como una llanura vuelta del revés, cubría con su losa cárdena la ciudad. La ciudad era morada, pero también podía verse rosa.

 
La ciudad era rosa y sonreía dulcemente. Todas las casas tenían vueltos sus ojos al crepúsculo. Sus caras eran crudas, sin pinturas ni afeites. Pestañeaban los aleros. Apoyaban sus barbillas las unas en los hombros de las otras, escalonándose como una estantería. Alguna cerraba sus ojos para dormir. Y se quedaba con la luz en el rostro y una sonrisa a flor de labios. Se puso el sol. Los pájaros traían en su pico un inmenso velo gris. Ondulando fue a posarse sobre la ciudad
 
Rafael Sánchez Ferlosio, Industrias y andanzas de Alfanhuí
 
Durante estos últimos meses he estado leyendo las obras completas de Rafael Sánchez Ferlosio, un escritor central en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX. Ese desinterés mío se debía a que Ferlosio parecía un escritor de una única obra: la ur-roman realista El Jarama, publicada en 1956. Sin embargo, más que una excepción aislada, Ferlosio es un escritor/Guadiana. Tras un largo silencio de varias décadas de duración, sus artículos comenzaron a aparecer, a finales de la década de los setenta, en diferentes periódicos españoles. Una vuelta donde su pluma se revelaba certera y acerada, opinando de todo y de todos, con el objetivo de demoler muchos de los mitos y ensoberbecimientos patrios, muchos de los cuales siguen bien vivos en la actualidad. Sí, los promovidos y propagados por esos partidos que más vale no nombrar.

El Jarama sería así un hecho aislado, sin continuidad posterior. Tan más cuanto las siguientes excursiones de Ferlosio en la narrativa prefirieron crear mundos paralelos, pertenecientes a pasados imaginados, donde el realismo estricto, ése que busca fotografiar de forma exacta la realidad, poco tenían que aportar. Su mayor proyecto, que aún continúa sin publicarse, eran las llamadas Guerras Barcialeas, de las cuales sólo ha se ha hecho público un pequeño fragmento aislado: El testimonio de Yarfoz. Puede parecer, por tanto, que ese alejamiento del realismo fue una reacción de Ferlosio ante una novela, El Jarama, que había adquirido entidad propia, independiente del propio autor. Sin embargo, se olvida que su primera novela era también fantástica, un antecesor del realismo mágico sudamericano de los años 60. Hablo, por supuesto, de Industrias y andanzas de Alfanhuí.

martes, 11 de enero de 2022

Belkis Ayón, Colografías. Exposición en el MNCARS

Creo que ya en varias ocasiones les he indicado lo agradecido que estoy a la política expositiva del Reina Sofía: si para la gran mayoría de instituciones el arte moderno parece terminar en la década de los 1960, con el advenimiento del Pop y la disolución de las vanguardias históricas, el MNCARS hace continuas incursiones en las manifestaciones artísticas del último tercio del siglo XX y las primeras décadas del siglo XX. Un viaje que me han permitido descubrir multitud de artistas nuevos, de gran importancia, así como ampliar mis horizontes estéticos. Entre otras cosas, porque el arte de estos últimos cincuentas años parece estar caracterizado -tanto en pintura como en música- por la recuperación de la figuración. La abstracción -que tanto amo, no se equivoquen- se había convertido en una suerte de mordaza, mientras que estos artistas nuevos necesitaban hablar: en voz alta y todo el mundo.