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domingo, 16 de enero de 2022

En busca de Zhang Yimou (IV): Qiu Ju Da Guansi (Qiu Ju, una mujer china, 1992)

Qiu Ju Da Guansi (Qiu Ju, una mujer china, 1992) es sorprendente dentro de la filmografía temprana de Zhan Yimou porque supone un giro inesperado a su trayectoria. Si sus obras anteriores se centraban en el pasado prerrevolucionario, con clara intención propagandística de los logros del Maoísmo, Qiu Ju Da Guansi vuelve una mirada crítica al presente, a esa China de los años 80 que transitaba de un sistema comunista puro hacia una economía de mercado, aunque manteniendo el férreo control del partido único. Este giro hacia la actualidad, reconocible por los espectadores coetáneos, se producía además bajo el ropaje de la comedia ligera, dejando atrás la dureza trágica de sus películas anteriores.

Muy resumida, la película narra la odisea en que se embarca la protagonista, Qiu Ju, tras que su marido haya resultado herido en un altercado con el alcalde del pueblo. Buscando que éste se disculpe públicamente, Qiu Ju va llevando su queja de instancia administrativa en instancia administrativa, teniendo que viajar del campo a la ciudad, al tiempo que involucra en el pleito a funcionarios de cada vez mayor rango. La comedia surge así de cómo una rencilla sin importancia deriva en problema para el sistema político, ya que las medidas de conciliación propuestas por las autoridades -interesadas sólo en mantener el status quo- no sirven para saciar el hambre de justicia de la protagonista.
 
En esa narración se va colando una crítica al sistema: tenue, pero meridiana para cualquier espectador, ya sea chino o extranjero. No radica sólo en dejar claras la inoperancia de las autoridades o que los jefecillos de base, como el alcalde del pueblo, ejerzan su poder de manera despótica, sino el abismo que existía -y aun existe- entre el agro chino y las nuevas aglomeraciones urbanas. Si Qui Ju consigue llevar su queja ante las autoridades superiores del partido -e incluso comenzar un proceso judicial contra ellas- es sólo exponiéndose a todo tipo de calamidades y sinsabores. Sus recursos no le bastan para trasladarse de manera asidua a la ciudad, su bajo nivel de educación le impide entender -y adelantarse- a los procedimientos jurídicos que pone en marcha, sin olvidar que, por añadidura, en cuanto sale de su pueblo se la considera una paleta: alguien a quien se puede mirar por encima del hombro y a quién se puede engañar y timar, sin que nadie vaya a escandalizarse por ello.

Así, aunque todo el tono es de comedia -y de comedia clásica, divertida a más no poder- la crítica contra el nuevo rumbo que estaba tomando el país está ahí, es inconfundible, por lo que me temo Yimou, al dirigirla, a caminar por la cuerda floja. Casi con el mismo cuidado y precauciones que Qiu Ju en su cruzada. Es cierto que en las dictaduras comunistas era común que se produjesen obras de "denuncia" -mejor dicho de autocrítica-, sólo que esa aceptación de los errores era instrumentalizada por el partido. Se utilizaba para reforzar las nuevas directrices políticas e impulsar cambios cuyo coste se atribuía al anquilosamiento del sistema, encarnado en personas concretas que no habían sabido mantenerse a la altura de los altos ideales de la revolución. Por supuesto, ese ataque contra los enemigos de temporada -ya fuesen funcionarios displicentes o policía negligente- podía ser modificado para derivar en una ataque a todo el sistema, manipulación en la que los creadores de esos sistemas eran maestro.. El gran problema era como expresar esa disidencia de forma clara, meridiana, pero sin arriesgarse a represalias por parte del sistema.

Sin embargo, si Qiu Ju Da Guansi destaca no es tanto por este crítica al sistema chino, ya la consideremos amable o agria. Lo que realmente la distingue es su tono documental. Al contrario que en sus obras anteriores, Yimou abandona todo asomo de esteticismo, renunciando incluso al uso expresionista del color -ese contraste irreconciliable entre rojos y azules vivísimos- que se había convertido en rasgo definitorio de su estilo. En esta película, la fotografía se acerca a los postulados del fotoperiodismo: intenta mostrar la realidad tal y como se ve, sin subrayados ni insinuaciones, sin florituras estéticas. El ojo de la cámara mira casi por descuido, como si se hubiera percatado, de repente, de la existencia y problemas de esa agente, cuyas andanzas le han llamado la atención. De esa  manera, el público puede hacerse la ilusión que se encuentra en esa China moderna, la de los 80 del siglo XX, que la cámara muestra, en sus calles y entre sus gentes.

Es cercanía, de manera paradófica, se consigue con efectos de distanciamiento. Para conseguir captar la verdad, abigarrada y variopinta, de las calles de esa china en transición, Yimou recurrió a técnicas de cámara oculta. La mayoría de los planos son generales, con mucho aire alrededor de los personajes, lo que permite que observemos lo que está ocurriendo alrededor de ellos o que el paso de los transeúntes nos tape la visión. El resultado final es que aunque estemos viendo a unos actores representando un papel, el resto tiene esa apariencia de la vida sorprendida, tan caro al documental: la mayoría de la gente que por allí pasa no tiene idea de que está siendo filmada, no adopta una pose ni se imagina ser otro. Como mucho, se sorprende y azora, si es que por casualidad repara en la cámara escondida.

¡Y qué distinta es esa China a la de ahora! Aún es omnipresente la uniformización social impuesta por el Maoísmo, al tiempo que esa sociedad es, en su mayoría, una sociedad sin coches. Lo que no implica que Occidente -y sus pretendidos placeres- no esté ya presente: los mercadillos están abarrotados de carteles de películas occidentales, como el primer Terminator.

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