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martes, 30 de octubre de 2018

De mis soledades voy, a mis soledades vengo


 

No me canso de repetirlo: la labor que la Fundación Mapfre está realizando con sus exposiciones de fotografía es ejemplar. Para los que admiramos la fotografía, pero su historia nos es similar a una terra incognita, la labor pedagógica de este institución nos permite descubrir paisajes insospechados. De belleza e importancia que poco tienen que deber a las otras artes mayores.

La última de estas muestras es la dedicada a Humberto Rivas, fotógrafo argentino radicado en España. Su estilo se puede definir en un par de frases, tan escuetas que podría pensarse en un artista que descubrió un truco, allá en sus inicios, y los ha repetido hasta la saciedad. Sin embargo, lo que lo distingue del meteoro fugaz es un rigor obsesivo que le llevó a apurar esos temas, esas soluciones estéticas, hasta sus últimas consecuencias. Superando sus límites cuando esa tarea parecía imposible, estéril. Para abrir esos nuevos horizontes a los que antes me refería.

¿Y cuáles son esos temas? Dos, claramente definidos y delimitados. Por un lado fotografías de paisajes urbanos, por otro retratos de personas cualesquiera. Temas manidos, ya viejos en los inicios de la fotografía. pero que Rivas desplaza hasta situarlos en los márgenes, en una zona de penumbra que produce incomodidad, desazón, en el espectador.

sábado, 27 de octubre de 2018

Las cuentas pendientes (y I)

Por consiguiente, el presunto « pacto de olvido » de la transición abarcó a un tiempo los crímenes de la transición, los de la guerra civil y los del franquismo, al unificarlos en un ciclo histórico común. La implacable determinación de excluir la violencia del horizonte democrático se halla también en el corazón de esta voluntad de apartar los enfrentamientos pasados del campo de visión del presente, con el fin de construir un porvenir común -y ya hemos visto también que había sido esa misma voluntad la que había guiado la política de contención de la violencia en el presente de la transición-. Por consiguiente, la cuestión no estriba tanto en ignorar o « echar al olvido » los horrores del pasado, sino más bien en expulsar del pasado democrático en construcción toda aquella gramática de la violencia que pudiera ponerlo en peligro. En este sentido, la simple mención de la violencia pasada resulta inoportuna, dado que sobre ella viene a recaer la acusación de reactivar  en el presente los conflictos de otra época. Del mismo modo, el solo hecho de señalar que la tortura persistía en las comisarías resulta inoportuno, dado que constituye un atentado intolerable contra la propia esencia de lo que pretende ser el nuevo régimen democrático. No existe la menor duda que la realidad tangible de la violencia, constatable a lo largo del periodo aquí estudiado, contribuyó a elevar a su máxima expresión esta lógica del silencio. Tal dinámica persistirá hasta que una nueva generación, carente de complejos y liberada del temor a un resurgimiento presente de los conflictos del pasado como del peso de haber protagonizado la transición y sus malentendidos, se atreva a poner en cuestión las decisiones tomadas entonces. Evidentemente, dichas decisiones permitieron salir de la dinámica cíclica de la violencia que pesaba sobre la historia de España, pero la pacificación democrática que se exalta no consiguió una verdadera reconciliación. Antes al contrario, ya que generó un gran número de frustraciones que se hallan en la base del desarrollo, visible a partir del año 2000,  de un movimiento favorable a lo que se ha dado en llamar la « recuperación de la memoria histórica », con el que se pretende rehabilitar la memoria de oculta de los vencidos de la Guerra Civil y del Franquismo.

Sophie Baby. El mito de la transición política. Violencia y política en Espala (1975-1982)

Ya les he comentado en otras entradas como, a partir de 2005, se empezó a resquebrajar el consenso sobre el significado de la transición política a la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco. Este crítica se ha intensificado en la década posterior, coincidiendo con la asoladora crisis económica mundial. Una de sus resultas ha sido la quiebra del sistema bipartidista español, dada la imposibilidad de los partidos tradicionales para responder con eficacia a la creciente pobreza de la población o encontrar una solución duradera al ascenso de los movimientos separatistas. Así, desde la derecha, se ha comenzado a abandonar los disfraces democráticos con los que se habían arropado hasta ahora, para volver a reclamar la legimitidad de la dictadura pasada y su carácter de gloria nacional. Una evolución similar al resurgimiento fascista que está teniendo lugar en toda Europa, sólo que aquí no nos llama tanto la atención, puesto que el PP, surgido de una AP fundada por familias franquistas opuesta a cualquier tipo de democratización, nunca llegó a perder del todo sus raíces, ni a exorcizar los fantasmas dictatoriales de su pasado.

Por parte de amplios sectores de la izquierda,  asímismo, y en un movimiento que antecede al de la derecha, se ha vuelto a recuperar el recuerdo de la Segunda República, como primera experiencia democrática real en España, destruida por la intransigencia de reaccionarios y militares. La Transición y la Democracia del 78, a su vez, han dejado de verse como plasmación de lo que quedó en proyecto en aquel entonces, para pasar a considerarse como claudicación por causa de fuerza mayor. Ante la amenaza de involución por parte del ejército, que condujese a una represión feroz y quizás a otra guerra civil, las fuerzas progresistas aceptaron al rey y toleraron la pervivencia de múltiples resabios franquistas. Peor aún, consintieron un silencio cómplice para proteger el futuro democrático, por el cual el pasado, el golpe militar, la guerra civil y la cruel represión franquista que la siguió, quedaban relegados a los libros de historia, sin que fuese lícito preguntarse en público quiénes fueron los asesinos y por qué. Para el común de la población, la guerra debía considerarse como conflicto entre hermanos, del que todos habíamos sido responsables en la misma medida. La reconciliación, por tanto, sólo podía alcanzarse por medio de un perdón general y de la immunidad perpetua.

martes, 23 de octubre de 2018

Retornos, encuentros, tópicos

Theo van Rysselberghe

En la fundación Mapfre se ha abierto, hace poco, una exposición de nombre Redescubriendo el Mediterráneo, que se propone explorar las relaciones entre el arte contemporáneo, o mejor dicho, las vanguardias históricas, y ese mar, antaño origen, centro y núcleo de la cultura occidental. Un tema de gran interés, por lo que les señalaré a continuación, pero que al que en esta plasmación expositiva le encuentro varios peros. Tanto a lo que se puede ver en ella como al modo en que está enfocado.

Se habla, en primer lugar, de redescubrir. Sin embargo, el viaje al sur, desde el norte, es uno de los temas centrales del arte y la cultura occidental, al menos desde el siglo XVIII. Los nobles primero, los burgueses adinerados más tarde, viajaban hacia el sur para encontrarse con los restos arquitectónicos y escultóricos de las culturas clásicas, cuyos testimonios literarios habían estudiado en el colegio y la universidad, como marca y sello de la persona auténticamente culta y refinada. El pintor, además, marchaba en busca de una luz que le estaba negada en los climas del norte, siempre encapotados, un encuentro determinante del que había de derivarse el descubrimiento de un color de fiereza insospechada, intolerable por su ardor en países donde el pudor y el recato, incluso el puritanismo, eran obligados e impuestos.

En esas apreciaciones de los viajeros nórdicos había mucho de ese exotismo que impide ver la realidad de las sociedades que se visitan, y que puede reconocerse aún en la manera en que nosotros, los europeos, contemplamos el norte de África, la India o el Extremo Oriente. Países y gentes de sentimientos extremos, donde la violencia puede estallar a cada instante, así como de sensualidad devoradora, de exquisito refinamiento rayano en el ideal soñado, pero también atrapados en un pasado barbárico del cual no pueden liberarse y seguramente no quieren desprenderse. Etiquetas que todo español recordará se aplicaban a nuestro país en el siglo XIX, casi hasta mediados del XX, pero que nosotros nos hemos habituado, a nuestra vez, a aplicar a nuestros vecinos del sur y los de mucho más lejos.

martes, 16 de octubre de 2018

Aledaños


En el palacio de Gaviria se acaba de abrir, a bombo y platillo, una amplia exposición dedicada a la pintora Tamara de Lempicka. Sin embargo, a pesar de la expectación que la precedía y la mucha publicidad que se le está haciendo, anuncios gigantes en el metro incluidos, les debo decir que me ha dejado bastante frío. Le falta algo y ese algo es muy concreto: más obras representativas de la propia pintora.

Pero antes de entrar en materia, una pequeña introducción personal. Desde muy joven, el nombre de Lempicka me producía especial fascinación. Durante muchos años, la única obra suya que conocía era la que abre esta entrada y esto únicamente porque aparecía en unos anuncios de libros carísimos de arte, destinados a conaisseurs exquisitos y de refinamiento extremo... y con espuertas de dinero que gastar. Esos libros y esa pintura tenían para mí consideración de objetos inalcanzables, prohibidos, ajenos a mi realidad personal. Proscripción a la que se unía una promesa de libertad, la de los autos y las mujeres independientes, aún más atrayente en un mundo en que el machismo era presencia cotidiana, que se aunaba con insinuaciones de placeres desconocidos, extremados en su goce, como ocurría cierto tipo de literatura coetánea con la pintora y también perteneciente al ámbito de lo cuchicheado y susurrado, pero ansiado en su secreto y misterio. Me refiero a los relatos de la bohemia parisina realizados por Henry Miller, famosos por la libertad sexual que en ellos reinaba, tan subyugante en tiempos pasados de prohibición, sanción y hambre.

sábado, 13 de octubre de 2018

Quimeras cartográficas

He then turned to the narrative of the voyage itself. The letter began with the statement that news of an expedition from Boston in 1639 led to Fonte receiving orders from Spain to sail north from Lima. If this was true, Burriel pointed out, it meant that information came from New England to Spain (presumably by way of London), a decision was taken in Madrid, orders for an expedition sent to Mexico, and thence to Lima, and ships fitted out - all within a year, since Fonte sailed early in April 1640. Furhtermore, Burriel asked, was it likely that the Spanish government, faced with rebellion in Portugal, Catalonia and Naples, and harassed by Dutch and French attacks on their shipping, would order four ships of war to be sent into unknown regions to investigate a vague report about a Boston expedition? The pace of the explorations of Fonte's squadron surpassed even the speed with which the expedition had been prepared. On 22 June, Fonte, when at the entrance of Rio de los Reyes in latitude 53ºN, ordered Captain Barnarda to explore northward. Five days later Barnarda wrote to Fonte that he was at the sea of Tartary in latitude 61ºN and this letter reached the admiral, far inland at Lake Belle, before 1st July! Burriel gently enquired whether it had been sent by land or water, or perhaps by air. He then turned to the two jesuits mentioned by Fonte, who during their mission had been as north as latitude 66ºN, and had stayed two years at the indian town of Conosset. He pointed out that the activities of the Jesuits were strictly supervised, and that a mission could not be set up without a licence; yet nowhere in the record of the Society of Jesus could he find any trace of this extraordinary mission many hundreds of miles north of any Spanish settlement.

Glyn Williams, Voyages of Delusion (Viajes de autoengaño)

Luego retornó a la narración del propio viaje (de Bartolomeo de Fonte). La carta comenzaba con la afirmación de que la noticia de que una expedición bostoniana en 1639 condujo a que Fonte recibiera ordenes desde España para navegar de Lima con rumbo norte. Esto significaba que la información fue de Nueva Inglaterra a España (supuestamente vía Londres), se llegó a una resolución en Madrid, se enviaron las órdenes a México y de allí a Lima, y se armaron los barcos, todo en el transcurso de un año, puesto que Fonte zarpó a principios de abril de 1640. Más aún, se preguntaba Burriel, ¿era probable, que el gobierno español, amenazado por revueltas en Cataluña, Portugal y Nápoles, hostigado en sus rutas navales por franceses y holandeses, enviase cuatro barcos de guerra a regiones desconocidas para investigar un informe vago sobre una expedición desde Boston? El ritmo de las exploraciones de la escuadra de Fonte incluso sobrepasaba la velocidad con que habías sido aparejada. El 22 de junio, Fonte, en la embocadura del estrecho de Ría de los Reyes, a 53º de latitud norte, ordenó al capitán Barnarda que explorase en dirección norte. Cinco días más tarde, Barnarda escribió a Fonte que se hallaba en el mar de Tartaria, a una latidud de 61º Norte y esta carta fue recibida por el almirante, ya muy tierra adentro en el Lago Belle, !antes de el primero de Julio! Con amabilidad, Burriel preguntaba si se había enviado por tierra o por mar, o quizás por el aire. Luego prosiguió examinando el papel de los dos jesuitas mencionados por Fonte, que durante sus viajes de misión habían llegado tan al norte como a 66º de latitud y había permanecido dos años en la ciudad indígena de Conosset. Burriel señaló que las actividades de los jesuitas estaban supervisadas estrictamente y que un viaje de misión no podía ser realizado sin una licencia. Sin embargo, en los archivos de la Compañía de Jesús no se podía encontrar traza alguna en ninguna parte de un viaje extraordinario, a cientos de millas al norte de cualquier asentamientos español.

Tras haber leído el excelente libro de Glyn Willians sobre las exploraciones del paso del noroeste, me había quedado con ganas de profundizar más en este tema. Fuera del destino de la expedición Franklin, claro esta. Este Voyages of Delusion de título tan sugerente, me atraía con gran fuerza, puesto que señalaba a un hecho incómodo, escondido detrás de las múltiples expediciones del siglo XVIII en pos del paso del Noroeste. En su gran mayoría se justificaron sobre quimeras cartográficas, que sólo existían en la imaginación de geógrafos, inversores y políticos. Una y otra vez, los exploradores enviados a esas regiones remotas encontraban, una vez en el destino señalado en sus instrucciones, que los mapas a su disposición no tenían ningún sentido, que eran invenciones sin fundamento, cuya refutación consumía recursos sin cuento y malograba vidas. 

Tal era la divergencia entre lo soñado y lo encontrado que alguno de los exploradores, como señala Willians, no fue creído a la vuelta y vio su carrera posterior frustrada. El paso al Nordeste tenía que existir, tal y como figuraba en las cartas de navegación, y si no se había encontrado era por negligencia o cobardía. Incluso se les llegó a acusar de colusión con intereses creados, de falsedad y fraude, lo que llevó a consejos de guerra e interminables procesos. Pero, cabe preguntarse ¿cómo se llegó a esa situación? ¿Qué motivó esa persistente ceguera?

miércoles, 10 de octubre de 2018

Los edificios, los ocupantes

Museo de Arte de São Paulo, Lina Bo Bardi
Inaugurando la temporada expositiva, la Fundación Juan March ha abierto una exposición dedicada a Lina Bo Bardi, arquitecta brasileña de origen italiano. Sólo que la muestra en realidad no trata de ella, o lo hace en ocasiones, o en realidad sí, de manera plena y completa, y en ello estriba su originalidad. 

Les explico.

Llegué a la muestra sin tener idea de quien era Lina Bo Bardi ni del sentido que cabía dar a su subtítulo: Tupi or not Tupi. En las primeras salas terminé completamente perdido, sin poder decidir cuál era el tema central de las exposición, ni como interpretarla. Aquí y allá había obras aisladas de Bo Bardi, muebles, diseños de edificios, que apuntaban a una mujer que se había dedicado al diseño industrial, la decoración de interiores y la organización de espacios museísticos, como parecían mostrar las muchas fotos y planos de edificios, espacios y muebles. Sin embargo, esto era sólo una mínima fracción de lo expuesto. El resto era una acumulación desordenada de arte colindante y coetáneo, pero sobre todo, una inmensa cantidad de objetos de la cultura popular, producidos por artesanos y particulares,famosos, de nombre conocido, anónimos.