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domingo, 30 de junio de 2019

En busca de Bergman (XXX): Scener ur ett äktenskap (Secretos de un matrimonio, versión largometraje,1974)

















































Hace unos días les hablaba de la serie televisiva Scener ur ett äktenskap (Secretos de un matrimonio), rodada por Ingmar Bergman en 1974.  Pues bien, para conseguir que tuviera una mayor repercusión internacional - y supongo que para el mundo no se quedase sin su ración regular de Bergman - el mismo director realizó una versión destinada a la pantalla grande, reduciendo la duración original de cinco horas a dos y media.

Como pueden imaginarse, esta tarea de desmontaje y remontaje supuso realizar cortes bastante drásticos, aunque en algunos casos, elegir qué dejar o qué quitar podía ser relativamente sencillo. Por ejemplo, en el último episodio, que narra la reconciliación de los esposos tras su separación, Bergman elimina la primera media hora entera. A pesar de la entidad de este cambio, no llega a notarse mucho, puesto que las secuencias eliminadas eran narraciones secundarias, que en realidad no aportaban demasiado al mensaje de este capítulo final: como volvía a arder el fuego del amor entre estos dos divorciados, en el mismo instante en que sus encuentros, ahora furtivos y esporádicos, suponían una ruptura completa con la rutina cotidiana. Se tornaban, por tanto, en tabla de salvación que impedía que se hundieran en el hastío. Esa misma hartura que había arruinado su matrimonio.

En otros casos, esa poda era más cuestionable. El segundo capítulo, en concreto, mostraba de manera sutil, pero innegable, como ambos esposos habían comenzado a tratarse con cierta indiferencia, no exenta de desprecio. La manera en que esto se subrayaba era mediante el inesperado embarazo de Liv Ulman, que terminaba en aborto. No porque ella no quisiera tener ese niño, sino porque el personaje se sentía impelido, incluso coaccionado, a interumpirlo, dado el profundo desinterés de su marido, ilustrado en imágenes de forma magistral por Bergman, con apenas tres movimientos de cámara y un par de encuadres, que subrayaban el aislamiento y la separación en la que, de repente, se hallaba sumida.

La desaparición de esa escena crucial, quizás sacrificada por su imposibilidad de acortarla y encajarla, concedía no obstante la oportunidad de rescatar otras, traídas de diferentes episodios, colocadas en una posición distinta. Tal es el caso de las capturas que abren esta entrada, en principio pertenecientes al final del primer capítulo, pero ahora substituyendo a los descartes del segundo. No resulta difícil ver porque Bergman decidió conservar esta escena. En ella, el personaje de Liv Ulman, en su papel de abogado matrimonial, ve retratada - o al menos anticipada - su propia relación afectiva en la figura de una mujer ya mayor, que quiere divorciarse tras treinta años de matrimonio. Treinta años de vivir en una cárcel autoimpuesta, en la que el amor no era más que una etiqueta intercambiable, dónde el tiempo y la frustración han erosionado, y por último hecho desaparecer, virtudes y aspiraciones personales. A la propia persona que las albergaba.

Estas escenas, como bloques aislados con entidad propia, eran fácil de transferir o eliminar, pero en otras ocasiones el remontaje debe haberse convertido para Bergman en una tarea ímproba e ingrata, casi insuperable. La única forma de aligerar ciertas secciones, incluso episodios enteros, era recurriendo a lo que se llama "espigado". Es decir, ir eliminando aquí allá, intervenciones y réplicas sueltas de los actores, breves intercambios entre los personajes, pero teniendo mucho cuidado de no quebrar el flujo de la escena, ni de que se vean los retales, costuras y recosidos.

Debo decir, como elogio a Bergman, que esa labor de corte y confección es ejemplar. A pesar de haber visto la versión original apenas hace unos días, me sido casi imposible apreciar que faltase algo esencial. Sin embargo, si es perceptible que la cadencia se ha acelerado en ciertas secciones, mientras otras, las que se han conservado casi sin intervenciones, parecen obedecer a un ritmo interno muy distinto, más pausado y parsimonioso. Hay un claro contraste rítmico, casi disonancia, entre los diferentes materiales, que no se observaba en la serie original y que se debe al haber aplicado cedazos de diferente apertura de malla.

Así, en otra escena que sirve de presagio a la ruptura final del matrimonio protagonista, aquélla en que asisten a una fuerte de discusión de un matrimonio amigo, la escena desagradable en la que desemboca la cena común se dispara y se resuelve demasiado pronto.  En la versión televisva, el ritmo y el cuidadoso trabajo de cámara de Bergman dejaban a la luz un efecto habitual de esas relaciones moribundas, que aquí se difumina por completo. Como, por una parte, la explosión final exige un tiempo de carga, hasta que se ha acumulado la suficiente tensión para que todo reviente, viéndose su estallido retardado por las exigencias de las convenciones sociales. Mientras que, por otra parte, una vez que los diques se han roto, lo difícil que resulta que las aguas vuelvan a su cauce. Los antiguos amantes se enzarzan en cruces de recriminaciones, pullas y variadas agresiones verbales, que parecen no tener término, y que bien podrían terminar en auténtica violencia física.

En resumidas cuentas, tengo la impresión que la versión fílmica desmerece un tanto a la versión televisiva, lo que no quiere decir que aquélla esté exenta de defectos. Viendo el resumen fílmico es claro que algunos elementos sobraban, otros estaban mal colocados, mientras que algunos podían haberse contado en menos tiempo, sin perder nada de su impacto. Sin embargo, lo que lastra a la versión fílmica, sin remedio, es que se pierde la cuidada progresión narrativa y filmica que imbuía las escenas originales. Bergman, sin discusión, es un maestro en la puesta en escena, entendida como saber a quién - o a a qué - hay que mirar durante un dialogo.

Para que descubramos lo implícito  en las palabras o se nos muestren, sin equívocos ni exageraciones, los cambios anímicos que está experimentando, en ese instante, uno de los personajes.

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